Hoy os hablaremos del que bien pudo ser el accidente más importante de la historia. Se llevó la vida de muchísimas personas, fue determinante en la caída de la URSS y cambió el modo en el que el ser humano percibía la energía nuclear. Hoy en Memorias de Pez toca hablar del desastre de Chernóbil.
El 25 de abril de 1986, en Prípiat (Ucrania) se programó el mantenimiento rutinario del cuarto reactor de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin. De esta forma, los operadores de la central planearon utilizar el tiempo inactivo para testar si el reactor podría enfriarse cuando la central se quedara sin suministro eléctrico. En concreto, se quería averiguar si cuando ya no llegase vapor a las turbinas que generaban electricidad, se podría proporcionar energía para alimentar las bombas de refrigeración del reactor.
La prueba estaba prevista para las dos de la tarde y requería bajar la potencia hasta los 700/1.000 megavatios térmicos. Sin embargo, el operador de la red de Kiev denegó la autorización para disminuir la potencia debido a la necesidad eléctrica del país. Así que no fue hasta las once de la noche cuando llegó la autorización. A las 00:00 se llevó a cabo el cambio de turno de los operadores del reactor 4, apenas una hora antes de comenzar una maniobra tan chunga como era la de una prueba de seguridad, que además iba con retraso.
El protocolo del test que querían realizar impedía operar el núcleo por debajo de los 700 megavatios. Sin embargo, a las doce y media, esta gente ya tenía la potencia en los 500 y por si fuera poco, en el reactor se estaba produciendo xenón, que es un gas que tenía como efecto bajar aún más la potencia del reactor. En ese momento, los operarios transfirieron el control al sistema automático, pero un fallo técnico o humano (aún no se sabe, ni se sabrá) llevó a una caída de potencia drástica. Con un miedo atroz por la bajada de potencia del reactor, los operarios tuvieron la feliz idea de retirar las barras de control de grafito que servían para moderar la fisión nuclear… vamos, que básicamente, para aumentar la potencia, le quitaron la protección al reactor.
La tormenta perfecta
Como si todo estuviese perfecto, a la una de la noche, se decidió a arrancar el test. La situación era la siguiente: los operarios estaban haciendo una prueba SIN SISTEMAS DE SEGURIDAD y en un rango de potencia en el que el reactor RBMK resultaba altamente inestable. Como no podía ser de otra forma, la tormenta perfecta estaba a punto de desencadenarse. Tras el incumplimiento de todos los protocolos de seguridad, el combustible de uranio del reactor se recalentó y aumentó súbitamente la potencia de la central. A pesar de los intentos de apagar el reactor, se provocó una reacción en cadena de explosiones en su interior. Finalmente, el núcleo del reactor quedó expuesto y expulsó material radiactivo a la atmósfera. El reactor RBMK número cuatro de la planta nuclear de Chernóbil había estallado.
La explosión tuvo una potencia equivalente a la de cuatro toneladas de TNT e hizo saltar la tapa del reactor, de 2.500 toneladas de peso, destruyendo el edificio y expulsando al exterior combustible nuclear y productos de la fisión. Esto fue una movida, sobre todo porque tenían un problemita de diseño: aquellas centrales no incluían lo que se conoce como “estructura de contención”, una cúpula de hormigón diseñada para mantener la radiación dentro de la planta en caso de este tipo de accidente.
De esta forma, los ya mencionados bloques de grafito utilizados como protectores se incendiaron a alta temperatura cuando el aire penetró en el núcleo del reactor, lo que contribuyó aún más a la emisión de materiales radiactivos a la atmósfera. Un absoluto caos. La nube radiactiva originada por la explosión alcanzó más de 1.000 metros de altitud, aunque por un golpe de suerte, los vientos favorables la mantuvieron lejos de Prípiat, donde la población todavía no había sido evacuada. De no haber sido por la meteorología, la tragedia podría haber sido mucho peor.
Los bomberos intentaron apagar un montón de incendios en la central y los helicópteros se dedicaron a tirar arena, boro y otros materiales en un intento de sofocar las llamas y contener la contaminación. Durante los días siguientes a la explosión, miles de trabajadores, a los que se les conoció como los ‘los liquidadores’, se dirigieron sin demora hacia Chernóbil para luchar contra el desastre nuclear. Estos equipos de liquidadores estaban compuestos en su mayoría por empleados de las centrales, bomberos ucranianos y soldados y mineros procedentes de Rusia, Bielorrusia, Ucrania y otras partes de la Unión Soviética.
Héroes y víctimas
Debido a la ausencia de datos precisos, se desconoce el número exacto de efectivos que participaron en estas tareas. Algunos de ellos se ocuparon directamente de los trabajos de descontaminación, mientras que otros trabajaban en la evacuación y la construcción de asentamientos destinados a los trabajadores de las plantas. Los mineros del carbón excavaron bajo el núcleo para bombear nitrógeno líquido y enfriar el combustible nuclear, mientras los pilotos de helicópteros arrojaron 4.500 toneladas de plomo, arena, arcilla y otros materiales para sofocar las llamas y absorber la radioactividad. Por último, un equipo de soldados realizó incursiones cronometradas al techo de la central para limpiar los restos de grafito expulsados por la explosión. Esos 3.400 hombres, apodados irónicamente como ‘biorrobots’, absorbieron en unos segundos la dosis de radiación que una persona normal absorbe en toda una vida.
