Hoy en Memorias de Pez vamos a tratar un tema que seguro que no deja a nadie indiferente. La historia de cómo los bolcheviques convirtieron, a base de comunismo en vena, a la maltrecha y agraria economía del Imperio Ruso en una gran potencia industrial capaz de plantar cara durante décadas al mismísimo Estados Unidos. Y antes de que nadie se enfade, en otro artículo vamos a tratar el colapso de la Unión Soviética y cómo el Kremlin no fue capaz de detener su implacable caída. Pero hoy vamos a contestar otras preguntas, porque… ¿Cómo fue capaz el gobierno soviético de convertir una economía completamente destruida en la mayor potencia industrial del mundo? ¿Tuvo alguna ventaja el sistema comunista? ¿Qué precio tuvo que pagar el pueblo soviético por tal avance? Pues pónganse cómodos que empezamos.
Rusia antes de los comunistas
Para entender esta historia es muy importante tener en cuenta cómo era Rusia antes de la llegada de los comunistas al poder. En el este de Europa, el feudalismo sobrevivió mucho más tiempo que en el oeste. Mientras que las potencias occidentales llevaban ya siglos con una economía de mercado, en Rusia el feudalismo siguió vivo hasta mediados del siglo XIX. El Imperio Ruso, que estaba gobernado por el Zar, era un auténtico desastre. Su economía era fundamentalmente agraria y la productividad de su agricultura era bastante mediocre. Tan sólo en puntos muy específicos como en Moscú o sobre todo en Petrogrado, que posteriormente se llamaría Leningrado y que ahora es San Petersburgo, existía una industria que nada tenía que ver con las grandes potencias industriales como Reino Unido, Francia o Bélgica.
Y es que sí, al zar se le había pasado completamente el tren de la industrialización, por lo que Rusia, o mejor dicho, la vida de los campesinos rusos, todavía dependía de que la cosecha se diese bien, de que un temporal no te arrasase los cultivos o de que una plaga no se cebase con tus tierras. Además, la población rusa era en su mayoría analfabeta y no había ningún sistema real de educación. En fin, que Rusia no estaba para muchas fiestas, y ¿qué hizo el Zar al respecto? Pues nada más y nada menos que meter al país en la Primera Guerra Mundial.
Como os podréis imaginar, la que hasta entonces fue la mayor guerra de la historia de la humanidad, fue una ruina para el Imperio Ruso. En ella no sólo murieron millones de rusos sino que además el hambre y la miseria fruto de una economía que sólo producía por y para la guerra, se extendieron por todos los rincones de Rusia. La situación explotó y se llevó a cabo la Revolución Rusa que consiguió deponer al zar. De esta manera, Rusia abandonó la Primera Guerra Mundial, pero los rusos no hicieron más que cambiar una guerra por otra, ya que enseguida estalló la Guerra Civil Rusa. Esta fue la puntilla para la economía de Rusia y dejó al país sumido en la mayor de las miserias.
La revolución y los primeros años de la URSS
La Guerra Civil fue ganada por los bolcheviques a cuyo frente estaba Vladimir Lenin, y el cual se puso manos a la obra para reavivar la maltrecha economía rusa. Bueno, mejor dicho, la economía soviética la cual se fundó en diciembre de 1922. Los bolcheviques llevarán a cabo el mayor experimento social de la historia. Su objetivo era garantizar a la población tierras, una vivienda, alimentos, educación y cobertura sanitaria, algo que ningún país había conseguido garantizar antes y mucho menos a la escala de Rusia. Para ello, los bolcheviques pusieron en práctica la Nueva Política Económica, una política económica propuesta por el propio Lenin más conocida como el capitalismo de estado. La Nueva Política Económica incorporaba principios como la atracción de capitales extranjeros para garantizar el desarrollo económico, el uso del mercado internacional y distintas formas de propiedad. Algo que bueno… no era súper comunista que digamos.
Pero Lenin murió muy poco después de la proclamación de la URSS en 1924, y al frente de la Unión Soviética llegó al poder tras unos movimientos políticos más propios de Juego de Tronos, un hombre férreo que encarnaba la firmeza que él mismo creía que la Unión Soviética necesitaba. Hablamos de Iosif Stalin. Stalin tenía una obsesión en su cabeza, convertir a la Unión Soviética en una potencial industrial que permitiese al país convertirse en una de las grandes potencias mundiales capaces de rivalizar militarmente con cualquiera y así poder extender el comunismo por todo el mundo. Y es que Stalin tenía claro que tarde o temprano el país iba a verse envuelto en una guerra a gran escala, bien con las potencias capitalistas o bien con los totalitarismos que poco a poco iban surgiendo en Europa.
