Hoy os vamos a hablar de la guerra. ¿De cuál? Pues de todas a la vez. Y es que amigos, la guerra, algo tan horrible como humano, también tiene una larga e interesante historia que contar. Desde la primera vez que un grupo de homínidos se dio de palos con… bueno, literalmente palos, hasta que el Enola Gay soltó una bomba nuclear que horrorizó al mundo y se llevó la vida de decenas de miles de personas, la guerra nos ha acompañado.
Definición del término
Según la RAE, la guerra es la desavenencia y el rompimiento de la paz entre dos o más potencias. O también la lucha armada entre dos o más naciones, o entre bandos de una misma nación. En realidad, se puede resumir aún más: como lucha o combate, aunque sea en un sentido moral. Es un concepto bastante amplio y no existe un consenso de si tiene que haber un equilibrio de poder determinado entre los bandos que se oponen. Los romanos guerreaban contra los galos, los persas contra los griegos, existe la guerra contra el narcotráfico o la guerra contra el terrorismo, la guerra psicológica y un largo etcétera.
Historia

Ya desde la prehistoria, con las primeras civilizaciones tribales, los humanos que por aquellos tiempos habitaban el planeta habían adquirido la mala costumbre de matarse entre los unos y los otros. Y es que la muerte es una de las consecuencias más evidentes de las guerras. No obstante, como matar a puñetazos a alguien es bastante difícil y desagradable, los humanos inventamos y descubrimos el uso de las armas: las herramientas para guerrear y matar. Así, los primeros humanos nos atacábamos los unos a los otros con lanzas, piedras, hachas y arcos. Y sí, matar a individuos de la misma especie es algo humano, pero también lo es el forjar vínculos y organizarse para defender a tu familia, a tus amigos, o a tu tribu. Por ello mismo, el ser humano también luchaba en grupo. Así, armados, a pie y unidos, estos primeros humanos formarían sin saberlo la primera de las agrupaciones militares: la infantería.
Con la llegada de la edad de bronce, estas armas primigenias serían poco a poco sustituidas por otras más mortíferas y duraderas. A la vez que esto ocurría, las primeras grandes civilizaciones comenzaban a formarse en Egipto, Mesopotamia e India. Sabemos por el registro arqueológico que en este periodo ya se habían empezado a utilizar carros de caballo para hacer la guerra. Así, las primeras invasiones y enfrentamientos a gran escala comenzaron a tomar lugar en una región que a día de hoy sigue siendo un foco inevitable de conflicto: Oriente Medio. Los hicsos invadieron Egipto, Mesopotamia se convertiría en un hervidero y, probablemente, sucedería el famoso asedio a Troya que daría lugar a la legendaria Ilíada de Homero. La edad del hierro llegaría para aumentar aún más el equipo armamentístico: nuevas armaduras y escudos, espadas, lanzas, cobertura para los carruajes y un largo etcétera formarían las primeras unidades militares de la antigüedad. Además, los caballos se empezaron a utilizar no solo para tirar de carruajes sino para montar jinetes y aumentar su movilidad y su capacidad de flanqueo en los campos de batalla. Así nacería la que sería por excelencia la agrupación más móvil de los próximos milenios: la caballería, tanto ligera, como pesada. Automáticamente, para poder defender a la infantería de las cargas de caballos, también nacería una división de infantería especializada en romper las cargas: los lanceros.
Con la aparición de los grandes imperios, las guerras se volverían mucho más mortíferas y complejas, y las herramientas y tácticas militares evolucionarían. Por ejemplo, sabemos que en el Imperio Asirio y en China se desarrollarían por primera vez máquinas de asedio extremadamente versátiles como los arietes, las torres de asedio o las catapultas. Estos elementos serían incorporados por otros imperios, poniendo sobre la mesa la clásica “carrera armamentística” de la historia militar.

Uno de los grandes hitos en la historia sería la aparición de las falanges griegas formadas por ciudadanos-soldado u hoplitas. Armados con lanzas y escudos, estos fieros combatientes profesionalizaron enormemente el empleo de unidades militares cohesionadas y formando una única línea de batalla. Esta falange sería mejorada por los macedonios posteriormente. Por su parte, los persas llevarían a otro nivel el empleo de caballería ligera y pesada, y fueron capaces de fundar cuerpos de infantería imbatibles como los “inmortales”. En las guerras greco-persas se avanzaría en las batallas navales y se empezarían a utilizar flotas para realizar bloqueos en ciudades marítimas.
Todos estos elementos serían llevados a una escala mucho mayor por los romanos. La falange abriría las puertas a la formación más formidable y temida de la antigüedad: la legión romana. Con las legiones, la estrategia militar avanzaría: las estructuras y unidades serían mucho más eficaces y disciplinadas. Los ejércitos se volvieron así más numerosos y el mando piramidal convertiría a las legiones en una pieza clave en la historia militar. A su vez, los romanos perfeccionaron en su largo historial de batallas las máquinas de asedio, construyendo balistas y catapultas, y comenzaron a utilizar de forma eficaz la infantería para proteger estas máquinas. Tras los enfrentamientos navales de las guerras púnicas contra la potencia marítima que era Cartago, los romanos también llevaron a otro nivel sus galeras de remos, aunque realmente sus conquistas siempre fueron terrestres. Una vez que consolidaron su poder en todo el mediterráneo, también mejoraron las estructuras defensivas y construyeron murallas que perduran a día de hoy. Así, tenemos una antigüedad caracterizada por la infantería pesada y ligera, máquinas de artillería, arqueros y ballesteros, caballería pesada y ligera, fortificaciones defensivas de piedra y las primeras batallas navales.

