Hoy en Memorias de Pez vamos a hablar de uno de los mayores imperios de la historia, que destacó por ser muy pero que muy adelantado a su época. una civilización increíble que aún hoy en día causa gran admiración por el progreso que llegó a conseguir. Hoy en Memorias de Pez, la Antigua Roma y el Imperio Romano.
Etapas de la Antigua Roma
La Monarquía Romana
Cuenta la leyenda que Rómulo y Remo eran dos gemelos que de bebés fueron amamantados por una loba, y que en el año 753 a.C. fundaron Roma. De hecho, si os fijáis en el escudo de la Roma, podéis ver la escena de ambos con la loba. No obstante, leyendas a parte, parece que Roma surge del asentamiento de varias tribus latinas, sabinas y etruscas en las 7 colinas donde fundaron la ciudad.
Lo que sí está claro es que desde que se fundó la ciudad en el 753 a.C. hasta el año 509 a.C., Roma fue una ciudad-estado gobernada por una monarquía. El primer rey de Roma fue el propio Rómulo y detrás de él hubo seis reyes más. Los primeros cuatro reyes fueron latinos y sabinos, y aunque asentaron las bases de la ciudad, la economía romana se basaba en algo tan básico como la agricultura y la ganadería. Si bien es verdad ya desde esta época Roma comenzó a conquistar territorios y a aumentar su poder.
Sin embargo, los últimos 3 reyes fueron etruscos, y con ellos Roma comenzaría a construir las bases de su futuro poder sobre un pilar fundamental: el comercio. Desde un principio, la sociedad romana se dividió en tres clases sociales bien diferenciadas. Por un lado estaban los patricios, gente con poder y dinero que gozaban de una situación privilegiada. Por otro lado estaban los plebeyos que eran campesinos, artesanos, ganaderos, comerciantes. Y por último los esclavos, gente que tenían un amo que podía hacer con ellos lo que buenamente quisiesen.
Bueno, al lio. El caso es que el último rey de Roma fue Tarquinio «El Soberbio», un rey despiadado que gobernó con puño de hierro. Imaginaros cómo era el tío, que lo echaron de allí a patadas y acabaron tan hartos que el Senado decidió abolir la monarquía, convirtiendo a Roma en una república. Y alguno se preguntará, ¿y quienes eran estos del senado? Pues el Senado era un consejo de ancianos cuya misión principal era representar al pueblo romano y elegir un rey. Sin embargo, acabó asumiendo diversas tareas como ratificar las leyes, aconsejar a los magistrados, dirigir la política exterior, las finanzas o la religión.
La República Romana
Vamos con la República. La República de Roma duró casi 500 años, concretamente del 509 a.C. al 27 a.C. Durante la época de la República, Roma continuó expandiéndose. Poco a poco, fueron sometiendo a todos los pueblos de la Península Itálica entre el siglo IV y el III a.C.
De hecho, en el siglo III a.C., la ambición romana sobrepasó las fronteras de la actual Italia rivalizando con las grandes potencias de la época. ¿Y quién dominaba el Mediterráneo en aquellos tiempos? Macedonia y sobre todo Cartago. Cartago era una ciudad-estado de origen fenicio que domina el norte de África. Roma y Cartago se enfrentaron en las llamadas Guerras Púnicas.
En la primera venció Roma, quedándose con el control de Sicilia. En la Segunda, Aníbal y sus elefantes utilizaron la Península Ibérica como base para atacar Roma cruzando los Alpes. Sin embargo, con el tiempo y gracias a una guerra de desgaste, Aníbal fue derrotado y obligado a volver a África. Los romanos contraatacaron a las tropas de Aníbal que fueron aniquiladas en la Batalla de Zama. En la Tercera Guerra Púnica, Cartago fue asediada y se rindió sin apenas resistencia.
Roma también puso sus ojos en Grecia. La ocupó derrotando a macedonios, ilirios, espartanos, a la Liga Etolia, Liga Aquea e incluso al Imperio Seléucida. Con esto, Roma se adueñó de Grecia y rescató gran parte del arte clásico para incorporarlo al arte romano.
La República de Roma no se iba a quedar ahí. Roma se lanzó a la conquista de Hispania y de la Galia. Las guerras por la conquista de Hispania duraron dos siglos y tuvo como momentos claves: la Guerra Lusitana contra las tropas de Viriato, el sitio de Numancia y las guerras cántabras con las que se puso punto y final a la conquista de Hispania.
Antes de hablar de la conquista definitiva de Hispania, nos tenemos que detener en un personaje muy pero que muy famoso. Un clásico para todos los aficionados de Astérix y Obélix. Hablamos de Julio César. Un Julio César que lideró la conquista romana de la Galia en la que destacó el sitio de Alesia. Julio César envalentonado se rebeló e inició una Guerra Civil contra Pompeyo y el Senado ganándola y erigiéndose como Dictator Perpetus en una especie de vuelta a la monarquía. Durante esta guerra civil llevó a cabo unas campañas en Egipto donde conoció a Cleopatra, con la que tuvo un romance y de cuya unión nació Ptolomeo XV. El último faraón de Egipto, un hijo al que Julio César nunca reconoció.
Sin embargo, Julio César fue asesinado en el propio Senado en los Idus de marzo por un sector conservador de este entre los que se encontraba Brutus, su propio hijo. Julio César tenía además, un hijo adoptivo: Octavio. A la muerte de Julio César, Octavio lideró a los cesaristas y derrotó en el campo de batalla a los asesinos de Julio César e incluso a Marco Antonio, un cesarista que también representaba un peligro para Octavio ya que gozaba de gran fama y poder.