Para lograr esta hiperindustrialización, Stalin pasó de la Nueva Política Económica y la sustituyó por los planes quinquenales. Los planes quinquenales eran planes que duraban 5 años y que tenían grandes objetivos estratégicos. El primer plan quinquenal se desarrolló entre 1928 y 1932 y su objetivo era que la Unión Soviética pudiese ser autosuficiente industrial y militarmente. De hecho en 1931 llegó a decir lo siguiente: “Estamos 50 o 100 años detrás de los países avanzados. Debemos acortar esta distancia en 10 años. O lo hacemos, o ellos nos aplastarán”, y razón no le faltaba. Para llevar a cabo su plan quinquenal con éxito, el gobierno soviético tomó el control de absolutamente todos los aspectos de su tejido industrial, desde las materias primas hasta la distribución de los productos manufacturados. Para llevar a cabo su proyecto, la Unión Soviética creó el Gosplán, un comité cuyo objetivo era implantar la planificación económica en el país. El Gosplán asumió la supervisión y el control de los planes quinquenales, convirtiéndose en los ejecutores de todo el entramado económico soviético.
En el primer plan quinquenal se desarrolló la industria pesada del país y se potenciaron los koljoses. Estas eran grandes granjas colectivas que se extendían a través de miles de hectáreas de terreno y con cientos de campesinos trabajando en ellas. El desarrollo de los koljoses se aceleró en 1928 con la prohibición oficial de las explotaciones agrarias privadas y su colectivización forzosa. Además, se impusieron cuotas obligatorias de producción y se aumentaron las penas para aquellos que ocultasen parte de la cosecha. Los campesinos que se opusieron a estas colectivizaciones, que de nuevo les quitaban sus tierras ganadas pocos años antes tras la revolución, eran arrestados o ejecutados.
Este hecho se cargó a la clase acomodada campesina que protestó realizando millones de sacrificios de animales con el único fin de no entregárselos a las autoridades. Esto se unió a que las autoridades soviéticas llevaron a cabo una tremenda política de requisas de alimentos para alimentar a la población de las ciudades, lo que creó una gran hambruna a principios de los años 30 en la que murieron entre 1,5 y 12 millones de personas según diferentes estimaciones, la mayor parte de ellas en Ucrania, lo que algunos interpretan como que la hambruna fue planificada para diezmar a los ucranianos, los cuales eran en su mayoría anticomunistas. La pregunta es ¿Por qué no había comida para todos? Pues además de lo comentado ya, el tema principal es que se descuidó el campo para dar prioridad absoluta a la industria, ya que muchos campesinos abandonaron sus labores para emigrar a las ciudades donde había más oportunidades para prosperar. Esto provocó que, acabado el primer plan quinquenal en 1932, la producción de alimentos se había reducido en un 32% mientras que la demanda había aumentado en un 44%.
Resultados y avances industriales
Si obviamos las ejecuciones y las muertes fruto de la hambruna, pues el plan quinquenal salió bastante bien. La agricultura no se recuperó hasta la Segunda Guerra Mundial, pero la industria sí que prosperó. Aquí la Unión Soviética hizo un gran movimiento. El Kremlin pagó grandes sumas de dinero a empresas estadounidenses para que asesorasen al gobierno soviético sobre construcción industrial y técnicas de producción. Durante el primer plan quinquenal, la producción de acero aumentó un 47%, la de carbón un 82%, la de electricidad un 168%, la de hierro un 88% y la de petróleo un 82%.
Con estos resultados, Stalin se vino arriba y proclamó el segundo plan quinquenal entre 1933 y 1937. El objetivo del segundo plan quinquenal era mejorar las condiciones de vida de la población y hacer que la industria pesada fuese autosuficiente, ya que las cosas en Europa se estaban poniendo feas, y la amenaza japonesa siempre estaba ahí, por lo que había que desarrollar la industria militar. La industria pesada se asentó y la Unión Soviética pudo crear una floreciente industria militar que dio sus primeros pasos serios en el segundo lustro de la década de los 30. Eso sí, este gran esfuerzo de continuar aumentando la producción de carbón, acero, hierro, petróleo y electricidad, se hizo a costa de sacrificar la producción en bienes de consumo, por lo que la mejora en las condiciones de vida de la población no se hizo muy efectiva.
La era de Stalin y la Segunda Guerra Mundial
Al terminar en 1937 el segundo plan quinquenal y después de 10 años de economía planificada, la economía había tenido un gran crecimiento: desde 1928, la industria ligera cuadruplicó su valor, la metalurgia y la siderurgia crecieron un 690% y la eléctrica un increíble 1600%. Además, la propaganda soviética que ensalzaba los valores del trabajo, así como la nueva maquinaria introducida en la industria, hicieron que la productividad durante el segundo plan quinquenal creciera un 82%.
La industria militar fue la estrella del tercer plan quinquenal que duró desde 1938 hasta la invasión de Alemania en la Operación Barbarroja. En 1938 estaba claro que la Segunda Guerra Mundial era inminente y que tarde o temprano afectaría a la Unión Soviética. Por ello, la industria militar tenía que producir el mayor número posible de blindados, aviones, armas, munición y todo lo necesario para llevar a cabo una guerra a gran escala con garantías. Además, para proteger la industria de invasiones extranjeras, se optó por la descentralización y por el traslado de muchas de las fábricas y mano de obra especializada al este de los montes Urales.
