Podríamos decir que los organismos evolucionamos con un objetivo: sobrevivir hasta pasar nuestro material genético a la siguiente generación, o sea, intentar no morir hasta tener hijos. Los seres vivos han desarrollado estrategias superdiversas para reproducirse y lograr perpetuar sus genes. Hoy vamos a ver unas cuantas muy curiosas. Agarraos porque os vamos a contar las estrategias reproductivas más locas.
Para empezar, hemos de recordaros que los seres vivos nos podemos reproducir de forma asexual o de forma sexual. En la reproducción asexual, la descendencia recibe el mismo material genético de su progenitor, como si fuera un clon. En la reproducción sexual se necesitan dos organismos que solemos llamar macho y hembra, y la descendencia recibe una mezcla del material genético de sus padres. En muchas especies, los machos y las hembras son diferentes y a esto se le llama dimorfismo sexual.
En las especies sexuales, lo más habitual es que las hembras sean selectivas con los machos con los que se aparean. ¿Y cuál es la razón de esto? Pues básicamente que ellas invierten mucha más energía en la reproducción. Dependiendo de la especie tienen que poner huevos, estar embarazadas o ambas cosas, y eso requiere tiempo y recursos. No es lo mismo comer para ti solo que alimentarte también para engendrar una nueva vida. En cambio, a los machos con aportar esperma les basta, y esto supone poco gasto energético.
Pongamos el caso de los orangutanes. Una madre estará preñada unos ocho meses y medio y dará a luz normalmente a una única cría, la cual será completamente dependiente de su madre durante dos años o más. Después seguirán juntas hasta los diez años, y durante este tiempo la madre se volcará en enseñarle todo lo necesario para sobrevivir. En resumen, desde que se queda preñada hasta que la cría es independiente pasan entre trece y quince años. Y en todo este proceso, el macho solo tuvo que poner un poco de esperma.

Obviamente, una hembra orangután no va a andar con bobadas a la hora de elegir macho, ya que ella cargará con todo el esfuerzo. Querrá al más apto que le dé una mejor descendencia. Eso sí, tampoco queremos decir que la labor de los machos sea un camino de rosas. Aunque inviertan poca energía en producir esperma, en muchas especies la competencia entre machos para aparearse es muy dura, y deben emplear mucho tiempo y recursos. En resumen, en el reino animal las hembras suelen elegir y los machos compiten por ser elegidos.
Comencemos hablando de insectos. En muchas especies de libélulas, las hembras copulan con varios machos antes de poner los huevos, así que el que logre depositar más esperma tiene más posibilidades de ser el ganador. Para lograrlo, los machos cuentan con un as bajo la manga: sus penes tienen apéndices especiales que sirven para expulsar el esperma de otros machos que pueda tener la hembra. Así, al copular no solo dejan el suyo, sino que eliminan el de los anteriores.

Los machos de las moscas de la fruta juegan con la química para manipular a sus parejas. Su esperma está lleno de compuestos que tienen diversos efectos en las hembras y cambian según la especie. Algunos hacen que las hembras tengan más apetito, lo que las lleva a estar mejor alimentadas y producir más crías. Otros reducen su líbido para que pierdan interés en otros machos, eliminando la competencia. Incluso existen compuestos tóxicos que acortan la vida de la hembra, impidiéndole reproducirse con otros.
Los penes en la naturaleza tienen formas muy variadas. El de las chinches macho, por ejemplo, es como un puñal hueco con el que literalmente apuñalan a las hembras para inyectarles el esperma. Muchas veces esto causa heridas graves o incluso la muerte. En biología, esta dinámica se conoce como “conflicto sexual”, ya que machos y hembras no siempre tienen los mismos intereses en la reproducción. A las hembras, obviamente, no les conviene, pero como la estrategia funciona, la evolución ha favorecido a los machos que la usan.
Ya que hablamos de penes raros, hay especies que tienen espinas en el pene, como los hámsters, ratones, escarabajos, gatos, murciélagos, babosas u hormigas. En algunos casos, estas espinas funcionan como anzuelos para no separarse durante la cópula en ambientes turbulentos o mientras vuelan. Incluso algunos primates como gibones y chimpancés tienen penes espinos, aunque en ellos son pequeños bultos cuya función aún no está clara.
El conflicto sexual es bastante habitual. Las mantis religiosas hembras suelen comerse a los machos después del apareamiento, algo que también ocurre en varias especies de arañas. Los machos de araña lobo, por ejemplo, a veces fuerzan a las hembras a aparearse mordiéndolas con sus potentes colmillos, lo que puede causarles graves heridas. Está claro que las vidas sexuales de estos animales son de todo menos bonitas.
Pero no todo es violencia. En el reino animal también hay auténticos galanes y artistas de la seducción. En 1995, unos buceadores en Japón vieron un enorme círculo en el fondo del mar de unos dos metros de diámetro. Durante años, aparecieron más y fueron llamados “círculos misteriosos”. No fue hasta 2011 cuando científicos japoneses descubrieron que los autores eran pequeños peces globo machos. Estos círculos resultaron ser nidos: si a una hembra le gusta la construcción, se reproduce con el macho y deposita sus huevos en el centro, donde él prepara arena fina para protegerlos.

Otro ejemplo son los pergoleros, unas aves de Australia y Nueva Guinea. Se llaman así porque los machos construyen pérgolas como escenarios privados para exhibirse. Algunos bailan, otros cantan, otros ofrecen regalos. Cada especie tiene su estilo: desde el pergolero leopardo, que recoge bayas y trozos de plástico para decorar, hasta el pergolero grande, que construye túneles de piedras para impresionar a la hembra con un efecto de profundidad. Todo un derroche de creatividad.

También hay especies que utilizan bailes para exhibirse, sobre todo cuando existe un fuerte dimorfismo sexual. El ave del paraíso es un buen ejemplo: el macho luce colores y formas impresionantes frente a hembras más discretas. Otro caso son las arañas pavo real, del tamaño de un grano de arroz, cuyos machos arriesgan la vida al bailar: si no convencen a la hembra, pueden acabar devorados.
Desde apuñalamientos hasta construcciones artísticas, el mundo de la reproducción sexual es inmenso y lleno de estrategias sorprendentes.