En cuanto a las bajas humanas, la explosión inicial se había llevado la vida de dos trabajadores de la central, a los que hay que sumar a otras 28 personas que eran bomberos y miembros de los servicios de emergencia encargados de la descontaminación los cuales murieron durante los tres primeros meses siguientes a causa de la radiación a la que estuvieron expuestos. Los cerca de 50.000 habitantes de Prípiat, situada a solo tres kilómetros de la planta, fueron evacuados 36 horas después del accidente y durante las siguientes semanas se procedió a la evacuación de hasta 67.000 personas que vivían en todo el perímetro contaminado. Para que os hagáis una idea: la lluvia radiactiva producida tras el accidente, que era 400 veces superior a la radiactividad liberada en Hiroshima, expulsó a más de 300.000 personas de sus hogares.
Efectos a largo plazo
Una de las enfermedades más generalizadas entre la población afectada fue el cáncer de tiroides. De hecho, tras el accidente se documentaron muchísimos casos entre niños de entre 0 y 14 años de edad. Por otra parte, los efectos psicológicos derivados del accidente, siguen haciendo estragos 33 años después de aquel horrible suceso, provocando casos de suicidio, problemas de alcoholismo, casos de depresión, etcétera… Por cierto, si queréis saber más sobre todos los problemas que puede llegar a ocasionar la radiación en los seres humanos, os podéis pasar por el vídeo de El Corral de Dolly, en el que explican el accidente de Chernóbil desde un punto de vista más científico.
A día de hoy, se estima que la contaminación se extiende por un área de unos 150.000 kilómetros cuadrados, comprendidos entre Bielorrusia, Rusia y Ucrania y la zona de exclusión engloba un radio de aproximadamente 30 kilómetros alrededor de la planta, abarcando una superficie de unos 5.200 kilómetros cuadrados. La divulgación del accidente nuclear fue todo un problema para el gobierno soviético. Se consideró un riesgo político significativo y la URSS se lo calló, pero finalmente fue demasiado grande como para esconderlo.
El colapso fue tan bestia que ya había propagado la radiación hasta Suecia, donde las autoridades de otra central nuclear empezaron a preguntarse qué narices estaba ocurriendo en la URSS. Tras negar el accidente en un primer momento, a los soviéticos no les quedó otra que anunciarlo el 28 de abril (tres días después de que sucediese). Así, el mundo se dio cuenta de que estaba presenciando un acontecimiento histórico. Hasta el 30 por ciento de las 190 toneladas métricas de uranio de Chernóbil se habían dispersado por la atmósfera.
Desmantelamiento y futuro
En el 2000, cuando se clausuró el último de los reactores, se iniciaron las labores de desmantelamiento de la central. El desarme completo de Chernóbil implicaba la eliminación del combustible y la descontaminación del total de la planta y el área que la rodea, incluidos el agua y el suelo, que podían ser radiactivos. Por cierto, el destino del fatídico cuarto reactor aún no se ha determinado. El trabajo se llevó a cabo bajo la supervisión del Gobierno de Ucrania, con la colaboración de la Agencia Internacional de Energía Atómica (la IAEA).
Los restos de la zona del reactor acabaron dentro de una enorme estructura de contención de acero cuya finalización se dio a finales de 2016. De hecho, la contención y supervisión continúan y se prevé que las labores de limpieza estén activas hasta 2065, como mínimo. Por otra parte, las lecciones aprendidas por el accidente sirvieron a la Agencia Internacional de Energía Atómica para identificar problemas en otras centrales de Europa central y del Este, así como en algunos de los países que formaban la antigua Unión Soviética.
Curiosamente, Chernóbil nunca llegó a vaciarse de personas totalmente. Y es que mientras decenas de miles de personas fueron evacuadas de casas a las que nunca volverían, decenas de miles acudieron a la zona con órdenes de trabajar en la descontaminación. Otros vinieron por razones científicas y otros muchos desafiaron las órdenes y volvieron a sus aldeas en cuanto tuvieron la oportunidad.
El desastre de Chernóbil tuvo otra consecuencia importantísima: la factura económica y política que dio un acelerón al fin de la URSS e impulsó un movimiento antinuclear internacional. Como ejemplo, la actual Bielorrusia perdió casi una quinta parte de su terreno agrícola, ya que el accidente contaminó prácticamente un cuarto de su territorio. En el punto álgido de la respuesta ante el desastre, en 1991, Bielorrusia gastó el 22 por ciento de su presupuesto total para hacer frente a Chernóbil.
Sin embargo, algo sorprendente ocurrió: Chernóbil se convirtió en un refugio para todo tipo de animales. A lo largo de la zona de exclusión la naturaleza comenzó a apoderarse de todo lo que los humanos destruyeron y la flora y la fauna prosperaron con el paso del tiempo. Sobre este suceso también podéis encontrar más información en el vídeo del corral de Dolly.
Chernóbil hoy
Ahora sí… Evidentemente, todos lo habréis pensado: ¿Corre peligro la seguridad de esta zona con la invasión de Rusia?. La realidad es que a día de hoy sabemos que las instalaciones se encuentran en perfecto estado y no han sufrido ningún daño. Curiosamente, horas más tarde de la toma de la zona por parte rusa, los radiómetros detectaron un aumento significativo en sus medidas, pero este solo se debía al polvo levantado por la gran cantidad de vehículos pesados que circularon por la zona. Aún con esas, el nivel de esta radiación está lejos de ser un peligro real. Desde la retirada rusa de la zona, no se han registrado nuevos combates y no tiene pinta de que estos se vuelvan a producir por lo que ante todo, tranquilidad.
Aunque Chernóbil simboliza el peligro de la energía nuclear, Rusia nunca dejó atrás su legado ni su tecnología. En 2022, entre los 38 reactores nucleares que hay en Rusia, aún hay 13 de tipo RBMK operativos.