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Memorias de Pez » La CRISIS de RUSIA 

La CRISIS de RUSIA 

Por Paula Pérez Calvo
21 de octubre de 2025 a las 20:01
en Geopolítica
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La CRISIS de RUSIA 

La guerra en Ucrania ha cambiado por completo la economía de Rusia. Hasta 2022, el país presumía de ser una gran potencia energética. Vendía petróleo y gas a medio mundo y acumulaba un enorme colchón de reservas. Pero con la invasión llegaron las sanciones y Moscú se vio obligada a virar hacia una economía de guerra. Eso significa que gran parte del dinero y los recursos del país se destinan ahora a gasto militar, mientras el Estado mete cada vez más la mano en las empresas y en la industria. Pero todo esto ya lo sabéis. Así que lo que vamos a explicar aquí es cómo esa transformación está desgastando la economía rusa, qué problemas se van acumulando bajo la superficie y de qué manera Ucrania puede aprovechar esas grietas para presionar a su enemigo y, ¿por qué no?, incluso ganar la guerra.

Porque, ¿qué problemas tiene la economía rusa? ¿Tiene alguna solución? ¿Puede Ucrania hacer colapsar a Rusia? Pues ponte cómodo, que ahora mismo te lo cuento.

El espejismo de fortaleza: la economía rusa tras la invasión

Al principio, Rusia parecía un castillo difícil de derribar. En 2022, cuando arrancó la invasión, su economía apenas se contrajo un 1,4%. La razón: la propia guerra había provocado que los precios del petróleo y el gas estuviesen por las nubes. Además, Moscú había hecho los deberes antes de la guerra. El país tenía poca deuda pública y un fondo de reservas gigante que actuó como escudo frente a las sanciones.

De hecho, en 2023 y 2024 incluso llegó un aparente boom. El PIB ruso subió en ambos años por encima del 4% anual. Pero esto no tiene mucho sentido, ¿no? Si se estaba gastando una auténtica millonada en la guerra. Pues sí, pero es que ese crecimiento era un crecimiento engañoso. No venía de nuevas fábricas, de más innovación o de haber aumentado la productividad, sino de una economía que se había movilizado completamente para la guerra. Pensadlo bien: más gasto militar significa más producción de armas. Una industria bien alimentada por la construcción de aviones, tanques, cañones y demás parafernalia.

Y más guerra significa también más pagos extra para los soldados y sus familias. Vamos, una burbuja alimentada por la pólvora. De los problemas que tiene de fondo la economía rusa ya os habíamos avisado en el canal en años anteriores, pero es que en 2025 el espejismo se ha empezado a disipar. Y El Kremlin está convirtiendo la economía rusa en una economía de guerra.

Economía de guerra

Una invasión como la de Rusia a Ucrania es carísima, porque no solo implica el coste directo de mantener un ejército en marcha con sus armas, su munición, su combustible, sus salarios de soldados y sus compensaciones a familiares, sino que también implica un desgaste económico brutal a largo plazo. Lo que se gasta en defensa tiene un coste de oportunidad. Es decir, lo que se gasta en defensa no se gasta en otras cosas que el país necesita, como infraestructuras, sectores estratégicos o educación.

Y es que Rusia tiene que destinar el 40% de todo su presupuesto federal a defensa y seguridad. Hablamos de más de 170.000 millones de dólares o, lo que es lo mismo, cerca de un 8% de su PIB. De hecho, para financiar la guerra, el gobierno ha tenido que hacer grandes recortes en servicios públicos e incluso subir los impuestos, como aumentar el IVA del 20 al 22%. También ha aumentado los impuestos a las empresas o a las grandes fortunas. A pesar de esto, Rusia gasta más de lo que ingresa, por lo que el país también se está endeudando.

Solo en 2024, Rusia aumentó su deuda un 4% de su PIB. Además, hay que tener en cuenta que los ingresos petroleros ya no son lo que eran. El 30% de los ingresos federales proceden del gas y del petróleo. Sin embargo, el precio medio de exportación del barril ruso ha caído a un arco de entre 51 y 59 por barril. Vamos, que muchas explotaciones petrolíferas apenas son rentables y muchas amenazan con volverse deficitarias si el barril bajase por debajo de los 50 dólares.