Con la llegada del feudalismo la cosa cambiaría mucho y la moda sería la caballería pesada. La llegada de los estribos permitiría a los caballeros emplear armas mucho más bestias de forma efectiva. Los lanceros evolucionarían así a los piqueros, expertos en frenar las cargas de los caballeros. Las armaduras también mejoraron: de cotas de malla a armaduras de placas, pero claro, las armas hicieron lo mismo y la potencia de fuego de ballestas y arcos (como el arco largo inglés) hizo posible perforar armaduras a distancia. También se innovó en las grandes fortificaciones como castillos y fortalezas con líneas de defensa múltiple. Como respuesta también se mejoraron las máquinas de asedio, aunque se comenzaron a dar asedios prolongados, que centraban más tiempo en cortar los suministros de las ciudades que en el empleo de la fuerza bruta. Si las guerras en Mesopotamia, entre Grecia y Persia, entre Roma y Cartago o entre el imperio romano y todos sus enemigos, fueron los motores de la antigüedad para los avances militares, la expansión musulmana, las Cruzadas o la Guerra de los Cien Años harían lo propio en la Edad Media. En el mar, los conflictos navales pasarían por los ataques de los pueblos nórdicos mediante sus flamantes “Dakar” aunque aún tendríamos que esperar unos añitos para ver movida de la buena en el mar. Finalmente, la Edad Media acabaría con una lección maestra de cómo usar la caballería, a la que por cierto también acoplaban arqueros, y la guerra psicológica, impartida por los fieros mongoles.
Pero aún estaba por llegar uno de los inventos más revolucionarios de la historia de la guerra: la pólvora.
Los tercios españoles fueron los primeros en dominar los nuevos campos de batalla creando los temibles cuadros de picas a los que se les incorporaba ballesteros primero, y mosqueteros y arcabuceros después. La caballería que no podía penetrar entre las picas, era pasto fácil de las nuevas armas de fuego. Esta forma de combatir fue la dominante durante los siglos XVI y la primera mitad del XVII, pero de repente iba a aparecer otra reina de los campos de batalla, la artillería.

La mejora de los cañones y morteros hizo que la artillería se convirtiera en la crem de la crem, y que la misión principal de la infantería se convirtiese en defender a los artilleros. Las fortificaciones se verían obligadas a mejorar, surgiendo la clásica “fortificación en estrella” y a añadir potencia de fuego también a las defensas. Por otra parte, las unidades de infantería se equiparon también con armas de fuego reemplazando las armas de corta distancia, o sustituyéndolas por bayonetas. Las tropas de infantería se especializaron en distintas funciones como la ingeniería para construir trincheras o fortificaciones y en la medicina. Además, se comenzó a fusionar unidades entre la infantería y la caballería, dando lugar a tropas como los dragones que básicamente eran soldados que atacaban con caballos y defendían a pie. Por otra parte, la llegada de la artillería también revolucionó la guerra naval. El equipamiento de potentes cañones hizo que aparecieran unos galeones de miedo, que podían enfrentarse a otros en un mundo en el que, ahora sí, las batallas entre barcos eran clave para defender el transporte marítimo hacia las nuevas colonias. Con todos estos avances, mejoró también el sistema de reclutamiento y los estados eran capaces de movilizar grandes ejércitos de ciudadanos. Así con Napoleón, empezó la “guerra total”, en la cuál se involucraría a la nación entera en el esfuerzo de guerra. Con las guerras napoleónicas se introdujeron las columnas militares, sustituyendo a las líneas y la caballería irá poco a poco perdiendo su predominio en el campo de batalla, pasando a ser más útil en el reconocimiento.

