¿Alguna vez has oído hablar del S&P 500? Afortunadamente, estas palabras resuenan cada vez más en todo tipo de conversaciones. Para muchos, el S&P 500 es la manera de no complicarse a la hora de invertir. Para otros, es una meta, un objetivo a batir. Sea como sea, conocer qué es el S&P 500 y todos sus secretos es vital tanto para quien está dando sus primeros pasos en el mundo de la inversión como para quien ya es un experto en este mundillo.
Así que vamos a responder a varias preguntas: ¿Qué es el S&P 500? ¿Cuáles son sus secretos? Y, sobre todo, ¿cómo se puede invertir en él?

El S&P 500 es un índice bursátil, pero no huyas todavía. Te prometo que entenderlo y conocer todos sus secretos puede ser mucho más fácil de lo que parece. El S&P 500 es como el All Star de la NBA, pero aplicado al mundo de las empresas. El tema va de juntar a las empresas más poderosas de Estados Unidos en un solo grupo. Vamos, que el S&P 500 básicamente es una lista de las 500 empresas más grandes que cotizan en las bolsas de Nueva York y en el Nasdaq.
El S&P 500 sirve de termómetro de la economía estadounidense. Si le va muy bien, normalmente es que la economía estadounidense funciona. Y si va muy mal, suele ser porque hay algo roto. ¿Y por qué se llama así? Bueno, lo de “500” ya os lo acabo de explicar. Y lo de S&P es por Standard & Poor’s, que es la empresa que elabora el índice.
Ahora, ¿cómo se calcula este índice? ¿Sumamos los precios de las 500 empresas y ya? Pues no. El tema tiene un truco matemático. El S&P 500 es un índice ponderado por capitalización de mercado. Cuanto más grande es la empresa en valor de mercado, más influencia tiene en el índice. Cada empresa aporta un peso proporcional a su valor.
Imagina que el S&P 500 es una gran balanza donde ponemos de un lado a Apple y, del otro, digamos, a la empresa más pequeñita del índice. ¿Quién crees que inclina más la balanza? Apple, por supuesto. Así, si las acciones de Apple suben mucho en un día, empujan el índice al alza con fuerza. En cambio, si una empresa pequeña sube o baja, casi ni se nota en el número final del S&P 500.
Como dije antes, el S&P 500 lo componen empresas gigantes de Estados Unidos. Aquí encontrarás nombres que hasta tu abuela puede reconocer: Apple, Microsoft, Amazon, Visa, McDonald’s, Coca-Cola… Y, como te puedes imaginar, hay un montón de sectores representados.

A diferencia de otros índices que son puramente automáticos, el S&P 500 tiene un toque humano. Hay un comité que selecciona las compañías en base a ciertos criterios. Vamos, que no se entra en el S&P 500 solo por alcanzar cierto tamaño. Los criterios principales para entrar incluyen tener una gran capitalización bursátil. Actualmente se pide un valor de mercado mínimo de unos 4.000 millones de dólares.
También se pide tener alta liquidez, es decir, que sus acciones se negocien mucho en bolsa. Además, se exige ser una empresa estadounidense, con domicilio en Estados Unidos, y tener un porcentaje suficiente de acciones en el mercado, lo que se llama el free float. Y, ojo, también se pide haber tenido ganancias positivas últimamente. Por ejemplo, Tesla no pudo entrar hasta que finalmente tuvo varios trimestres con beneficios.
El S&P 500 se actualiza periódicamente. Oficialmente se revisa la composición cada trimestre, aunque también pueden producirse cambios extraordinarios si pasa algo importante, como una fusión, una quiebra o si alguna empresa deja de cumplir los criterios. En cada rebalanceo pueden salir empresas que han decaído —por ejemplo, una empresa que fue grande, pero ahora vale poco o ha sido adquirida por otra— y entrar nuevas estrellas emergentes que hayan crecido mucho. Vamos, que en el S&P 500 siempre está la crème de la crème, lo cual, spoiler, es una de las razones por las que tiende a subir a largo plazo.
Venga, ya que sabemos esto, ¿por qué se habla tanto del S&P 500? ¿Realmente es tan rentable? Pues, al menos en el pasado, sí lo ha sido. Basta con ver su gráfico a seis décadas: pasó de unos cuarenta y pico puntos en 1957 a cerca de 6.000 puntos en el año 2025.
Claro, esos números por sí solos quizás no te digan mucho, así que traduzcámoslo. Históricamente, el S&P 500 ha dado una rentabilidad de un 10 % anual promedio, incluyendo los dividendos. Ojo, un 10 % compuesto anual es una pasada. Para ponerlo en contexto: si tu abuelo metió 100 dólares en un fondo del S&P 500 en 1957 y reinvirtió los dividendos, hoy tendría alrededor de 82.000 dólares.
Pero ya sé lo que me vais a decir: “Los precios desde entonces han subido mucho, ¿no?”. Pues sí. Pero, si ajustamos la inflación, igualmente nuestros 100 dólares —o, mejor dicho, los de nuestro abuelo— se habrían convertido en unos 5.100 dólares. Vamos, que el capital se habría multiplicado por 51. El rendimiento histórico promedio en términos reales (descontada la inflación) es de alrededor de un 7 % anual.
Eso sí, ojo: no pienses que cada año ganas el 10 % y todo es color de rosa. El mercado ha tenido sus subidones y sus bajones. Ha habido años gloriosos, con retornos del más del 30 % e incluso del 40 %, y años de vacas flacas, con caídas del -30 % o el -40 %. Y es que el S&P 500 es un poco bipolar: a veces está eufórico y, a veces, deprimido.

