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Memorias de Pez » El Plan de Paz de Trump para Gaza

El Plan de Paz de Trump para Gaza

Por Paula Pérez Calvo
7 de octubre de 2025 a las 10:55
en Geopolítica
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El Plan de Paz de Trump para Gaza

Tras tres años de conflicto de alta intensidad en Gaza entre Hamás e Israel, por fin ha llegado un propuesta de paz seria. Y es que en este clima de extrema violencia, Donald Trump que no se pierde una, ha visto su oportunidad para mediar en un acuerdo de alto el fuego. La cuestión es: ¿Qué plantea el nuevo plan de 20 puntos de Trump para la resolución del conflicto entre Israel y Hamás?, ¿Qué puede suponer para cada bando? ¿Quién sale ganando y perdiendo con este acuerdo? Estas son las preguntas que vamos a intentar responder.

Bueno, pues evidentemente, lo primero que tenemos que hacer es resumir cuales son los veinte puntos de este acuerdo. Eso sí, hemos preferido re-ordenar las medidas a nuestro gusto y agruparlas en bloques según el objetivo que planteen.

Primer bloque

En el primer bloque, tenemos medidas que tienen que ver con el cese del fuego, el intercambio de rehenes y la desescalada militar: 

  1. Gaza será una zona desradicalizada, libre de terrorismo y sin suponer una amenaza para sus vecinos.
  2. Si ambas partes aceptan el plan, la guerra terminará inmediatamente. Las fuerzas israelíes se retirarán a una línea pactada para preparar la liberación de rehenes, y todas las operaciones militares (bombardeos, artillería) quedarán suspendidas.
  3. En las 72 horas posteriores a la aceptación israelí, todos los rehenes —vivos y muertos— serán entregados.
  4. Tras la liberación de rehenes, Israel excarcelará a 250 presos con cadena perpetua y a 1.700 gazatíes detenidos tras el 7 de octubre de 2023, incluidas todas las mujeres y niños. Además, entregará los restos de 15 gazatíes por cada rehén israelí devuelto.
  5. Los miembros de Hamás que depongan las armas y acepten una coexistencia pacífica recibirán amnistía. Quienes prefieran irse podrán hacerlo mediante un corredor seguro hacia países de acogida.
  6. Si Hamás rechaza el plan, las medidas humanitarias y de reconstrucción se aplicarán solo en las áreas bajo control israelí o de la ISF.

En este bloque, Trump habla claramente de una cosa: Hamás debe dejar las armas para que el acuerdo sea fructífero. 

Por lo tanto, Israel es quien sale victorioso en esta parte del plan. 

Hamás tendrá que escoger entre la espada y la pared: disolverse y entregar las armas, o continuar luchando contra una fuerza enormemente superior que está masacrando a la población gazatí. Eso sí, si se logra aplicar la amnistía como herramienta de desmovilización (como se hizo en los Balcanes o en Colombia) esta medida podría ser efectiva y favorecer la desescalada. La introducción de esta medida en el plan ha sorprendido a muchos, ya que parece bastante “permisiva” viniendo de Trump. No obstante, la medida aún carece de estructura jurídica y verificación, habría que ver como se efectua.

Por otra parte, el intercambio de rehenes entre ambos bandos supondría un alivio enorme a la población civil, especialmente para la población gazatí que está viviendo un absoluto infierno. Es un punto muy importante a celebrar. 

Y, para Netanyahu, esta acción supondría un lavado de cara ante las voces críticas que opinan que la recuperación de los rehenes no estaba entre sus objetivos, aunque también le costaría el apoyo de los sectores radicales y ortodoxos que verían como una derrota la retirada de la franja. 

