Hoy hablamos de una de las organizaciones más complejas que ha creado el ser humano. La historia de cómo una serie de países han hecho historia creando unas instituciones comunes con el fin de cooperar y sumar fuerzas y así poder mirar de tú a tú a las principales superpotencias mundiales. Hoy hablamos de la historia de la Unión Europea.
Para comenzar esta historia nos tenemos que ir a la Europa occidental justo después de que finalizara la Segunda Guerra Mundial. El panorama en Europa era desolador. En el sur, España y Portugal vivían sendas dictaduras y especialmente España lo estaba pasando muy, pero que muy mal, casi completamente aislada del resto del mundo y desangrándose en una posguerra que incluso había traído hambre al país. No obstante, más al norte la situación no era ni mucho menos mejor.
Reconstrucción postguerra
Fue entonces cuando las principales potencias europeas, con la supervisión de Estados Unidos, decidieron que había que hacer algo para acabar de una vez por todas con los incontables siglos de constantes guerra entre europeos ¿Y cuál era la mejor forma de evitar futuras guerras? Realmente hay dos opciones, la primera es armarse hasta los dientes con un gran arsenal que asegure la destrucción mutua de los países en liza y cree la disuasión necesaria para que ninguna potencia nuclear tenga incentivos a comenzar una guerra.
Sin embargo, esta idea a Estados Unidos no le hacía mucha gracia, ya que, que empiecen a proliferar las armas nucleares, no solo aumenta las posibilidades de que algún estado pueda recurrir a ellas, sino que además disminuye el poder relativo y la capacidad de influencia de aquellos que las tienen. Además, en Europa hay muchas naciones pequeñas que no se podían permitir los carísimos programas nucleares que por aquel entonces hacían falta para desarrollar armamento nuclear. Por tanto, la siguiente opción era crear interdependencias entre países superfuertes, tanto que los países tuviesen que pagar un coste demasiado alto en caso de iniciar un conflicto militar, ¿y eso cómo se consigue? Mediante el comercio internacional.
Esto es muy sencillo de entender, el comercio siempre es beneficioso para la economía de quien comercia ¿Por qué? Bueno, lo que hacen los países una vez han desarrollado redes comerciales con otros países es centrarse en aquello que mejor saben hacer para venderlo en el exterior, mientras que aquello en lo que no tienen tanto expertise, se lo compran a otro país. De esta manera, cada país se especializa en lo mejor hace y, por tanto, es capaz de mejorar cada vez más sus productos, bien en términos de calidad o aprovechando las economías de escala para abaratar costes. Y esto es justo lo que Europa hizo.
En 1948 Estados Unidos salió al rescate de Europa con el Plan Marshall, que inundó Europa de dólares con 20.000 millones de dólares de la época. El Plan Marshall tenía como objetivo reconstruir la Europa devastada por la guerra, modernizar la industria que quedaba y hacer del continente, de nuevo, una región próspera. El objetivo norteamericano no era del todo altruista. Por un lado, Estados Unidos necesitaba a Europa como cliente para exportar todos los bienes y servicios que la industria norteamericana estaba pariendo sin cesar. Por el otro, Estados Unidos no podía permitirse una Europa pobre a las puertas de la Unión Soviética, ya que la Guerra Fría acababa de dar comienzo, y desde Washington temían que toda la Europa occidental pudiera caer en manos del comunismo.
Integración y ampliación
Con los países europeos en plena reconstrucción, los franceses insistieron para que se firmara el Tratado de París, el cual estableció la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, más conocida en España como la CECA. El tratado establecía un mercado común libre de aranceles para el carbón y el acero, sin que ningún gobierno pudiese subvencionar su industria o adoptar cualquier medida que fuese contra la libre competencia en el sector. Los firmantes del tratado fueron Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo. El experimento gustó en Europa y podemos decir que la CECA fue la semilla de la futura Unión Europea.
Las opciones eran iniciar una integración en términos de defensa, una integración política o una económica. Para no agitar los sentimientos nacionalistas antes de tiempo, se decidió que lo más lógico era comenzar por la integración económica. Por ello, siete años después de la firma del Tratado de París, en marzo de 1957, se firmaron los Tratados de Roma que establecieron la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom).
Consolidación, adaptación y retos futuros
En 1992, Europa da un paso adelante y se firma el Tratado de Maastricht que acabará con la CEE para crear la Unión Europea. Pero, ¿qué fue lo que cambió? Hasta 1991, la Comunidad Económica Europea descansaba sobre un pilar formado por el Tratado de la Comunidad Europea, la CECA y la Euratom. Pues bien, con la firma del Tratado de Maastricht se añadieron otros dos pilares. Uno es la política exterior y de seguridad común (PESC) y el otro la Cooperación policial y judicial en materia penal (CPJ).
Por todo esto Europa ya está trabajando en este escenario y la organización ha anunciado la creación de una fuerza conjunta de acción rápida de unos 5.000 efectivos que pueden ser el preludio de un verdadero ejército europeo que tarde o temprano tendrá que surgir si la UE de verdad aspira a ser una organización cohesionada. El problema es que para aumentar esta productividad y poder tener mayor voz y capacidad de influencia en la esfera internacional, la Unión Europea necesita seguir avanzando en su integración como unidad nacional.