¿Alguna vez te has preguntado quién paga las guerras? Realmente, sea cual sea la época y el conflicto, todas las guerras tienen algo en común: la increíble cantidad de dinero que cuestan. Para que os hagáis una idea, el gasto de Ucrania en la guerra, según la BBC, ya pasaba de los 138.000 millones de dólares a finales del año 2024, y el de Rusia ya es de más de 211.000 millones. Una auténtica barbaridad.
Pero ¿de dónde sale todo ese dinero? ¿Quién paga la fiesta? ¿Qué estrategias llevan a cabo los países para financiarse?

Bueno, realmente el primer método del que vamos a hablar es el más evidente: vender todas tus reservas del Banco Central a todo aquel que te pueda proveer de armas. El ejemplo más claro de esto es cuando el gobierno de la Segunda República Española vendió gran parte de las reservas de oro del Banco de España —conocidas como el oro de Moscú— para financiar su lucha contra las fuerzas franquistas en 1936.
El gobierno republicano envió alrededor de 510 toneladas de oro, aproximadamente el 72 % de las reservas, a la Unión Soviética a cambio de armamento y suministros. Y aunque sirvió para sostener la guerra, España nunca recuperó ese oro. Pero bueno, más allá de esto, si tú no puedes costearte una guerra, quizás tengas hermanos mayores que te la paguen. Un ejemplo claro es el de Ucrania y su ayuda internacional, que tanto ha dado que hablar. Especialmente los países de la OTAN han sido quienes han ayudado a los de Zelenski con donaciones, préstamos y asistencia militar, con alrededor de 267.000 millones de euros. De hecho, esta es por mucho la vía por la que Ucrania ha conseguido más recursos.
Otro método de financiación clave para los países en guerra son los préstamos. Tanto algunos más conocidos, como los préstamos con entidades de crédito de toda la vida, como otros menos convencionales, como son los bonos de guerra. Los bonos de guerra no dejan de ser muy parecidos a los bonos más comunes: son deudas que un Estado adquiere con cualquier tipo de inversor, con el cual se compromete a devolverle su dinero en un plazo determinado y con unos intereses que han acordado antes. La particularidad de estos bonos es que se usan específicamente para operaciones militares. Suelen dar una rentabilidad por debajo de la media y tienen mucho riesgo. Vamos, que los inversores que invierten en este tipo de bonos no suelen buscar hacerse ricos, sino ayudar al país que está en guerra a poder financiarse. De hecho, a menudo los bonos de guerra van acompañados de grandes campañas de marketing que evocan al patriotismo, en los que se suele equiparar el esfuerzo militar al esfuerzo económico que deben hacer los ciudadanos. Como os imaginaréis, el país que los emite consigue liquidez de forma inmediata.

Sea como sea, los bonos de guerra no son nuevos. Estados Unidos, Reino Unido, Canadá… ya usaron esta herramienta durante la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Por lo que podemos decir que es una forma bastante común de financiarse para los países en guerra. ¿Os imagináis cuál es el problema de pedir todos estos préstamos? Sí: el aumento de la deuda pública. En el caso de Ucrania, esta ha pasado de ser del 49 % del PIB en 2021 a un 84 % a finales de 2023. Y ahora la cosa ha ido subiendo. Como os podéis imaginar, cuanto más dure cualquier guerra, más difícil será para un país poder llegar a pagar sus deudas.
Estos bonos también los conocen muy bien en Alemania, ya que fueron utilizados durante los años 30 bajo el nombre de Bonos MEFO. Aunque estos tenían una particularidad: en lugar de pagar directamente por el armamento, el Estado pagaba a las empresas con estos bonos, que podían ser descontados en el Reichsbank, el Banco Central Alemán. Estos bonos también podían ser intercambiados entre compañías. Así, el gobierno imprimía dinero de manera encubierta sin aumentar el gasto público oficial. Este sistema permitió a Alemania financiar su rearme sin recurrir a préstamos internacionales ni generar inflación inmediata. Sin embargo, cuando la guerra comenzó, el esquema colapsó y muchas empresas perdieron una gran cantidad de dinero. Así que sí: robar a tus ciudadanos también es una manera de financiar una guerra.

