Hoy vamos a hablaros de un continente que es conocido por sus increíbles paisajes que van desde fiordos y montañas hasta arrecifes de coral. Cuenta con un montón de islas, de arena blanca, siendo un destino de ensueño para cualquier viajero. ¿Sabéis de qué os hablamos? Efectivamente. Hoy en Memorias de Pez os vamos a contar la historia de Oceanía.
Oceanía es un vasto conjunto de islas repartidas por el Pacífico, con una extensión de más de 8 millones de kilómetros cuadrados. Comprende tres grandes subregiones: Melanesia, Micronesia y Polinesia, además de Australia y Nueva Zelanda. Pero, ahora toca contaros su historia.

Los primeros habitantes de Oceanía llegaron hace unos 50.000 años desde el sudeste asiático, navegando con embarcaciones algo rudimentarias. Se establecieron primero en Nueva Guinea y luego en Australia, donde evolucionaron en dos grupos: los aborígenes australianos y los pueblos papúes. Miles de años después, hubo otra gran oleada migratoria. Alrededor del 1500 a.C., la cultura Lapita se expandió por Melanesia, estableciendo las bases de las futuras civilizaciones de Polinesia, Micronesia y Melanesia. Gracias a su dominio del océano, estas comunidades colonizaron islas como Fiji, Tonga y Samoa, donde comenzaron a desarrollarse sociedades jerárquicas con jefes supremos y reyes, digamos… sagrados, o eso creían ellos. Los maoríes de Nueva Zelanda destacaron por sus tatuajes tan chulos, y sus sociedades guerreras, llegando a construir fortificaciones y redes comerciales muy avanzadas para su tiempo. Y si hay algo en lo que estos pueblos fueron los verdaderos maestros, fue en la navegación: usaban canoas de doble casco capaces de recorrer miles de kilómetros, lo que les permitió llegar a lugares tan lejanos como Hawái, la Isla de Pascua y hasta Madagascar. Entre los imperios más importantes de la región destaca el Imperio Tu’i Tonga (950 d.C.), que dominó el Pacífico occidental y construyó estructuras como el Ha’amonga’a Maui, conocido como el Stonehenge del Pacífico. También está la dinastía Saudeleur, en Pohnpei, famosa por su ciudad megalítica Nan Madol, apodada la Venecia del Pacífico.
Pero ahora pegamos un salto gigante hasta el siglo XVI, cuando Europa empezó a expandir su influencia por todo el mundo. Las islas de Oceanía se mantuvieron “relativamente” aisladas. El portugués Fernando de Magallanes, famoso por su travesía dando la primera vuelta al mundo entre el 1519 y 1522, fue uno de los pioneros en avistar las islas del Pacífico. Aunque no llegó a pisar tierra firme en lo que hoy conocemos como Oceanía, su viaje abrió el camino para futuras expediciones. No fue hasta el siglo XVII cuando los exploradores europeos comenzaron a adentrarse en el vasto océano Pacífico. Españoles, holandeses, franceses y británicos se lanzaron a la conquista de este inmenso espacio, lleno de islas y culturas desconocidas. De hecho, muchos de los primeros mapas europeos del Pacífico mostraban la región de manera bastante vaga, como si el océano fuera un rompecabezas a medio armar.


En el siglo XVIII, hubo un punto de inflexión importante con la expedición del capitán británico James Cook. En 1768, Cook zarpó desde Inglaterra para realizar una serie de mapas detallados del Pacífico. Durante su viaje, cartografió gran parte de las islas que hoy conforman Oceanía. La historia de Cook es, cuanto menos, curiosa: cuando Cook llegó a Hawái, fue considerado un dios por los nativos. Sin embargo, en un giro radical de los acontecimientos, Cook fue asesinado por los nativos.
El contacto con los europeos trajo consigo tanto consecuencias positivas como negativas. Aunque introdujeron nuevas herramientas, ganado e incluso el cristianismo, las enfermedades como la viruela y el sarampión causaron estragos en las islas. Las tasas de mortalidad fueron altísimas, y en algunos casos, comunidades enteras fueron prácticamente aniquiladas. Además, los europeos comenzaron a llevarse valiosos recursos naturales, como la perla negra de las Islas Cook o las especies de madera de los archipiélagos del Pacífico. Los pueblos nativos se vieron rápidamente presionados por la introducción de nuevas economías coloniales que amenazaban su forma de vida. A pesar de esta movida, las culturas locales en muchos casos resistieron y se adaptaron a los cambios.
Ya en el siglo XIX empieza lo bueno, las potencias europeas se lanzaron a una frenética carrera por adueñarse de las islas, archipiélagos y recursos naturales de Oceanía. La región se convirtió en un auténtico tablero de ajedrez, donde las principales potencias, principalmente el Imperio Británico, Francia, Alemania y, en algunos casos, Estados Unidos, competían por el control de la región. Vamos a verlo:
- El Imperio Británico, buscando establecer una prisión para los presos, fundó en 1788 la Primera Flota en lo que hoy es Australia, dando inicio a la colonización británica. Lo que comenzó como una pequeña colonia penal, rápidamente se transformó en un tremendo dominio colonial, impulsado por la explotación de los recursos naturales y la expansión hacia el interior del continente. A medida que los colonos llegaron en masa, comenzaron a arrebatar las tierras a los pueblos nativos, desplazándolos de sus hábitats tradicionales. Una de las características más trágicas de esta colonización fue el exterminio de muchas comunidades aborígenes, un proceso que algunos historiadores denominan el «genocidio australiano». Las enfermedades, la violencia y las políticas de despojo de tierras hicieron mella en las comunidades indígenas. Además, también fueron despojados de sus recursos naturales y sus medios de subsistencia, lo que condenó a muchas comunidades a la miseria.

