Hoy os traemos una de las mejores leyendas contadas por el ser humano. Un relato de guerra, amor, héroes con poderes sobrenaturales y cómo no, también algo de historia. Hoy en Memorias de Pez os vamos a hablar de la guerra de Troya. ¿Ahora bien, es todo una leyenda? ¿En qué se basó Homero para escribir algo tan épico y que ha trascendido hasta nuestros días? ¿Hay algo de real en este mito fundacional? Vamos con ello.
Para empezar, vamos a recordar lo que Homero cuenta en la famosa Ilíada, de la cual la ciudad de Troya es su escenario principal. En este poema épico se cuenta la última fase de una guerra de diez años en la que una coalición de ejércitos griegos comandados por el rey Agamenón de Micenas atacaron y sitiaron la antigua ciudad de Ilión, más conocida como Troya.
Los bandos en la guerra de Troya
En el bando de los griegos, o más bien los Aqueos, aparte del rey Agamenón también estaba su hermano, el rey Menelao, que era rey de Esparta. Además, Menelao estaba casado con Helena de Esparta, de la cual se decía que era hija del mismísimo dios Zeus. También estaba el legendario Aquiles, el héroe más famoso de la antigüedad, que era hijo de la diosa Tetis y esto será muy importante, ya veréis por qué. Junto con Aquiles también luchaba su amigo Patroclo, además de distintos héroes clásicos como Ulises o Áyax.
Por otra parte, en el bando de los troyanos encontramos al mismo rey Príamo de Troya y sus dos hijos: el mayor, Héctor de Troya y el príncipe Paris. Además, Troya también tuvo otros aliados como el héroe Eneas o el ejército Lycio de Sarpedón.
¿Ahora bien, cuál fue la razón de esta guerra? Pues no fue otra que el rapto de Helena por parte del príncipe Paris. Todo un culebrón. Este rapto constituye el “casus belli” por el que los aqueos declaran la guerra a los troyanos y, además, enmarca todo lo ocurrido en la Ilíada.
Al principio, las partes tratan de resolver el conflicto con un duelo entre los dos hombres que se disputan a Helena. Sin embargo, cuando Menelao gana el duelo y está a punto de matar a Paris, interviene la diosa Afrodita, quien envuelve al último en una espesa niebla y lo transporta directamente a la habitación de Helena en la fortaleza troyana.
La cólera de Aquiles
Eso sí, nos hemos adelantado ya que la obra empieza, con el legendario héroe Aquiles, que está absolutamente encolerizado debido al rapto de su esclava Briseida por parte de Agamenón. Este suceso conlleva una ventaja para el bando troyano, ya que Aquiles decide retirar su apoyo y a sus ejércitos. Además, por si no fuera poco, Patroclo decide ponerse la armadura de Aquiles y luchar contra los troyanos con tal mala suerte que le toca enfrentar a Héctor de Troya. Este último mata a Patroclo y evidentemente a Aquiles no le sienta muy bien.
Es en este momento cuando Aquiles decide unirse al bando griego para vengarse y dar caza a Héctor. Para regresar a la guerra, Aquiles necesita nuevas armas que se las proporciona el feo y tullido dios herrero, Hefesto. A pedido de la madre de Aquiles, el dios construye un gigantesco escudo cubierto de maravillosos relieves. Luego fabrica la armadura y las armas. Además, en un intento por reconciliarse con su mejor guerrero, Agamenón lo cubre de obsequios y le devuelve a su amada esclava Briseida. Con esto llegamos a la fase final: El duelo entre Héctor y Aquiles.
El duelo final
Con la ayuda de los dioses, cada uno de los héroes clásicos se enfrenta al otro en una batalla en la que finalmente Héctor cae atravesado por la lanza de Aquiles. Antes de morir, Héctor le pide a Aquiles que le lleve su cuerpo a su familia. No obstante, Aquiles que estaba muy enfadado por la muerte de Patroclo decide atar al cadáver de Héctor a un carro de batalla y lo hace marchar alrededor del sepulcro de Patroclo. Esta ofensa enfurece a los dioses, los cuales toman partido y hacen que el rey de Troya Príamo pueda entrar seguro a la tienda en el campamento del héroe. Es en este momento cuando Aquiles siente compasión y perdona a los troyanos, entregando el cadáver de Héctor. Así, finalmente Héctor es honrado durante días por los troyanos, al igual que los griegos hacen lo mismo con Patroclo.
Este es el fin de la Ilíada, pero os preguntaréis ¿Y el resto? ¿Y lo del Caballo de Troya? ¿No muere Aquiles?
Pues en ningún momento de la Ilíada se narra la muerte de Aquiles. Lo que sí se dice es que Héctor profetizó su muerte a manos de Paris y del dios Apolo. Ahora bien, en muchos otros relatos del ciclo troyano de menor importancia sí que se confirma como Apolo guía la flecha de Paris y esta impacta en el Talón de Aquiles, matándolo de esta forma. Cuenta la leyenda que el agua del río Estigia volvía invulnerable cualquier parte del cuerpo que se sumergiese en él. Pues, resulta que la madre de Aquiles, la diosa Tetis, al bañar a su hijo en este río, le cogió por el talón, o una hoja se quedó pegada a este, o bueno… algo así. De esta manera, quedó una pequeña superficie donde se concentraba toda la “vulnerabilidad”. Tanto de la muerte de Aquiles como de su inmortalidad hay un montón de versiones distintas.