Para entonces, la producción agrícola también había mejorado y la mecanización de los koljoses estaba dando sus frutos. Especialmente importante fue la producción de algodón, que desde 1913 se había triplicado. En 1940, la Unión Soviética, a un gran coste humano, había conseguido en apenas una década convertirse en la tercera potencia mundial, algo que ninguna otra potencia industrial había logrado antes. Todo esto tiene más mérito si tenemos en cuenta la situación internacional que había sufrido el crack del 29 y la Gran Depresión.
Para cuando Alemania invade la Unión Soviética, el Ejército Rojo aún no está preparado para hacer frente a la todopoderosa maquinaria de guerra alemana, pero la industria soviética sí lo está. También lo están las infraestructuras del país que habían sido extendidas y modernizadas. De esta forma, el ferrocarril se convirtió en el rey del transporte soviético con vías de miles de kilómetros que conectaban el lejano oriente con Moscú a través de la línea transiberiana. La producción de material bélico fue impresionante y fue la pieza clave para la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial.
Reconstrucción y expansión Post-Guerra
De esta manera, el cuarto plan quinquenal, que se desarrollaría entre 1945 y 1950, partía de una Unión Soviética que había perdido a más de 20 millones de personas y cuyo territorio al oeste de Moscú estaba totalmente destruido. El cuarto plan quinquenal tuvo como objetivo la reconstrucción del país, que fue un auténtico éxito. Para 1950, la riqueza nacional de la Unión Soviética era un 48% mayor a la del principio de la guerra. Esto permitió a la Unión Soviética recuperar su crecimiento demográfico e ir aumentando el tamaño de sus ciudades y núcleos industriales.
El quinto plan quinquenal, llevado a cabo entre 1951 y 1955, volvió a ser un éxito y la industria soviética continuó creciendo a un ritmo que asombraba a propios y extraños. Mientras que el PIB soviético aumentaba todos los años a doble dígito, incluyendo un increíble 23% entre 1948 y 1951, el PIB de Estados Unidos apenas aumentaba a un 4%. El problema es que este aumento de la economía soviética no se trasladaba del todo a la población, ya que la industria de bienes de uso y consumo estaba bastante descuidada. Eso sí, el país estaba más preparado que nunca para afrontar cualquier reto que se le pusiera por delante, como fue la carrera armamentística y la carrera espacial contra Estados Unidos o el estallido de conflictos internacionales como los de Corea, Cuba o Vietnam.
Stalin muere en 1953 y llega al poder Nikita Jrushchov, quien intenta mejorar la vida de la población dando más importancia a la industria de bienes de uso y consumo y estableciendo la jornada laboral en 7 horas diarias, 6 días a la semana. Con Jrushchov en el poder, se lleva a cabo un plan septenal desarrollado entre 1959 y 1965, centrado en la industria química, los ferrocarriles, la producción de cemento y la extracción de gas, petróleo y metales no ferrosos. El problema es que el crecimiento industrial se ralentizó hasta el 7%, aunque seguía por encima del de las potencias europeas. A su vez, la agricultura no era capaz de seguir el ritmo de la industria y hubo grandes problemas de productividad en el campo soviético, que era 8 veces menor que la productividad agrícola estadounidense.
La era Brézhnev y el octavo plan quinquenal
En vista de los resultados, Jrushchov fue apartado del poder siendo sustituido por Leonid Brézhnev, y se pone en marcha el que será llamado VIII plan quinquenal, desarrollado entre 1966 y 1970, que esta vez sí estaba centrado en el ciudadano soviético, estableciendo el ambicioso objetivo de hacer crecer entre 38% y un 41% la renta nacional. En este plan quinquenal se dio prioridad a la educación de la población y al aumento de productividad mediante el uso de computadoras en sectores estratégicos. También se dio más independencia a las empresas estatales para que estas mejorasen sus procesos internos y la planificación de su producción.
Las fuertes inversiones en la industria ligera estimularon la fabricación de bienes de consumo. Así, la producción de televisores y coches se duplicó, mientras que la de electrodomésticos se triplicó. Es al final del octavo plan quinquenal cuando la Unión Soviética alcanza su mayor esplendor económico. Aun así, la Unión Soviética nunca llegó a solventar del todo sus problemas con la agricultura y, aun en sus mejores momentos, las colas para comprar productos básicos y el desabastecimiento eran relativamente frecuentes.
No obstante, en apenas 40 años, la Unión Soviética había pasado de ser un país destrozado y desangrado por las guerras a ser la mayor potencia industrial del mundo, a ser el primer país en garantizar el acceso a educación, sanidad y a una casa equipada a todos sus ciudadanos. En 1970, el PIB soviético había conseguido situarse en torno al 60% del PIB estadounidense. También la esperanza de vida había pasado de los 30 años en 1925 a los 68 en 1970 y su índice de desarrollo humano se había multiplicado por más de tres veces.