- Por otro lado, Nueva Zelanda, que fue colonizada principalmente por británicos, tuvo una historia distinta. Los maoríes, el pueblo indígena de las islas, inicialmente establecieron relaciones comerciales con los colonos, pero pronto las tensiones aumentaron. A lo largo de las décadas de 1840 y 1850, las disputas sobre la tierra entre los colonos y los maoríes llevaron a una serie de conflictos conocidos como las Guerras Maoríes. Los maoríes finalmente fueron derrotados, y muchas de sus tierras fueron arrebatadas. Sin embargo, a diferencia de Australia, los maoríes lograron preservar una parte importante de su identidad cultural, incluso consiguiendo una representación política en el Parlamento neozelandés.
- Francia, por su parte, estableció un protectorado sobre Tahití y otras islas en la Polinesia Francesa, y en Nueva Caledonia establecieron una colonia para presos, similar a la de Australia.
- Alemania adquirió el control de Papúa Nueva Guinea y otras islas en el Pacífico. En el caso de Papúa Nueva Guinea, los colonos alemanes establecieron plantaciones de caucho, lo que trajo una fuerte explotación laboral de las poblaciones locales. Además, Alemania tomó posesión de las Islas Marquesas y algunas islas en el Pacífico Sur.
- Italia, aunque tuvo menos influencia, estuvo involucrada en la ocupación de algunas islas menores del Pacífico Sur.
- Por su parte, España había sido importante en el Pacífico desde el siglo XVI, y aunque ya no controlaba grandes territorios en el siglo XIX, aún mantenía posesiones como Guam, que fue cedida a Estados Unidos tras la Guerra Hispanoamericana en 1898.
En 1914, el equilibrio de poder en la región dio un vuelco. Alemania perdió sus colonias en el Pacífico, y el Tratado de Versalles (1919) repartió estos territorios entre otras potencias. Australia se quedó con Papúa Nueva Guinea, Nueva Zelanda con Samoa, y Japón recibió las Islas Marianas, Palaos y Carolinas. Oficialmente, eran «mandatos» de la Liga de Naciones, pero en la práctica, fueron administrados como colonias.

Y, si la Primera Guerra Mundial cambió el mapa, la Segunda Guerra Mundial lo hizo estallar en mil pedazos. Japón arrasó el Pacífico, ocupando Papúa Nueva Guinea, las Islas Salomón y más territorios. Las batallas en esta región fueron brutales, con enfrentamientos como Guadalcanal y Midway. Las comunidades locales sufrieron enormes pérdidas, pero algunas resistieron ferozmente e incluso ayudaron en la guerra contra los japoneses. Además, la Segunda Guerra Mundial despertó algo importante: el deseo de independencia. Muchos habitantes de Oceanía, tras luchar con los Aliados, comenzaron a preguntarse por qué seguían bajo dominio colonial.
Después de la guerra, el viento de cambio sopló con fuerza en Oceanía. Países como Fiyi, Tonga, Samoa, Papúa Nueva Guinea y Vanuatu lograron su independencia en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, no todos los territorios lo consiguieron: Nueva Caledonia y la Polinesia Francesa siguen bajo control de Francia, y Guam y Samoa Americana siguen siendo territorios de EE.UU.

Actualidad
Oceanía, a día de hoy, es un mosaico de realidades muy diferentes.
🔹 Australia y Nueva Zelanda son países desarrollados con economías fuertes. Australia es una potencia en minería, tecnología y agricultura, y un aliado clave de EE.UU. en el Indo-Pacífico. Nueva Zelanda, más pequeña, brilla por su estabilidad y sus políticas ambientales.
🔹 Las pequeñas islas del Pacífico, como Kiribati, Tuvalu e Islas Salomón, dependen del turismo, la pesca y la ayuda internacional. Además, muchas corren el riesgo de desaparecer por la subida del nivel del mar.
🔹 Cabe mencionar que China ha aumentado su influencia en la región, invirtiendo en infraestructuras y compitiendo con Estados Unidos y Australia por el control geopolítico del Pacífico.

A pesar de todo, la cooperación regional ha crecido. El Foro de las Islas del Pacífico busca dar más voz a la región, especialmente en temas urgentes como el cambio climático. Oceanía ha pasado de ser un escenario de guerra y colonización a una región que lucha por su autonomía y futuro.