La verdad detrás del mito
En cuanto a lo del caballo de Troya, la primera fuente escrita en la que se habla sobre esto es la otra gran obra homérica: La Odisea. En la Odisea se cuenta como uno de los héroes griegos, Odiseo o en latín Ulises, vuelve desde Troya a su casa en Ítaca. Es precisamente Odiseo uno de los que se introduce dentro de una estructura de madera con forma de caballo que había de ser un obsequio para los incautos troyanos. Por la noche, y ya dentro de las murallas de Troya, los aqueos salieron del caballo y mataron a los centinelas para abrir las murallas de la ciudad. Este suceso mitológico provocó la caída definitiva de Troya.
Y hasta aquí lo de la guerra de Troya. Ahora bien. ¿Cuánto de todo lo que hemos contado es cierto?
En tiempos de Homero comenzó la recuperación de Grecia tras una época oscura de la que no tenemos datos. Si tenéis interés podéis pasaros por el artículo de la antigua Grecia. Cuando Homero ubica sus mitos heroicos y divinos en un tiempo anterior al año 1200 a.C., lo hace para recordar a la nueva aristocracia los valores presentados por el propio pasado lleno de gloria. Vamos, que Homero era un poeta épico y no un historiador y evidentemente, exageró cualquier conflicto que hubiera. Siendo realistas… En realidad tampoco está muy claro que Homero existiese cómo tal, y no fuese un conjunto de autores. Pero no vamos a entrar en eso.
Aunque es posible que la guerra existiese, la mayoría de historiadores consideran que el núcleo histórico de la leyenda es muy pequeño. Algunos estudiosos afirman que cabe la posibilidad de que los sucesos relatados no se debieran a un solo conflicto, sino que se compilaron y mitificaron varios hechos. Eso sí, la ciudad de Troya, ¿existió realmente?
Seguramente esta pregunta es la que llevaría al alemán Heinrich Schliemann, respetado hombre de negocios y arqueólogo, a desplazarse hasta Turquía y comenzar una ambiciosa excavación con la única finalidad de encontrar las famosas ruinas de la ciudad de Troya. Lo que encontró Schliemann en la colina de Hissarlik le llevaría a entrar en las páginas de la historia. Y es que no era una única ciudad, sino en total nueve ciudades superpuestas que acabaron ampliándose hasta diez. Estas ciudades se extienden desde el neolítico hasta el imperio bizantino, pasando por las distintas épocas de la antigua Grecia.
En general, la sexta ciudad, Troya VI responde a lo que cabe esperar de una ciudad de la Edad del Bronce en Turquía. Constaba de dos partes fundamentales: en lo alto de la meseta se estaba la ciudadela, centro administrativo y religioso, protegida por una gran muralla de piedra, mientras que por la vertiente sur de la colina se extendía la ciudad baja, resguardada por un largo foso que circunvala toda la extensión. Tras el foso se alzaba una muralla de adobe en la que sabemos que se abrían al menos cinco puertas monumentales, bien defendidas por torres de vigilancia, como las famosas puertas Esceas, mencionadas por Homero.
Descubrimientos arqueológicos
Estas murallas, encontradas en 1988 en Troya VI y VII-A ponían de manifiesto cómo el recinto era mucho más grande de lo esperado en las primeras excavaciones, pudiendo albergar un total de diez mil habitantes. Todo esto, sumado a la acrópolis, revelaba que esta Troya VI o VII-A pudo ser un emplazamiento importante en la Edad del Bronce. La arqueología ha demostrado que Troya VI tuvo un final traumático. Hacia el año 1250 a.C., la ciudad quedó devastada por un desastre natural, probablemente un terremoto, pero fue reconstruida rápidamente por los mismos habitantes.
Además, hace siglos, cuando el nivel del mar era mayor, la ciudad se encontraba en la costa del estrecho de los Dardanelos y pudo haber sido un enclave estratégico para el control del comercio marítimo con Asia, ya que este emplazamiento se halla entre el Mediterráneo y el Mar Negro. Por estas razones, es muy probable que hubiese una gran ciudad en esta zona.
En cuanto al famoso caballo, es probable que sea únicamente una invención, pero también existe la posibilidad de que haya habido algún aparato similar que haya sido transformado por la tradición. En la Antigüedad, el término caballo hacía referencia a una máquina de guerra, el ariete, muchas veces construido con forma de animal. De hecho, los asirios usaban este tipo de armas y es muy posible que el ejemplo haya sido tomado por los griegos. También puede ser interpretado como una metáfora de un terremoto, una de las causas posibles apuntadas para la destrucción de la Troya histórica, considerando que Poseidón era el dios de los caballos, del océano y de los terremotos.
En fin. Actualmente, no existe un consenso entre historiadores y arqueólogos que determine a ciencia cierta lo sucedido en Troya a lo largo de los siglos. Ni siquiera estamos seguros de que las excavaciones de la colina de Hissarlik sean la verdadera ubicación de la Troya de Príamo. Lo que sí sabemos es que, realidad o leyenda, las historias de estos héroes poseen un aura mística que las han hecho llegar a nuestro tiempo.
La ira, la pasión y la devoción, así como las diferencias entre los distintos protagonistas hacen de la leyenda de Troya uno de los principales mitos fundacionales de la cultura clásica, el mundo romano y, por ende, la cultura occidental actual. El mismo Virgilio al escribir la Eneida cuenta como Eneas, uno de los supervivientes griegos de la guerra de Troya, acabó por fundar Roma y ser el progenitor de Rómulo y Remo.