Hoy en Memorias de Pez vamos a hacer un ejercicio de ciencia ficción, o quizás no es tan ficción. Para ello vamos a cruzar el charco estrecho de Panamá si nos ves desde Latinoamérica y ubicarnos en el país del dólar. Habiendo pasado ya un buen tiempo desde el asalto al Capitolio, siguen ocurriendo sucesos violentos en Estados Unidos. ¿A qué puede llevar esto? No os despeguéis del asiento porque hoy vamos a responder a una terrible pregunta. ¿Podría estallar otra guerra civil en Estados Unidos?
Para quien no se acuerde, este conflicto enfrentó a los Estados Unidos del Norte, la Unión, frente a los estados del sur, que se separaron del resto para formar los estados confederados. Las causas principales de la guerra fueron las diferencias de dos modelos económicos, claramente resaltadas en la esclavitud y en los derechos de cada estado. Como muchos sabéis, la elección de Lincoln como presidente en 1860 fue una de las razones principales para que los confederados se lanzasen al ataque. El resultado de todo este lío fue la victoria de la Unión, que contaba realmente con la fuerza industrial y demográfica del país. Todo terminó con la preservación de la Unión y el fin de la esclavitud en los Estados Unidos.
Esta guerra dejó profundas cicatrices en la nación que aún podemos ver a día de hoy y que incluso siguen trazadas en el mapa de Estados Unidos. Pero bueno, en el presente ya no hay esclavos y las diferencias entre el sur y el norte del país se han reducido mucho. Entonces, ¿qué está pasando para que se nos haya ocurrido hacer esto? Pues lo cierto es que el tío Sam no está atravesando su mejor momento. De hecho, podemos decir que está pasando por uno de sus peores momentos, siempre teniendo en cuenta que hablamos de la gran potencia mundial. Y es que, a pesar de que haya muchísimas empresas que suben como la espuma, de que un único estado tenga el quinto PIB más alto del planeta y de que el SP500 brille por sí solo, los indicadores económicos no son lo único que nos habla del futuro de un país.

El asesinato de Charlie Kirk, activista de ultraderecha y todo un símbolo en la juventud estadounidense, ha sacudido profundamente la política estadounidense y ha aumentado aún más la extrema polarización que vive el país. Kirk fue asesinado el 10 de septiembre de 2025 mientras participaba en un evento en la Universidad del Valle de Utah, la Utah Valley University. Durante la actividad, un francotirador disparó desde una posición elevada, alcanzando a Kirk en el cuello y provocándole la muerte. ¿Quién era esta persona? Pues Kirk se convirtió en un aliado mediático de Donald Trump y de los MAGA. Defendió la idea de un fraude masivo en las elecciones de 2020, relativizó la pandemia del COVID-19 promoviendo el rechazo a las vacunas y a las restricciones, y legitimó discursos de guerra cultural alimentando la radicalización política en los campos universitarios.
Kirk empleaba para ello un populismo de redes sociales basado en el enfrentamiento constante, la victimización de los conservadores y la normalización de las narrativas extremas. Sin embargo, este asesinato viene detrás de una serie de episodios de violencia política que en los últimos años han dejado de ser marginales. El asalto al Capitolio, los intentos de magnicidio, ataques a legisladores, asaltos a instituciones y tiroteos motivados por motivos políticos. El caso de Charlie Kirk no es solo un crimen aislado, sino un síntoma de un país donde el adversario político se percibe cada vez más como un enemigo existencial y donde la violencia ha pasado de ser la excepción a convertirse en una constante que sí podría llevar a una guerra civil.
Pero, ¿y si te dijese que las raíces de todo esto son mucho más profundas? Toda esta violencia tiene un origen remoto, aunque bueno, realmente no es tan remoto. La politóloga Bárbara Walter identifica cuatro factores determinantes que preceden a las guerras civiles.
- La aparición de la anocracia, que no significa que los políticos gobiernen como el culo, aunque de eso haya mucho. Digamos que una anocracia sería una mezcla de democracia con muchas injusticias y prácticas autoritarias.
- El faccionalismo o divisiones étnicas, religiosas o culturales. En resumen, la polarización.
- La pérdida del poder por parte de un grupo social.
- La pérdida de la esperanza en el sistema tras procesos de cambio fallidos.