Aproximadamente tres de cada cuatro años suelen ser positivos y uno de cada cuatro, negativo. Pero esos años malos pueden doler. Por ejemplo, en la crisis de 2008, el S&P 500 se desplomó alrededor de un 38 % en el año. Pero, lo importante es que, siempre tras cada caída grande, vino una recuperación.
¿Y por qué? Bueno, por varios motivos. Por ejemplo, por el crecimiento económico real. Y es que las empresas del S&P 500 representan lo más potente de la economía. Con el tiempo, la economía de Estados Unidos ha crecido: más población, más productividad, nuevas tecnologías, expansión global. Empresas como las del S&P 500 se benefician de ese crecimiento general, venden más, ganan más dinero y se expanden. Por eso es lógico que sus valores bursátiles suban, reflejando mayores beneficios. En pocas palabras: las empresas crecen y el índice crece con ellas.
Por ejemplo, en los años 50, la empresa típica del índice quizás fabricaba radios y las vendía en varios estados de Estados Unidos. Hoy, Apple vende iPhones a nivel planetario. El pastel se ha hecho enorme. Además, muchas empresas reinvierten sus beneficios para hacerse más grandes, lo que también las impulsa a seguir creciendo.
El segundo motivo es la inflación. Con los años, los precios suben. Pero, ojo, eso también infla los ingresos de las empresas en dólares nominales y, por tanto, sus valoraciones. Parte de esa subida del índice es simplemente porque un dólar de hoy vale menos que un dólar de hace décadas. Vamos, que necesitas más dólares para comprar las mismas acciones. El S&P 500 sube, en parte, por la inflación. Por eso antes diferenciamos entre rentabilidad nominal, que rondaba el 10 % anual, y la real.
El tercer motivo es la selección y la supervivencia de las mejores empresas. Y esto es clave. ¿Recuerdas que el índice va sustituyendo empresas malas por buenas? Eso crea un sesgo a favor de la subida. Cuando una compañía va mal y su valor baja mucho, la sacan del índice y meten a otra emergente que vale más. Así que el índice no se queda con las perdedoras a largo plazo. Las empresas que se hundieron de verdad, porque quebraron o por cualquier otro motivo, fueron expulsadas y reemplazadas por empresas ganadoras. Las Kodak salen y las Nvidia entran. Así de simple.
Y antes de enseñarte cómo se puede invertir en el S&P 500, vamos a ver por qué es tan importante. Para empezar, la mayoría de gestores y analistas usan el S&P 500 como benchmark, es decir, como punto de referencia. Si un fondo de inversión dice “lo hemos hecho muy bien”, suele significar que ha batido al S&P 500. Es literalmente la vara de medir del éxito en bolsa.
Por otro lado, aunque el S&P 500, técnicamente, es solo bolsa y no incluye variables como el empleo, mucha gente lo ve como el termómetro de la economía estadounidense. Si el S&P 500 está en máximos, se percibe optimismo. La economía va bien y las empresas ganan dinero. Si se desploma, cunde el pánico sobre recesión, crisis, etc.
Además, no solo importa en Estados Unidos: el S&P 500 es seguido mundialmente. Muchas bolsas internacionales se fijan en lo que hace Wall Street. Y, si el S&P 500 se desploma un día, al día siguiente probablemente las bolsas europeas o asiáticas también caigan por simpatía.

Cómo invertir en el S&P 500
¿Vale? Y ahora sí, la gran pregunta: ¿cómo se puede invertir en el S&P 500? Bueno, como siempre, déjame decirte que esto no es un consejo de inversión y que es un vídeo con fines educativos. Antes de invertir en el S&P 500 o en cualquier otro activo, tienes que hacer tu propio análisis.
Dicho esto, la manera más sencilla de invertir en el S&P 500 es hacerlo mediante un ETF que replique su valor. Tengo un vídeo entero dedicado a qué es un ETF, pero básicamente un ETF es como una cesta de inversión que puedes comprar y vender en bolsa igual que una acción, pero que contiene dentro muchas acciones en vez de una. Es como si, en lugar de elegir una fruta en el mercado, compras una macedonia ya preparada, en este caso, una macedonia compuesta por las empresas del S&P 500.
¿Y qué tiene de bueno invertir en el S&P 500? Pues que al invertir en este índice estás apostando por las mayores 500 empresas de Estados Unidos, lo que te da una diversificación automática, exposición a sectores clave de la economía y una gestión sin complicaciones. Vamos, que es perfecto para quien no quiere complicarse la vida, tiene un enfoque a largo plazo y no le apetece estar pendiente del mercado.
Además, a largo plazo ha ofrecido rentabilidades sólidas que, como dije antes, se sitúan alrededor del 10 % anual de promedio. Y, gracias a que se actualiza constantemente, sacando empresas flojas y metiendo ganadoras, se mantiene siempre con lo mejor del mercado. Es una forma extremadamente sencilla, barata y efectiva de construir riqueza poco a poco sin tener que adivinar qué empresa será la próxima estrella.