Hoy en Memorias de Pez vamos a surcar los siete mares, a cargar nuestros cañones y a arriar nuestras velas. Y es que, como no podía ser de otra forma, hoy os vamos a hablar de la era de la piratería. Una era que muchas obras: poemas, películas, canciones… han romantizado, hablando de la libertad y de las aventuras que gozaban estos delincuentes marítimos. Nosotros vamos a salirnos de esta forma de ver las cosas para intentar explicar cómo y por qué triunfó esta forma de actuar. ¿Qué llevó a bandadas de criminales a jugarse la vida para saquear otros barcos? ¿Por qué los grandes piratas se ganaron tanta fama? ¿Enterraban de verdad los tesoros?. ¡Pues agarramos el timón y os lo contamos!
Lo primero que tenemos que hacer es la siguiente pregunta: ¿Qué es la piratería? Pues lo que os imagináis. Básicamente atacar a los navíos para robarles su mercancía, capturar a sus pasajeros o incluso robar los mismísimos barcos. Es una actividad que ha estado ligada a los inicios de la navegación, y ya en la Edad Antigua se practicaba de forma casi profesional. De hecho, hasta cierto punto, estaba vista como una actividad noble, y hasta los grandes héroes legendarios de la antigua Grecia como Jasón o Ulises realizaron varios actos de piratería en sus aventuras narradas por Homero.
No obstante, si hay algo que caracterizó la historia de los piratas es lo peor de todo el negocio: la esclavitud. Ya en tiempos de los romanos una de las principales, si no la principal actividad de piratería que regía los mares era el tráfico de esclavos (de la que los romanos se lucraban enormemente, cómo no).
Piratería en la Edad Media y Moderna
En la Edad Media, fueron los vikingos los que en Europa cometieron las mayores acciones de piratería (saqueos, en su mayoría), mientras que con la expansión del islam y el control de grandes rutas por parte de los califatos musulmanes y posteriormente el Imperio Otomano, la esclavitud era el principal foco de piratería en las regiones de África, Oriente Próximo y Asia.
Pero luego llegamos a la Edad Moderna, y a uno de los puntos de inflexión más importantes en la historia de la piratería: el descubrimiento del Nuevo Mundo y el reparto de estas tierras entre el Imperio Español y Portugal. Y bueno… el cabreo del resto de potencias europeas que se quedaron fuera de la fiesta en un primer momento. Este temita fue lo que llevó a una de las primeras de las situaciones que desembocará en lo que se conoce como la edad de oro de la piratería: el periodo de los bucaneros franceses.
El periodo de los bucaneros
Estos tíos se dedicaron a cazar vacas en la zona occidental de la isla de la Española (Haití) y a vender su carne de contrabando a los navíos que navegaban por el Caribe. Cuando los españoles prohibieron la actividad, muchos de ellos se fueron a la Isla de la Tortuga, que gobernaban los franceses y se metieron al no tan noble oficio de la piratería o de la filibustería (que es lo mismo que la piratería pero sin alejarse de la costa). Con esto que os contamos ya ubicáis una cosa clara ¿No?, el Caribe será muy importante para esta Era.
Y es que en esta región es donde se encontraba gran parte del tráfico marítimo de la época. Había mucho dinero, muchos esclavos y muchos materiales preciados. Así sucedió uno de los eventos que marcaría la piratería del Caribe: la conquista inglesa de Jamaica a los españoles en 1655. Los gobernadores ingleses de la región dejaron actuar libremente a los bucaneros o a sus compatriotas piratas mientras que la sede del gobierno, la ciudad de Port Royal servía como abastecimiento y como lugar preferente para vender su botín, o dicho de otra forma: lavar dinero. Y es que como vais a ver en este vídeo hay una enorme cantidad de similitudes entre los piratas y las conocidas mafias actuales. Sí, sí.
La República de las Dos Orillas de Salé
Durante el periodo que os estamos comentando, que es el de mediados del S. XVIII, los piratas de este lado del atlántico no fueron los únicos que triunfaron. Un núcleo de piratas moriscos expulsados de España llegó a establecer una república (La República de las Dos Orillas de Salé), que albergó una inmensa cantidad de piratas capaces de hazañas tales como saquear las costas de Cornualles o el sur de Irlanda. Para que veáis lo serio que se volvió su mandato, la república llegó a establecer relaciones diplomáticas con los Países Bajos y duró cuatro décadas hasta volver a ser integrada en el sultanato de Marruecos.
Todo este periodo corresponde a una de las tres fases en las que se suele dividir la edad de la piratería, y es conocido como el periodo de los bucaneros. No obstante, las dos fases siguientes, en especial la última, son las que los historiadores suelen marcar como la verdadera edad de oro de los piratas. Vayamos ahora con la segunda fase, la conocida como la “Ronda del Pirata”, que se daría en los últimos veinte años del S. XVIII.
La ronda del pirata
Este periodo surge como respuesta al endurecimiento de las condiciones para la piratería en el Caribe. Los gobiernos locales, sobre todo españoles, ya estaban hartos del pillaje y establecieron medidas severas para espantar a los piratas de allí. Además, con la caída de la Casa Estuardo en Inglaterra sucedió algo que petó el contexto pirata: Inglaterra y Francia volvieron a enemistarse. Jamaica y Tortuga, por lo tanto, también se convirtieron en enemigas.