La anocracia
Me diréis: «Estados Unidos es claramente una democracia, ¿no?» Bueno, pues según el índice Polity IV, que se usa para medir el nivel de democracia o autocracia de los países, en 2015 Estados Unidos tenía un +10. Vamos, que Estados Unidos era una democracia plena. En 2021, este mismo indicador puntúa a Estados Unidos con un +5. Este índice tiene en cuenta cosas como la separación de poderes, las restricciones al poder ejecutivo, la competitividad y la apertura en las elecciones. Y sí, ahora sí que podemos acordarnos de Trump.

La polarización
Vamos con el dos. Estados Unidos se encamina a una anocracia. Pero, ¿qué hay de la polarización? Bueno, pues según el CSIS, el número de grupos extremistas de derecha ha aumentado en un 50%, únicamente desde 2017 hasta 2021. En cuanto a la polarización electoral, sabemos que el porcentaje de votantes que ven al partido opuesto de manera muy desfavorable aumentó del 21% en 1994 al 58% en el año 2020. En prácticamente todos los temas que tocan de cerca la política estadounidense, la opinión se ha polarizado. Los proarmas son cada vez más proarmas, mientras que los que buscan la prohibición de estas cada vez tienen más clara su posición. Esto mismo pasa con el aborto, el cambio climático y con una infinidad de cosas.
Y es que en la década de los 90 los republicanos y demócratas mostraron mucho mayor grado de acuerdo. Para que os hagáis una idea, para los republicanos el cambio más significativo fue la idea de que el gobierno federal tiene demasiado poder, con un 39% de los republicanos de acuerdo con esa noción en 2002, frente a un 82% que estaban de acuerdo en 2016. En el bando demócrata, el mayor cambio fue la favorabilidad hacia Cuba, pasando del 32% en 2002 al 66% en 2017. En resumen, la tensión entre los dos bloques principales del país, los demócratas y los republicanos, ha crecido mucho. Por cierto, en esto de la polarización también ha tenido mucho que ver el tema de las redes sociales.
Por supuesto, esta no es nuestra opinión de cuñados. Hay numerosos estudios que confirman que esto es así. Os recomendamos veros el vídeo del canal de divulgación Kurzgesagt, que trata precisamente sobre este tema. Os lo dejamos en la descripción.
Pérdida del poder por un grupo social
¿Qué grupo social ha perdido poder? Los hombres del cinturón del óxido americano, un área que destaca por un empobrecimiento postindustrial que ha dejado a muchas familias blancas mucho peor que hace unas décadas. La llegada del feminismo, que ha hecho que estos hombres también pierdan privilegios, ha hecho que esta facción acumule un resentimiento creciente aupando a figuras como Trump, con las que se sienten más identificados.
La politóloga Bárbara Walter no ha sido la única en hablar de este tema. Peter Turchin es un zoólogo multidisciplinar que trabaja en cliodinámica, un campo que combina historia con varias ciencias sociales y usa grandes cantidades de datos históricos en modelos matemáticos para predecir el comportamiento de las sociedades. Sería un poco como el data science de la historia. Hay que entender que dentro de este campo hay mucho margen de error y los mismos científicos lo tienen en cuenta. Aun así, con este margen de error, las conclusiones de Turchin son claras. Estados Unidos está iniciando un proceso turbulento que puede llevar a su implosión, una implosión que puede que ya esté ocurriendo y que puede tener varios síntomas observables.
Para Turchin, la inminente crisis de los Estados Unidos y cualquier crisis, siguiendo su modelo, se debe a dos factores principales: la pauperización del pueblo, es decir, su empobrecimiento y el deterioro de sus condiciones de vida, y la sobreproducción de élites. Cuando hay demasiadas personas compitiendo por un número limitado de posiciones de poder, esto genera conflictos internos y una insatisfacción entre aquellos que no logran alcanzar estas posiciones. Pero bueno, que estos dos factores se resumen muy claramente en una única palabra: desigualdad. Y es que Estados Unidos tiene un coeficiente de Gini altísimo para ser un país desarrollado.