Otra vía que utilizan los Estados en guerra no es otra que los impuestos. Ucrania, por ejemplo, ha introducido muchos impuestos, como el impuesto militar, para aumentar los ingresos del Estado. Sin embargo, estas medidas cubren una parte bastante más pequeña que las dos anteriores. Esto de subir los impuestos para costearse la guerra también lo conocen en Rusia. Y es que Putin aprobó para 2025 una subida de impuestos con la que espera recaudar 27.500 millones de dólares. Esta medida incluye aumentos de impuestos sobre la renta para las rentas más altas y subida en los impuestos a las empresas. Donde también se vieron altas subidas de impuestos fue durante las dos guerras mundiales. Por ejemplo, Reino Unido implementó un impuesto del 50 % a las ganancias de las empresas cuyos beneficios superaban los niveles anteriores a la guerra. Un impuesto que, durante la Segunda Guerra Mundial, llegó a ser incluso del 100 %. Esto quiere decir que si una empresa tenía unos beneficios de 1 millón de libras y durante la guerra este beneficio subía a 2 millones, la empresa tendría que pagar como impuesto el millón de más que había ganado.
Estados Unidos también implementó el mismo impuesto, siendo del 80 % durante la Primera Guerra Mundial y del 95 % durante la Segunda. Además, este no es el único caso donde el país de las hamburguesas subió los impuestos a sus habitantes para poder pagar la guerra. Estados Unidos aumentó los impuestos en un 4 % del PIB para pagar la guerra de Corea y un 1 % para pagar la guerra de Vietnam.
Vale, todo lo que hemos visto hasta ahora son medidas que podríamos considerar de urgencia. Pero hay algunos países que son más previsores y deciden asignar una porción considerable del presupuesto nacional al gasto en defensa, para que así, en caso de entrar en un conflicto, estén más preparados. Esto lo suelen hacer sobre todo países que tienen mala relación con sus vecinos o que saben que en cualquier momento podrían necesitar de sus fuerzas armadas, ya sea bien para defenderse o bien para atacar.

Un país que hace esto bastante es Israel, quien desde 1960 siempre ha invertido al menos un 4,5 % del PIB en gasto militar, cuando el objetivo de los países de la OTAN, por ejemplo, es llegar solo a un 2 %. Esto se debe a que Israel está rodeado de enemigos y necesita de unas fuerzas militares muy potentes para disuadirlos o para hacerles frente si es necesario. También tenemos que hablar del caso de Rusia, quien desde el año 2011 ha tenido también un gasto en defensa muy superior a los países de la OTAN, siendo como mínimo un 3,4 % del PIB.
Ucrania, por ejemplo, ya sabía que tenía que andarse con ojo con Putin, por episodios como la anexión de Crimea. Es por eso que ya gastaba en defensa un porcentaje del PIB muy parecido al de Rusia antes de la guerra. Este aumento tan grande se debe a que Rusia es un país con fuerzas militares mucho más potentes que las ucranianas, por lo que tienen que gastar muchísimo dinero para poder hacerle frente.
Otra forma bastante común de pagar las guerras son los recursos naturales, en el caso de que el país disponga de ellos, claro está. Siempre acaban siendo importantísimos para financiar cualquier guerra. Este es el caso de Rusia, quien, a pesar de las sanciones internacionales, ha seguido vendiendo petróleo y gas a países como China o la India, obteniendo miles de millones para financiar su maquinaria de guerra. De hecho, una de las primeras cosas que hizo Rusia en la guerra fue establecer un bloqueo naval en el mar Negro para que Ucrania no pudiese exportar su grano por vía marítima.
Pero esto no solo ha ocurrido en Rusia. Otros que tampoco dudaron en aprovechar los recursos naturales fue el Estado Islámico. El ISIS, en su auge, controlaba pozos petrolíferos en Siria e Irak. Este petróleo lo vendían en el mercado negro y podían llegar a generar hasta 50 millones de dólares mensuales. Y no os creáis que solo hablamos del petróleo y el gas. En algunos países se financian sus conflictos con minerales de sangre.
¿Y qué es esto? Los minerales de sangre se llaman así porque su extracción y comercialización están vinculados a conflictos armados, explotación laboral y violaciones de derechos humanos. Esto se da especialmente en países de África, como la República Democrática del Congo. Algunos de los principales minerales de sangre son el coltán, el oro, el wolframio, el estaño o los diamantes.

