Hoy nos vamos a centrar en hablaros de las fronteras más locas, absurdas e interesantes del mundo.
Para empezar, os enseñamos algo muy curioso sobre fronteras. Seguro que si visteis nuestro vídeo sobre el origen del Vaticano, habéis visto esta silueta. Es la silueta del propio Vaticano, un país dentro de otro país, sin salida al mar. Pero no está solo: Italia parece tener afición por esto de los países incrustados, porque también alberga a San Marino, con unos 30.000 habitantes.
Estos territorios se llaman «enclaves» o «países enclavados». Y solo hay tres países en todo el mundo que están completamente enclavados dentro de otro país:
- El Vaticano
- San Marino
- Lesoto, un reino de dos millones de personas completamente rodeado por Sudáfrica.
De los tres, Lesoto es el enclave más grande, con más de 30.000 km².
Otros países como Gambia, Mónaco o Portugal solo tienen frontera con un país, pero sí tienen salida al mar, así que no cuentan como enclaves.

¿Por qué os contamos esto?
Primero, porque es interesante.
Segundo, porque las fronteras del mundo son un lío monumental.
Sería mucho más fácil si el mapamundi fuera un puzle limpio, con una pieza por país. Pero no. Hay países con territorios dentro de otros países, territorios dentro de territorios… incluso existe un lugar donde hay un país, dentro de otro país, que está dentro de otro país.

Uno de los ejemplos más conocidos es la frontera entre Baarle-Nassau (en Países Bajos) y Baarle-Hertog (en Bélgica). Es una auténtica locura. Bélgica tiene 22 enclaves en territorio neerlandés, y a su vez, Países Bajos tiene varios dentro de esos. Incluso hay un enclave dentro de otro enclave. Esto se llama un enclave de segundo nivel. Todo se remonta a una disputa feudal entre el Duque de Brabante y el Señor de Breda, pero hoy en día, como ambos países están en el espacio Schengen, la cosa se lleva bien. De hecho, es una atracción turística. Las fronteras están marcadas en el suelo con clavijas de hierro, y hasta los números de las casas tienen estilos distintos según el país al que pertenezcan.

Otro ejemplo de enclave de segundo nivel es el de Nahwa, en Emiratos Árabes Unidos, que está dentro de Madha, un enclave de Omán. Un rompecabezas geográfico que parece sacado de una novela de Borges.

Y sí, en España también tenemos nuestro propio enclave: Llivia, un pueblo catalán completamente rodeado por Francia. Tiene más de 1.000 habitantes y una buena extensión de tierra. Es el resultado de viejos tratados medievales. Un caso parecido, en miniatura, al de Baarle.

Pero si hablamos de fronteras realmente complejas, nos tenemos que ir a la antigua línea entre Bangladesh y la India. Hasta hace poco, era un absoluto caos: docenas de enclaves de un país dentro del otro, y viceversa. Incluso había un enclave de tercer nivel: Dahala Khagrabari, una porción de la India, dentro de un enclave de Bangladesh, dentro de otro enclave de la India… dentro de Bangladesh. Una locura total. Por suerte, ambos países firmaron acuerdos y simplificaron la frontera, porque la situación no solo era compleja, sino que afectaba a miles de personas que no tenían acceso a servicios básicos. Como en tantos otros casos, esto tiene raíces coloniales, en este caso, la descolonización británica.


Ya que hablamos de zonas problemáticas, no podemos olvidar Nagorno-Karabakh, una región de mayoría armenia dentro del territorio de Azerbaiyán. Hasta hace muy poco, se autogobernaba como la república de Artsaj, con el apoyo de Armenia, pero hoy está bajo control azerí.

Cerca de ahí está Najicheván, un territorio separado del resto de Azerbaiyán, limitado solo por Armenia, Turquía e Irán. No es un enclave, porque no está rodeado por un solo país, sino un exclave.

Y hablando de exclaves, el más famoso de todos probablemente sea Kaliningrado, una región rusa entre Polonia y Lituania, países miembros de la OTAN. Tiene una gran importancia estratégica para Rusia, alberga la flota del Báltico y, a diferencia de otros puertos rusos, sus aguas no se congelan en invierno. Con el conflicto en Ucrania, la tensión en esta zona ha subido bastante y se ha reforzado la presencia militar en ambos lados.

Pero también existen territorios que son, en cierto modo, lo opuesto a los enclaves: tierras de nadie. Un buen ejemplo está entre Croacia y Serbia, en una zona disputada por cambios en el curso del río Danubio. Ahí se fundó una micronación llamada Liberland, proclamada en 2015 por un activista checo. La idea era crear un país libertario, sin impuestos, financiado por criptomonedas. No ha sido reconocido por ningún país, y Croacia impide activamente el acceso al territorio. Pero ahí está, en los mapas de la internet más friki.

Y para terminar, un caso muy peculiar en África. Entre Sudán y Egipto hay una zona en disputa llamada el Triángulo de Hala’ib. Pero lo curioso no es esa zona, sino otra al oeste: Bir Tawil. Esta pequeña franja de tierra no es reclamada por ninguno de los dos países. Según la frontera que defiende Sudán, Bir Tawil pertenece a Egipto. Según la de Egipto, pertenece a Sudán. Total, que ninguno lo quiere. ¿Será el trozo de tierra menos deseado del planeta?

África está repleta de fronteras extrañas, muchas heredadas del trazado colonial europeo. Pero eso ya es tema para otro vídeo, donde hablaremos del curioso caso de Gambia, un país que sigue el curso de un río, o de los brazos territoriales que se estiran como tentáculos en países como Namibia o la República Democrática del Congo.