Segundo bloque

En segundo lugar, tenemos medidas que tratan sobre la reconstrucción y el desarrollo económico de Gaza:

  1. La Franja será reconstruida con un nuevo desarrollo en beneficio de su población, que “ha sufrido más que suficiente”.
  2. La ayuda humanitaria entrará de inmediato en Gaza, con la misma magnitud que el acuerdo del 19 de enero de 2025: reconstrucción de infraestructuras (agua, luz, saneamiento), hospitales, panaderías y maquinaria para limpiar escombros.
  3. La distribución de la ayuda se realizará sin interferencias, gestionada por la ONU, la Media Luna Roja y otras instituciones neutrales. El paso de Rafá se abrirá bajo el mismo mecanismo del acuerdo de enero.
  4. Se elaborará un plan de reconstrucción y desarrollo con participación de expertos en urbanismo y desarrollo que han trabajado en ciudades modernas del Golfo.
  5. Se creará una zona económica especial, con aranceles preferenciales y ventajas fiscales para fomentar la inversión internacional.
  6. Nadie será obligado a abandonar Gaza. Quienes deseen irse podrán hacerlo libremente, pero se incentiva a la población a participar en la reconstrucción.

Este bloque ha sorprendido mucho viniendo de la administración Trump y es el más atractivo sobre el papel. Sin embargo aquí no se mencionan fondos ni porcentajes de aportación (seguramente habrá donaciones de EE. UU., EAU, Arabia Saudí, y otros países de la región). Por otra parte, las obras, la entrada de materiales y la operación de una ZEE exigen control fronterizo fluido con Israel y Egipto, algo históricamente muy difícil.

La facción más radical de Israel recibe aquí una patada, ya que esta parte del plan implica que el sionismo no se podrá hacer con el control de los territorios palestinos. Sin embargo, es cierto que Israel mejoraría su imagen exterior y, encima, podría permitir la reconstrucción de Gaza sin tener que pagar un duro.

Para EE.UU. y Trump, es un win win. Mejora la imagen internacional con el papel de mediador, consolida las ya bien trabajadas relaciones con los colegas del Golfo y se suma un punto en el objetivo principal de los Acuerdos de Abraham: alinear de forma simétrica los intereses geopolíticos de Estados Unidos con los de las potencias del golfo y con Israel. 

Los países suníes que se metan en este asunto son los que sí que tendrían que pagar para la reconstrucción de Gaza, aunque es verdad que ganarían influencia política. Tema aparte será el ver de dónde son las empresas que reciben los fondos de estos países para reconstruir Gaza. 

Pero lo más importante, si estos fondos llegan de verdad, la población civil saldría enormemente beneficiada. Es cierto que la economía palestina quedaría subordinada totalmente a intereses externos, como pasó con Alemania o Japón después de la Segunda Guerra Mundial, o incluso acabar convirtiéndose en una “zona modelo”. Sin embargo, el desarrollo de una zona económica especial podría incentivar enormemente el crecimiento en la región. Eso sí, cualquier plan será efectuado en un plazo muy largo. 

Tercer bloque

 Aquí, tenemos medidas relacionadas con la transición política y la seguridad internacional de Gaza:

  1. Gaza será administrada por un gobierno de transición, una comisión palestina tecnócrata y apolítica que gestione los servicios públicos. Este comité contará con supervisión internacional a través de una “Junta de Paz” encabezada por Donald Trump y otros miembros, entre ellos Tony Blair.
  2. Hamás y otras facciones quedarán excluidas del gobierno. Toda infraestructura militar será destruida y no se podrá reconstruir. Habrá un proceso de desarme supervisado internacionalmente, con compensaciones e integración financiadas por donantes.
  3. Los países regionales garantes (como Egipto, Jordania y otros) se comprometerán a asegurar que Hamás cumpla los acuerdos y que Gaza no vuelva a ser una amenaza.
  4. Se formará una Fuerza Internacional de Estabilización (ISF) con apoyo de EE. UU., socios árabes e internacionales. Esta fuerza se desplegará inmediatamente, entrenará a la policía palestina y coordinará con Israel y Egipto para asegurar las fronteras y el flujo seguro de bienes.
  5. Israel no ocupará ni anexionará Gaza. La retirada israelí será gradual y coordinada con la ISF, que tomará el control del territorio a medida que se garantice la seguridad.

