Hoy en Memorias de Pez os traemos un tema complicado, una historia que es a la vez interesante y horripilante. Estamos hablando de un tema que, aunque sabemos que es muy morboso, queremos tratar con mucho cuidado. Y es que os vamos a hablar de uno de los abusos médicos más grandes de toda la historia del ser humano: los experimentos médicos de los alemanes durante el Tercer Reich.
Como bien sabéis muchos, tenemos que irnos a 1933, momento en el que el Führer toma posesión del cargo de Canciller y comienza a convertir a Alemania en una máquina de guerra y de exterminio sin parangón en la historia. Durante este nefasto episodio, la ola de odio que se propagaba por el imperio alemán llevó a los nazis a librar una campaña para, según ellos, limpiar a la sociedad alemana de personas que representaban un peligro para la raza. Y ¿Qué raza? Pues bueno… Hablamos de la “raza aria”. Una supuesta raza que el dictador alemán defendía y que, según escribió él mismo en su famoso libro Mein Kampf, era superior en la humanidad.
Con este disparate, los nazis comenzaron a desarrollar el concepto de “salud racial”, y comenzaron a fichar entre sus filas a médicos, genetistas, psiquiatras y antropólogos para profundizar en su ida de olla. Evidentemente, la crueldad de todos los abusos que se perpetraron fue enorme y todos los experimentos que se realizaron en pos de la “superioridad aria” carecieron de cualquier sentido ético. Es importante tener en cuenta que este proyecto, al igual que el del enorme exterminio y el holocausto, salió a flote gracias ciertas características del régimen alemán, como fueron:
- La imposición de un régimen totalitario donde los derechos humanos estaban suprimidos.
- La militarización y el enorme desarrollo tecnológico del país, que se había hecho con científicos de gran renombre.
- La legitimación del racismo y el imperialismo, que tuvo como consecuencia la negación de lo pactado en el Tratado de Versalles.
Experimentación médica en el Tercer Reich
Así, el régimen de Hitler se centró en un proyecto en el que la biología y la medicina eran primordiales y el asesinato comenzó a conocerse como “saneación”. Los prisioneros fueron en su mayoría judíos, gitanos o prisioneros de guerra soviéticos… De esta forma, los experimentos se dividieron en tres áreas principales.
La primera de estas áreas fue la de los experimentos relacionados con la mejora del ejército y la supervivencia del personal militar. Se sabe que, por ejemplo, en Dachau, los médicos de las Fuerzas Aéreas realizaron pruebas experimentando con la máxima altitud desde la que los prisioneros podrían caerse y sobrevivir, así como determinar la máxima altura desde la que uno podría lanzarse en paracaídas con seguridad. En este campo, también se realizaron experimentos que tenían como objetivo encontrar un remedio para la hipotermia o incluso para hacer más potable el agua de mar.
La segunda área de actuación fue el desarrollo de nuevos fármacos y el testeo de tratamientos médicos. La idea aquí era utilizar los campos de concentración para probar compuestos de inmunización o testear anticuerpos que podrían servir para combatir distintas enfermedades como el tifus o la malaria. Por ejemplo, en Sachsenhausen se expuso a los prisioneros a gases nocivos para probar posibles antídotos.
Otro ejemplo de esto fue el experimento que tenía como objetivo encontrar un tratamiento rápido para las lesiones de la gangrena, producidas evidentemente en la guerra. Para ello, Himmler puso a disposición de los doctores alemanes a 70 prisioneras polacas, conocidas como “Las conejillas de Ravensbrück”, a las que terminaron provocando heridas infecciosas de diferentes formas para después intentar curarlas con antibióticos. El experimento fue salvaje y los resultados fueron nulos. Este mismo grupo experimental también fue sometido a experimentos de trasplantes de huesos, músculos o incluso regeneración del sistema nervioso. Una barbarie.
Metas raciales y superioridad aria
La última de las áreas fue quizás la más salvaje: los experimentos relacionados con el avance de las metas raciales y la superioridad aria. En ella, los dirigentes nazis buscaron métodos para detener la reproducción de los “no arios” sin afectar a los alemanes. De esta forma, consideraron que la mejor solución sería la esterilización… La crueldad se cometió principalmente en Auschwitz, y la forma de hacerlo fue mediante rayos X, quemando los ovarios a distintos grupos de mujeres y los testículos a los hombres. También se intentaron implementar otros métodos de esterilización basados en productos químicos como el nitrato de plata.
No obstante, el más claro ejemplo de la relación entre la medicina y el poder nazi fueron los experimentos del infame doctor Joseph Mengele. Este sujeto detestable se dedicó a escoger minuciosamente a sus víctimas, seleccionando en muchísimas de las ocasiones a gemelos, con los que podía estudiar la influencia de los factores genéticos ante cualquier tipo de horrible condición. En sus experimentos, se realizaban cirugías o extirpaciones de órganos sin ningún tipo de anestesia y se llegaron a traspasar límites absolutamente atroces como la saturación de dos hermanos para crear siameses, uniendo sus tejidos y vasos sanguíneos. No nos recrearemos mucho más aquí.
Las consecuencias y el juicio de Núremberg
Como habéis visto, los líderes alemanes del Tercer Reich sistematizaron la tortura médica y perpetraron abusos que terminaron en la muerte, desfiguración o incapacitación permanente de miles de personas. Eso sí, a pesar de que muchos de estos crímenes quedaron impunes, algunos otros no.
Durante los Juicios de Núremberg se dio un proceso legal conocido como el Juicio de los Doctores, en el cual muchos médicos y científicos nazis fueron acusados de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad. Como muchos sabéis, muchos otros científicos y médicos lograron huir a otros países (entre ellos Mengele) e incluso ser fichados por las instituciones científicas de grandes países como la URSS o EE.UU. Por otro lado, tras los mencionados Juicios de Núremberg se redactó el Código de Núremberg, un escrito que recoge los principios que deberían regir la experimentación con seres humanos.
Muchas veces habréis escuchado que los experimentos nazis, a pesar de todo, fueron útiles para la ciencia y que gracias a ellos se lograron ciertos avances a posteriori. Esto es cierto, pero solo en parte. Los ensayos estaban basados en una hipótesis errónea, un concepto sobre la raza que, como os explicarán en el vídeo de Memorias de Dolly, carecían de base científica y eso hizo que hubiera una enorme cantidad de resultados negativos para lo costosos que fueron los experimentos.
No obstante, nosotros creemos que para lo que de verdad sirvieron estas atrocidades fue para alertar a los científicos del extremo al que puede llegar su trabajo y para darnos una lección de lo necesarios que son los códigos éticos dentro de la profesión: los experimentos sobrepasaron todos los límites éticos. Y es que la verdad, de poco nos sirve el desarrollo tecnológico si eso tiene que pasar por una involución en el desarrollo social.
En resumen, los experimentos médicos nazis fueron una de las mayores atrocidades de la historia de la humanidad, y aunque algunos resultados pudieron tener cierto valor científico, el precio pagado en términos de sufrimiento humano fue incalculable. La historia nos enseña la importancia de mantener una fuerte ética en todas las áreas de la ciencia para evitar que tales horrores se repitan.