Grigori Rasputín o conocido con el apodo de el Monje Loco, fue uno de esos personajes que marcaron la historia con su enigmática presencia. Nacido en el pequeño pueblo siberiano de Pokróvskoye, Rasputín se convirtió en una figura controvertida que logró introducirse en la Corte rusa y convertirse en consejero de los últimos zares de Rusia.
Desde su infancia, Rasputín demostró tener una personalidad única y mística. Se decía que tenía visiones y poseía una intensa curiosidad espiritual. Incluso desde joven, afirmaba tener la capacidad de sanar a los animales, lo que sugería un don especial que lo distinguía de los demás niños de su aldea.
Sin embargo, la vida de Rasputín dio un giro radical cuando decidió abandonar su hogar y emprender un viaje espiritual en busca de conocimiento y sabiduría. Durante este tiempo, se encontró con diferentes figuras religiosas y se sumergió en prácticas espirituales intensas, especialmente relacionadas con la secta de los jlystý. Estos encuentros y experiencias marcaron profundamente su vida y contribuyeron a forjar su reputación como un hombre místico y enigmático.
A medida que Rasputín viajaba por Rusia, logró llamar la atención de la alta sociedad, especialmente de la familia real rusa. Fue en San Petersburgo, la capital del país, donde su destino se cruzó con el de los Romanov. Con su apariencia desaliñada y su fama de sanador y vidente, Rasputín logró ganarse la confianza de la zarina Alejandra, quien buscaba desesperadamente una cura para la hemofilia de su hijo, el zarévich Alexei.
Consejero de la familia real
La influencia de Rasputín en la corte rusa creció rápidamente, y pronto se convirtió en uno de los consejeros más cercanos de la familia real. Su capacidad para influir en los demás, combinada con su profundo conocimiento de la psique humana, le permitió ascender desde sus humildes orígenes hasta convertirse en una figura poderosa y respetada en la corte del zar Nicolás II.
Sin embargo, la influencia de Rasputín también atrajo críticas y controversias. Se le acusaba frecuentemente de participar en actividades sexuales desenfrenadas, incluidas orgías, lo que contribuyó al desprestigio de la Corona. Surgieron rumores de que la zarina y Rasputín mantenían relaciones sexuales y podrían ser espías alemanes, lo que generó aún más desconfianza y hostilidad hacia él.
A pesar de las críticas y los rumores, Rasputín continuó desempeñando un papel importante en la corte rusa, especialmente durante la Primera Guerra Mundial. Con el zar Nicolás II al frente del ejército y la zarina Alejandra a cargo de los asuntos gubernamentales, Rasputín se convirtió en su consejero espiritual y político más cercano. Sin embargo, su influencia también comenzó a generar resentimiento y descontento entre la aristocracia y la élite política del país.
La muerte de Rasputín sigue siendo un misterio
La muerte de Rasputín fue tan misteriosa como su vida. Fue asesinado por un grupo de nobles liderados por el príncipe Félix Yusúpov, quien había planeado su asesinato para eliminar su influencia en la monarquía rusa. A pesar de los intentos de envenenamiento y disparos, Rasputín finalmente murió ahogado en el río Nevá.
El asesinato de Rasputín reflejó la desesperación por eliminar su influencia en la corte rusa y la monarquía. Aunque los conspiradores fueron descubiertos y castigados, la familia real quedó devastada por la pérdida. Rasputín había predicho su propia muerte y las consecuencias que tendría para Rusia, anticipando la Revolución y la guerra civil que se avecinaban.