El Imperio Romano
El caso es que Octavio fue un paso más allá que Julio César proclamándose emperador y convirtiéndose en Octavio César Augusto. De esta forma la República Romana, pasó a ser el Imperio Romano en el año 27 a.C. Augusto, inauguró la dinastía Julio-Claudia que representa un periodo de gran esplendor para el Imperio. De hecho, el propio Octavio dejó como legado el fin de la conquista de Hispania. Con él llegó también la paz romana. Un periodo en el que las Guerras Civiles quedaron atrás y el Imperio Romano tuvo un gran desarrollo económico.
Entre los emperadores de la dinastía Julio-Claudia destacan dos. El primero es Calígula, al que las fuentes le señalan como un auténtico tirano, demente, perverso y extravagante. El segundo es el último de la dinastía. Hablamos de Nerón un personaje controvertido, conocido por sus ejecuciones sistemáticas, incluida la de su madre, por ser un gran amante de la cultura y por ser implacable con unos que de aquellas eran algo parecido a una secta: los cristianos.
Entre los años 43 y 84, el Imperio Romano llevó a cabo la conquista de Britania donde más adelante las tropas romanas construyeron el famoso Muro de Adriano. En el año 68 tuvo lugar un golpe de Estado en el que parece que Nerón fue forzado a suicidarse. Y tras esto hubo una pequeña guerra civil que dio paso a la dinastía Flavia, que duro 27 años pero que fue la que construyó el famoso Coliseo de Roma.
El Auge del Imperio Romano
De la Falvia pasamos a la dinastía Antonina, la cual posiblemente represente la época de mayor esplendor de Roma porque llegó a su máxima expansión. Los llamados «cinco buenos emperadores«: Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio. De hecho fue en tiempo de Trajano cuando el Imperio Romano alcanzó su máxima extensión. Con los cinco buenos emperadores llegó esa Roma que todos tenemos en la cabeza, próspera, floreciente y moderna. Una civilización avanzada como ninguna otra se había visto hasta la fecha. Un imperio en el que la arquitectura, el arte, la cultura y por supuesto, las artes militares, alcanzaron cotas nunca vistas antes.
Sin embargo toda etapa de prosperidad es seguida de una decadencia, y en el caso de Roma esta llegó tras la muerte de Marco Aurelio y la llegada al poder de su hijo Cómodo, al que la mayoría le conoceréis por ser el malo de Gladiator. Con Cómodo se acabó lo bueno: la corrupción, las traiciones internas y las guerra civiles vuelven.
La crisis del Imperio Romano
Tras el asesinato de Cómodo el emperador Septimio Severo dará comienzo a la anarquía militar. Un periodo que va del 235 al 268 y en el que es el ejército el que nombra a los emperadores. Durante este periodo gobernaron al menos 26 emperadores de los cuales solo uno sufrió una muerte natural. El resto cayeron en combate o fueron asesinados, así que imaginaros el percal.
La inflación se disparó en el imperio, subiendo los precios un 1000% y se produjo un auténtico declive de la agricultura, la industria, el comercio, el medio urbano y el sistema esclavista. Además las fronteras comenzaron a ser permeables, sobre todo a las invasiones de las distintas tribus germánicas. Unas invasiones que las legiones romanas no estaban en condiciones de afrontar. La anarquía militar marca el comienzo de la decadencia del imperio.
El emperador Diocleciano intentó reorganizar el imperio mitigando un poco la crisis. Trató de dividir el imperio en cuatro partes, nombrando un gobernante en cada una de estas partes. Sin embargo, el experimento no le salió muy allá. Durante un tiempo funcionó, concretamente en el tiempo que Diocleciano estuvo en el poder. Pero en cuanto este se piró, la inestabilidad volvió al imperio.
Imperio Romano de Oriente e Imperio Romano de Occidente
Su sucesor Constantino I «El Grande» destacó por legalizar el cristianismo con el llamado Edicto de Milán. También fundó sobre la antigua ciudad de Bizancio, Constantinopla, la actual Estambul donde estableció la nueva capital del Imperio. Poco después, en el 395, el emperador Teodosio I «El Grande» dividió el Imperio entre sus dos hijos, Arcadio y Honorio, dando como resultado la división en el Imperio romano de Oriente que se conocerá como imperio Bizantino, cuya capital era Constantinopla, y el Imperio romano de Occidente, con capital en Rávena. Con Teodosio, el Imperio Romano adoptó el cristianismo como religión exclusiva.
La caída del Imperio Romano
Pero para entonces el Imperio Romano de Occidente no era ni la sombra de lo que en su día había sido, y los pueblos germánicos, especialmente los godos y los francos, campaban a sus anchas por Europa. Finalmente, sobrepasado por todos lados, e incapaz de controlar sus fronteras, el Imperio Romano de Occidente colapsó en el año 476. La Edad Antigua había terminado y la Edad Media se abría paso. Una Edad Media que duró mil años, exactamente lo que duraría el Imperio Romano de Oriente, que mejor gestionado y sobre todo, mucho más cohesionado, sobrevivió hasta el siglo XV.
A pesar de la larga etapa de decadencia, el Imperio Romano será recordado como un Imperio adelantado a su tiempo. Un Imperio permeable a las culturas que se iba encontrando en sus conquistas, pero que consiguió implantar su cultura, lengua y leyes en la mayor parte de territorios que dominó. Por ello, lenguas como el italiano, español, portugués, francés o rumano, proceden directamente del latín, la lengua del Imperio Romano.
Del mismo modo, los estados de derecho modernos, tienen una gran influencia del derecho romano. También construcciones como, calzadas, faros, anfiteatros, acueductos, puentes, termas y demás construcciones con sentido público, aún se conservan en muchas de las zonas en las que el Imperio Romano estuvo presente. Lo que también es cierto es que Roma sacó lo mejor y lo peor del ser humano.