En este apartado está la verdadera manzana envenenada del plan para los palestinos. Y es que la “Junta de Paz” que supervisaría a la comisión tecnócrata palestina, estará encabezada por Trump y Blair entre otros. Esto es el claro ejemplo de poner al zorro a cuidar del gallinero.

La realidad es que una comisión impuesta desde fuera y tutelada por Trump difícilmente podrá calar bien en una sociedad fragmentada y resentida tras miles de muertos, pero quizás la peor opción es la única opción en este caso. Además, el poder militar de Gaza quedaría en manos de potencias externas. Con una enorme influencia de EE.UU. en la junta de Paz y sin ejército propio, Palestina perdería una parte importante de su soberanía.

No obstante, la idea de la ISF podría ser muy útil en la desescalada. Eso sí, requiere un mandato claro de la ONU o una coalición legalmente reconocida. Es decir, ¿qué países despliegan sus tropas?, ¿hasta qué punto pueden intervenir? Todas estas cosas no están escritas en este plan y tendrán que esclarecerse. 

Y aquí entran fuertemente en juego los países vecinos. Egipto, Jordania o EAU refuerzan su papel regional y su participación tanto en el bloque anterior como en este son clave en este hipotético plan de paz. La población de muchos de estos países ve con ojos terribles la actuación de Israel sobre un país cuya población está enormemente hermanada por la religión. El apoyo a la causa palestina es una baza que los gobiernos de países como Arabia Saudí, Qatar, Egipto, Jordania, Turquía, etc., pueden jugar en su favor, lo que quiere decir que los intereses de la población gazatí y los de estos actores se alinean.

Cuarto bloque

Y en el último bloque tenemos medidas que se refieren a la conciliación religiosa:

  1. Se impulsará un diálogo interreligioso para promover la tolerancia, la educación en la paz y la convivencia entre palestinos e israelíes.
  2. Cuando la reconstrucción avance y la Autoridad Palestina se reforme, podrán darse las condiciones para una vía creíble hacia la autodeterminación palestina y eventualmente un Estado.
  3. EE. UU. abrirá un diálogo político entre Israel y los palestinos para definir un horizonte estable de coexistencia pacífica y próspera.

Este bloque es el más simbólico y depende enormemente de que se cumplan los anteriores. 

Conclusiones

El acuerdo presenta puntos válidos e interesantes, como la inclusión de las potencias suníes en la reconstrucción de Gaza o la creación de las ISF, mientras que es totalmente maximalista en otros aspectos. Esto último es lógico, ya que es un acuerdo al más puro estilo realpolitik: Israel y Estados Unidos son más poderosos y ganan, Hamás pierde, y Palestina pierde soberanía. Eso sí, de respetarse, el plan resulta un alivio inmenso para la población gazatí e israelí y es una salida que puede permitir resolver parcialmente un conflicto durísimo para así frenar, al menos momentáneamente, el genocidio. No obstante, el acuerdo goza de pocas garantías. Es un acuerdo mediado por el gran aliado de uno de los dos bandos implicados, y supervisado por un Trump imprevisible y poco fiable a la hora de cumplir con su palabra. Sin duda, la parte más interesante del acuerdo tiene que ver con la implicación de las potencias musulmanas suníes

Otro actor principal de Oriente Medio que sale perdiendo en todo esto es Irán, que ve como sus grandes rivales geopolíticos cada vez son más amigos mientras que poco a poco la potencia persa va quedando aislada en Oriente Medio. Lo mismo ocurre por tanto con Rusia quien cada vez pinta menos en Oriente Medio y que ve como poco a poco, su lugarteiente Irán va perdiendo peso en la región.

A pesar de todo, teniendo en cuenta el equilibrio de poder que existe hoy, gran parte de la comunidad internacional está de acuerdo con el plan. Si Hamás finalmente lo firma, se demostrará que, aunque quizás no es una salida justa para Palestina, es una salida aceptada por todas las partes. Una salida que podría frenar la terrible crisis humanitaria que se está viviendo en la franja.

Etiqueta HamásIsraelPalestinaTrump
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