Dejemos los minerales de sangre a un lado y vámonos a la Franja de Gaza. Y es que el caso de Hamás es bastante más complicado que los anteriores, ya que se han tenido que exprimir mucho la cabeza para financiarse. Y es que los dólares que llegan a los territorios palestinos son los más vigilados del mundo. De hecho, estos no son solo vigilados por los servicios secretos israelíes, sino que también los servicios secretos jordanos, los egipcios o los estadounidenses los siguen muy de cerca. Entonces, ¿de dónde sacan Hamás y los gazatíes el dinero? Pues además de toda la pasta que incluso ha llegado en maletines desde lugares como Qatar o Irán, Hamás recibe donativos de muchos simpatizantes palestinos y de algunos países árabes. Además, muchos de estos donativos se realizan mediante criptomonedas. La empresa de tecnología blockchain TRM Labs asegura que Hamás usó Bitcoin y, desde 2022, la moneda digital Tron.
Las criptomonedas ofrecen a Hamás una forma relativamente anónima y descentralizada de mover fondos sin depender de bancos o intermediarios financieros. Aun así, las autoridades han mejorado sus capacidades para rastrear estas transacciones en blockchain. En 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos confiscó 150 direcciones de criptomonedas asociadas a Hamás. Dinero que había sido recaudado en Telegram y en páginas web.
Y no podíamos acabar sin hablar de otra gran fuente de financiación para las guerras. Por ejemplo, en la España que daba sus primeros pasos en la Edad Moderna, se encontró una solución desesperada: la expulsión de los judíos y los moriscos. Y esto no solo era una cuestión de religión o pureza racial, como se pregonaba, sino también de dinero. Las propiedades confiscadas a estas minorías financiaron parte de las campañas militares posteriores, aunque a la larga empobrecieron a la nación. Siglos más tarde, en plena Segunda Guerra Mundial, la Alemania nazi llevó esta estrategia hasta sus últimas consecuencias. Los nazis despojaron a la comunidad judía y a otros grupos perseguidos de sus bienes, su oro y sus propiedades. De hecho, los alemanes se quedaron con objetos de arte e incluso cuentas bancarias. Este saqueo masivo ayudó a sostener hasta un tercio del esfuerzo de guerra alemán. Mientras tanto, empresas suizas y bancos extranjeros, algunos con conocimiento y otros con conveniente indiferencia, facilitaron la circulación de esos fondos que mantenían el esfuerzo bélico del Tercer Reich.
Otra forma de financiar una guerra es mediante el saqueo de países conquistados. Tras la anexión de Austria en 1938, la Alemania nazi se apoderó de las reservas de oro y divisas del Banco Nacional de Austria. Este saqueo, valorado en cientos de millones de dólares de la época, sirvió para financiar el rearme alemán y consolidar al régimen nazi. Durante la invasión de Kuwait en 1990, las fuerzas de Saddam Hussein robaron más de 1.000 millones de dólares en efectivo, oro y otros activos del Banco Central de Kuwait.
Tras la invasión de Irak en 2003, Estados Unidos se apropió de casi 1.000 millones de dólares en efectivo de las reservas del Banco Central de Irak, supuestamente para la reconstrucción del país. Sin embargo, grandes sumas desaparecieron en un escándalo de corrupción y mala gestión. En 2014, tras la anexión de Crimea, Rusia se apoderó de los activos del Banco Central de Ucrania en la región, incluidas reservas de oro y divisas. Mientras que, por ejemplo, se estima que ISIS robó 500 millones de dólares en efectivo del Banco de Mosul cuando tomó la ciudad en 2014.

Otra forma de financiarse mediante la apropiación indebida es congelando los activos que tu enemigo tiene en tu país, como hizo Rusia con el dinero ucraniano que estaba en bancos rusos. Rusia también ha visto sus activos congelados en medio mundo, pero estos no han sido transferidos a Ucrania. De hecho, la Unión Europea solo puede transferir a Ucrania los intereses que generen estos activos, ya que el traspaso completo sería ilegal.
Bueno, después de ver todas estas estrategias de financiamiento, queda claro que las guerras no solo se libran en el campo de batalla, sino también en los presupuestos nacionales, en los mercados financieros y en los apoyos desde la ayuda exterior que recibe Ucrania hasta las criptomonedas de Hamás. La financiación de un conflicto puede tener muchas formas, algunas más transparentes y otras completamente opacas.