Todo esto ha provocado que el Fondo Nacional de Riqueza se haya reducido a un 71%. Y si Rusia se queda sin reservas, va a tener problemas, ya que pedir dinero prestado en los mercados internacionales que tiene abiertos le va a salir muy, muy caro. Además, Rusia está metiendo la zarpa del Estado cada vez más en su economía para ponerla al servicio de la guerra. No han expropiado todas las empresas, pero se han tomado medidas que, en la práctica, las obligan a trabajar como si fueran una extensión del Kremlin.

Por ejemplo, grandes compañías privadas deben cumplir cuotas de producción militar. Sectores estratégicos como la energía o la metalurgia están vigilados y coordinados desde arriba. Y a las multinacionales que se marcharon, sus fábricas y activos fueron transferidos a empresarios afines al poder. Es decir, no es una nacionalización clásica estilo soviética, pero sí una militarización de la economía. Las empresas siguen siendo privadas en el papel, pero cada vez tienen menos libertad para decidir qué producen y cómo.

Aunque, bueno, realmente sí que hay más de 180 grandes compañías que han pasado a estar directamente bajo control estatal, muchas de ellas de sectores clave como la metalurgia, la química o la energía. Y si la historia nos ha enseñado algo, es que cuando un Estado mete más de la cuenta las garras en la economía, no suele salir la cosa bien.

El agotamiento del modelo: déficit y desequilibrios

En resumen, cada día de guerra es como tener un grifo abierto que vacía recursos de las arcas rusas y, cuanto más se alarga, más difícil es sostenerlo sin que el gasto de la economía se resienta. De hecho, datos oficiales muestran que 67 de las 89 regiones rusas tenían déficits severos a finales de 2024. Pero, ¿por qué digo que este 2025 el castillo de naipes ruso está empezando a resentirse? Lo primero y más importante: la inflación está muy alta, en torno al 10%. Y esto es un gran problema, porque una inflación alta es lo que puede hacer que comience la cascada de malas noticias para Rusia. ¿Y por qué la inflación es alta? Como hemos visto antes, el Kremlin gasta muchísimo más de lo que ingresa y, para cubrir ese agujero, el Estado emite deuda que compran sobre todo los bancos rusos controlados por el gobierno.

¿Y de dónde sacan esos bancos el dinero? Del propio Banco Central, que actúa como prestamista casi infinito. Vamos, que el Banco Central ruso está creando rublos nuevos para financiar el gasto militar, y ya sabemos que cuando se da a la máquina de imprimir, la inflación es casi automática. Pero es que aún hay más, porque aún no se ha hablado de las sanciones. Muchas empresas extranjeras se fueron tras las sanciones y, aunque Rusia ha encontrado sustitutos en Turquía, China o los países del Cáucaso, no llegan a cubrir todo lo que mandaba Occidente. Eso genera escasez en recambios para fábricas, bienes de consumo y tecnología, lo que dispara los precios.

Un móvil, un coche, un electrodoméstico o la pieza de una máquina que se ha estropeado en una fábrica de bombillas cuesta hoy bastante más que antes de 2022. Además, desde el inicio de la guerra, cientos de miles de rusos jóvenes y cualificados han emigrado, y muchos están en el frente. El resultado es que hay menos mano de obra, por lo que las empresas pagan más para retener empleados y esos mayores costes se trasladan a los precios. De hecho, se calcula que faltan entre 1,6 y 2 millones de trabajadores, incluidos 600.000 ingenieros.

La guerra dentro de Rusia: ataques y presión sobre la energía

Y por último, tenemos el tema de Ucrania. Los ataques ucranianos contra refinerías, oleoductos y depósitos de combustible en Rusia han reducido la capacidad de producción y transporte. Eso encarece la gasolina dentro del propio país, y la gasolina cara arrastra el precio de todo lo demás: los alimentos, el transporte y la cadena logística de cualquier producto. Vamos, que mientras siga la guerra, el tema de la inflación va a ser difícil que mejore por sí solo. De hecho, es muy probable que vaya a peor, ya que los ataques de Ucrania cada vez son más importantes en número, tienen una mayor precisión y un mayor rango.