La deuda promedio de las tarjetas de crédito por hogar era de 6,270 dólares en 2021, según datos de la Reserva Federal, y en 2020 más de medio millón de personas estaban sin hogar. La crisis del fentanilo se ha cebado con los más desfavorecidos y, como hemos dicho, la percepción de la clase trabajadora del cinturón de óxido es que ha perdido mucha calidad de vida. La esperanza de vida de Estados Unidos es preocupantemente baja para un país desarrollado y más preocupante aún para la que se supone como la principal potencia del bloque occidental de las democracias. Una cosa aún peor: la esperanza de vida no sube. Ha bajado varios puntos en los últimos años debido a su deficiente sistema sanitario, las drogas, los homicidios y la gestión del COVID. Vamos, que en el país de la libertad eres libre si te toca nacer en un pequeño porcentaje de la población.
Sin embargo, las élites han crecido, mientras que el número de multimillonarios no ha dejado de aumentar en las últimas décadas. Hay una enorme cantidad de universitarios luchando por encontrar la puerta a ese ansiado ascensor económico. La saturación de profesionales altamente cualificados ha llevado a una mayor competencia por puestos de trabajo de alto nivel. El número de personas con títulos avanzados, es decir, másters y doctorados, se ha triplicado desde 1970, llegando a más de 21 millones en el año 2020.
Causas que podrían llevar al inicio de un conflicto en EE.UU.
- El empobrecimiento del pueblo: las clases medias han bajado, mucha gente conoce una vida mejor anterior y la desigualdad está en su pico máximo.
- La sobreproducción de las élites, es decir, la aparición de clases formadas que no tienen acceso al marco económico para el que se han formado, mientras tanto, los más ricos ganan más que nunca.
- El empeoramiento de la calidad democrática: nombramientos judiciales controvertidos, lawfare y obstrucción del ejecutivo.
- Polarización política, racial y religiosa, acelerada por el mal uso de las redes sociales.
- Pérdida de poder de la clase blanca trabajadora, que muchos políticos populistas han utilizado para culpabilizar al inmigrante.
- Desconfianza en el sistema: la falta de interés en la política, las fake news que demonizan al gobierno federal, la corrupción y los fraudes políticos.
- La violencia estructural y la falta de seguridad: el Estado está fallando al garantizar derechos básicos. La esperanza de vida disminuye, la falta de vivienda es alarmante y la crisis del fentanilo deja cientos de miles de muertos al año.
- Falta de cohesión nacional: aunque sea poco creíble, hay personas que empiezan a plantearse que sus estados no pertenezcan a los Estados Unidos.
- Y por último está la tendencia de armas: la proliferación de las armas de fuego está llevando a la aparición de milicias espontáneas con un marcado carácter político.
Como dijo Viggo Mortensen, nuestro querido Aragorn, no hace tanto: Estados Unidos vive el peor momento de tensión desde la guerra civil y esto tiene que parar. Estados Unidos se enfrenta a una tormenta perfecta: desigualdad creciente, sobreproducción de élites frustradas, polarización política y cultural y una violencia estructural que ha dejado de ser excepcional para convertirse en rutina. Pero lo más preocupante es cómo la ultraderecha está capitalizando esta violencia. Mientras el crimen se investiga, son los sectores más radicales los que marcan el relato.
Se victimizan, señalan a la izquierda como culpable moral y reclaman más confrontación. Y tienen un poder amplificador mucho mayor: son más, están mejor organizados y cuentan con altavoces descomunales. Voces con enorme influencia global, como Elon Musk, difunden y multiplican estas narrativas de odio desde sus plataformas. Lo preocupante no es solo que personas como Kirk hayan sido asesinadas, sino que el país reacciona a este crimen profundizando en la fractura, culpando automáticamente al adversario político y alimentando un ciclo de odio que parece no tener fin.

En un contexto donde la confianza en las instituciones se erosiona y las armas son accesibles en cualquier esquina, cada estallido de violencia puede convertirse en la chispa que acerque aún más al país a esta implosión de la que advertían los expertos. No obstante, cuando ocurren estos casos es necesario que nadie se ponga de perfil. Condenar y oponerse firmemente a cualquier tipo de violencia política es el deber de todo aquel que ame la democracia y la libertad. Y esto vale para el asesinato de Charlie Kirk como para otros del otro lado, como el de Melissa Hortman.
Y dicho esto, ahora es turno para ti. ¿Qué se puede hacer contra la polarización? ¿Crees que Estados Unidos está cerca de una guerra civil?