La llegada de la revolución industrial supondría un cambio absoluto en la forma de hacer guerra. A partir de aquí, los avances militares se darían cada década y no cada siglo. Herramientas como el telégrafo, los barcos a vapor y el ferrocarril transformarán absolutamente la logística haciendo facilísimo abastecer a las tropas y mandar recursos al frente. Armas mucho más tochas verían la luz: rifles, fusiles de retrocarga, ametralladoras… Los barcos de madera se sustituyeron por acorazados, y se inventaron también los submarinos. También aparecieron los primeros carros mecanizados. Y, por primera vez, la guerra fue llevada más allá del mar y tierra: surgieron los primeros aviones. De esta forma, la mecanización, el blindaje, la guerra de trincheras y el avance en las armas de fuego, así como todas las mejoras logísticas que poco a poco fueron surgiendo sembraron el fantasma de lo que estaba por venir. En un contexto de ultra-nacionalismo en el que las guerras coloniales y la competencia por los recursos en las colonias habían aumentado la tensión al máximo, la mejora tecnológica de la industria militar solo pudo traer una cosa: la Primera Guerra Mundial. En ella, se introdujeron por primera vez los tanques y la aviación militar. Las primeras bombas lanzadas desde el aire y los submarinos harían su aparición en este episodio tan duro. Las fortificaciones, para aquel entonces pasaban por enormes líneas defensivas que contaban con trincheras que crearon un estancamiento enorme y sangriento. También se utilizaron en esta guerra gases como el gas mostaza, algo que se prohibiría internacionalmente más adelante con la Convención de Ginebra.


Aunque esta guerra terminó, los avances militares no lo hicieron. Los artefactos explosivos se volvieron peligrosísimos. Poco a poco, las mejoras en los vehículos blindados y en la aviación fueron llevando a elementos mucho más mortíferos y maniobrables. Se continuó con el armamento naval, dando paso a acorazados, cruceros y portaaviones, y el desarrollo de la comunicación inalámbrica propició una mejora sin precedentes de la logística militar.
Llegó así la Segunda Guerra Mundial. Y con ella, la denominada “Guerra Moderna”. Aparecieron estrategias tremendamente eficaces y mortíferas, como la guerra relámpago alemana que combinaba el uso de tanques avanzadísimos, infantería motorizada y apoyo aéreo. Empezaron a darse los temibles bombardeos aéreos, que se enfocaban objetivos estratégicos o en la población civil, para minar la moral. Desde el aire, las tropas aerotransportadas fueron especialmente relevantes en desembarcos a gran escala que también involucraban fuerzas navales y terrestres, como los del día D. Por su parte, la guerra naval se centraba en submarinos y en el uso de portaaviones, y el uso del radar para la detección fue absolutamente fundamental. La logística avanzó en vehículos de soporte y equipos médicos extremadamente especializados. Además, las guerras comenzaron a implicar a la población ya no solo a nivel militar. La aparición de la propaganda utilizó la guerra psicológica para crear una “columna silenciosa” permanente dentro de los países enemigos. Así, el potencial militar humano fue capaz de llevarse la vida de decenas de millones de personas.


Con los avances en la física se dio el que quizás es el hito más relevante de toda la historia de la guerra. La aparición de un arma que, por primera vez en la historia, podía llevar a la destrucción total de la especie humana: la bomba atómica. Con el final de la Segunda Guerra Mundial y la aparición de la era atómica, se llegó a una línea roja. Aunque muchos países desarrollaron armamento nuclear posteriormente, las únicas dos veces que estas armas fueron empleadas contra enemigos en guerra fueron en el 1945, como ya sabéis, por los EEUU contra Japón, cometiendo una de las más horribles masacres de la historia humana.

Al margen de la guerra nuclear, una mejora tecnológica a otra escala comenzaría con la Guerra Fría. Los avances en la electrónica llevaron al desarrollo de misiles de crucero y misiles tácticos ultra precisos. Aparecieron aviones de reacción y furtivos, capaces de esquivar los sistemas de defensa aéreos. Se lanzaron por primera vez satélites al espacio, que llevarían a otro nivel la comunicación y las misiones de inteligencia. Y por cierto, lo de la inteligencia sería absolutamente loco: el espionaje y las doctrinas de contrainsurgencia, la aparición de guerras asimétricas y la posibilidad de interferir con las comunicaciones enemigas llevaron a sacar a gran parte de las tropas del frente y ponerlas a manejar ordenadores. Así daría comienzo una nueva era de guerra digital en la que el ciberespacio y el uso de vehículos aéreos no tripulados, como los drones, serían el pan de cada día. Esa era, amigos es en la que nos encontramos a día de hoy.
Lamentablemente, a pesar de que han pasado muchos años desde la invención de la espada, hemos podido comprobar que las guerras son algo inherente al ser humano. Aunque os hemos dado una perspectiva muy pragmática de la guerra, y os la hemos explicado desde su parte más interesante, no podemos dejar de recordar que las guerras son horribles: muertes, torturas, violaciones y, en general, lo peor del ser humano ha surgido con ellas. Si lo piensas, seguramente los soldados que han luchado en el frente y han vivido los horrores de la guerra, han sido los que más se han hecho esta pregunta: ¿Por qué luchamos?. Merece la pena la reflexión, pero seguramente esta pregunta quedó clara para muchos combatientes aliados cuando se encontraron con los campos de concentración en Polonia o Alemania y vieron lo que estaba ocurriendo allí. La guerra es horrible, pero hay momentos en la historia en los que es la única forma de luchar contra un terror mayor.