Estados Unidos podría mandar además misiles Tomahawk a Ucrania, y los drones y misiles ucranianos de fabricación nacional cada vez son mejores y más numerosos. Especialmente importante está siendo la campaña contra las refinerías rusas que está llevando Ucrania a cabo. Al obligar a Rusia a exportar crudo sin refinar, Ucrania hace que otros países, sobre todo China, se queden con el margen de refinado, lo que también recorta los ingresos del Kremlin. Vale, ya hemos visto que Rusia gasta más de lo que ingresa, que sus reservas estratégicas se agotan, que cada vez tiene que endeudarse más y acabamos de ver por qué la inflación es tan alta en Rusia.

Y es precisamente lo que hace el Banco Central ruso: luchar contra la inflación subiendo los tipos de interés hasta un dramático 21%. Ojo, 21%. Esto es una locura. En Estados Unidos todo el mundo pronosticaba una recesión porque la Reserva Federal los subió al 5%, y aquí están cuatro veces más altos. Resultado: los créditos se han encarecido y tanto empresas como familias apenas piden préstamos para comprar casas, para invertir en nuevas fábricas o en nueva maquinaria.

Y es que en este año con mala rima el crecimiento se frenó en seco. En el segundo trimestre, el crecimiento del PIB apenas llegaba ya al 1,1%, y el propio gobierno tuvo que admitir que la previsión anual caería por debajo del 1%. Algunos informes van más allá y hablan de crecimientos casi nulos o incluso de una contracción si las condiciones empeoran. Por tanto, si la guerra continúa, el panorama económico de Rusia se convierte en un terreno pantanoso del que resulta difícil salir.

El futuro incierto: agotamiento, dependencia y riesgo social

El problema es que Moscú no puede sostener indefinidamente su gasto bélico con los recursos que tiene. El Fondo Nacional de Riqueza, esa hucha que acumulaba los superávits energéticos de años anteriores, se agotará pronto, lo que obligará al Kremlin a subir más los impuestos y a recortar más servicios. Y estas son medidas que tarde o temprano generarán malestar social. De hecho, el discurso oficial de “Todo va bien” empieza a sonar un poco hueco cuando los ciudadanos se topan con hospitales cada vez con menos fondos, escuelas deterioradas y un coste de vida cada vez más alto.

A la vez, Rusia se convierte cada vez más en un proveedor cautivo de sus socios asiáticos. Con Europa cerrada por sanciones, la mayoría de la energía rusa fluye hacia China, India y Turquía. Esa dependencia, lejos de fortalecer su posición, la debilita. Moscú se convierte en un vendedor con poca capacidad de negociación, obligado a ofrecer descuentos para que sus clientes sigan comprando. En términos geopolíticos, es pasar de ser una potencia energética a convertirse en un Estado dependiente.

Y cuando la guerra acabe y el gasto militar se reduzca, ahí Rusia se encontrará con un panorama complicado que puede sonar paradójico. El propio motor que ha mantenido artificialmente viva su economía dejará de funcionar. Si de repente se corta ese flujo, aparecerán tres problemas inmediatos. El primero será un vacío productivo: cientos de fábricas que hoy fabrican proyectiles o vehículos blindados tendrán que reconvertirse en algo distinto, y no está claro en qué ni con qué tecnología.

El segundo problema será el desempleo. Miles de personas contratadas para el esfuerzo bélico pueden quedarse sin trabajo justo cuando el Estado tenga menos recursos para pagar subsidios. Y el tercero, quizá más grave, será el déficit fiscal. Los presupuestos actuales están inflados por el gasto militar, y sostener esa escala de gasto en tiempos de paz es imposible. Al recortarlo, el PIB caerá y la recaudación también, dejando un agujero difícil de tapar.

A eso se suman los daños acumulados. La economía civil ha sido abandonada durante años, sin inversión extranjera, con una fuga masiva de talento y con un tejido empresarial cada vez más dependiente del Estado. Reconstruir esa parte requeriría apertura, innovación y capital exterior, pero el Kremlin ha quemado muchos puentes con sanciones, aislamiento y políticas autoritarias que espantan a cualquier inversor serio. Vamos, que la situación para Rusia está complicada y más tarde o más temprano pagará la factura de lo que ha hecho.

Y claro, en Ucrania no son tontos y saben perfectamente que su gran baza es atacar a las finanzas rusas. Mientras la situación de Ucrania es peor, Kiev tiene el apoyo financiero de la Unión Europea y de Estados Unidos, algo que le permite mantener su esfuerzo bélico contra Rusia. Y está por ver hasta qué punto China es capaz de ayudar a su aliado ruso.

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