Por si fuera poco, Port Royal se fue a tomar por saco tras un terremoto en 1692. ¿Conclusión?. Pues buscamos otros “cotos de caza”. Y eso es lo que hicieron. Sobre todo, los piratas angloamericanos: rumbo al Pacífico y al Índico. El mismísimo Bartholomew Sharp inauguró la ruta con una gran expedición que se hizo en 1680. Tras él, la nueva Isla de Tortuga sería a partir de ahora Madagascar (la verdad que los destinos turísticos de esta peña molaban bastante).
La piratería en el Índico
Durante la Ronda del Pirata, el blanco principal viró y se comenzó a atacar a las grandes potencias musulmanas. El Imperio Otomano ya no estaba tan bullante como antes (aunque su control del mediterráneo fue lo que les salvó durante las primeras fases de la piratería) y su propia piratería, la piratería berberisca de la que os hemos hablado (los del Norte de África) y que solía atacar únicamente a potencias cristianas, también se había convertido en un problema. Y es que las rutas de comercio que pasaban por el Índico tenían productos muy apetitosos como la seda, y además las embarcaciones no contaban con gran protección… sin duda era el negocio del año.
A los comerciantes locales o a la Compañía Británica de las Indias Orientales no les hacía tanta gracia. Y hay una cosa que se dio cada vez más y, especialmente, en este periodo: los Corsarios. Para que nos entendamos, un corsario actuaba prácticamente igual que un pirata, pero tenía una cartita mágica firmada por el rey de turno llamada patente de corso que básicamente le autorizaba a hacer las pillerías que quisiera. Muchas veces los corsarios eran usados para combatir con los mismos piratas.
No obstante, también fue todo lo que os contamos lo que llevó a grandes nombres de la piratería a la fama, como William Kidd (famoso por el tesoro que supuestamente dejó) o Henry Every, al que nunca fue arrestado ni derrotado. Ya lo sabéis, la fama, el oro, el poder. Todo lo que quería un pirata, o un mafioso.
La era de Barbanegra
Y llegamos a la tercera y última fase de esta era, donde destacaron piratas de la talla del mismísimo Edward Teach: Barbanegra. Esta fase fue la del declive del Imperio Español, que se dio tras la Guerra de la Sucesión española a partir de 1715. Cómo muchos sabréis, en esta guerra, España se convirtió en un tablero de ajedrez a gran escala en el que las potencias europeas salivaban por ver quién se hacía con el trono.
Por un lado, estaban los borbones franceses, y por el otro los austracistas, defendidos por el Sacro Imperio, Portugal, Países Bajos y, como no, contra los franceses: Gran Bretaña (Inglaterra y Escocia sí, que se habían unido). Pues resulta que estos últimos apostaron por el caballo perdedor, y lo que es más relevante para la historia que hoy nos ocupa: con el final de esta guerra, una enorme cantidad de corsarios británicos, se quedaron sin trabajo. Y desde luego, la marina mercante que era uno de los pocos sitios donde todos estos parados de larga duración podrían irse, no era un trabajo ni muy cómodo, ni muy lucrativo.
Y es que, como pasa con la mafia, en un solo asalto te podías llevar una cantidad desorbitada de botín. Una oportunidad muy seductora para toda esta gente que había construido su carrera pegándose de leches contra los barcos del enemigo y básicamente, haciendo lo mismo que un pirata. Así, muchos marineros prefirieron dejar un bonito cadáver y vivir una vida criminal de ensueño antes que trabajar de forma legal. Y aquí es cuando aparecen en escena piratas como Charles Vane, Jennings, Charles Vane, Edward England… Toda esta gente que se ganó un nombre infame, se dedicó a atacar masivamente a los españoles tras el hundimiento de varios barcos en la costa de Florida. Se llevaron un botín de la repera, pero claro, no podían gastarlo en cualquier lugar sin llamar la atención ni incumplir la ley. ¿Sabéis cuál fue la solución de los piratas?. Fundar una base en Nassau, en las Bahamas, la que sería el nuevo gran bastión de la piratería.
El culmen de la piratería
Durante unos pocos años, la piratería llegaría a su culmen y las conocidas como “rutas triangulares” entre las potencias coloniales serían su principal objetivo. Estas rutas llevaban armas y bienes manufacturados a África para intercambiarlos por esclavos, posteriormente, estos esclavos se llevaban a América para exportar materias primas como azúcar o tabaco, que finalmente acababan en Europa para reiniciar el ciclo. Todo lo necesario para un pirata.
Los piratas se organizarían en pequeñas bandas, en las cuales los capitanes no tenían tantísimo peso como uno pudiera imaginar. Muchas veces estos eran elegidos de forma democrática, buscando evitar replicar las estructuras de la marina. De hecho, se solía ver mal que los capitanes viviesen en condiciones mucho mejores que sus tripulantes. La función del capitán era principalmente la dirección de las batallas y, generalmente, los botines eran repartidos por oficiales que tenían esta tarea y no por los capitanes.
De hecho en muchos casos la tripulación firmaba acuerdos para establecer cómo dividir las ganancias, castigar a los infractores o repartir las tareas de mantenimiento de los barcos. Este tipo de organización fue algo que explicó el éxito de la piratería ya que evitó una excesiva concentración de poder… Curiosamente, los piratas adoptaron las medidas más eficaces para su modo de vida. Y esto no solo pasaba por tener este tipo de sistemas “democráticos”. En muchas ocasiones, cuando no vendían los esclavos que liberaban en los barcos de negreros, los piratas decidían liberarlos y admitirlos en su tripulación… Y no, no es que fueran unos revolucionarios idealistas, es simplemente que les venían bien.
El declive de la piratería
Pero seamos serios. Los piratas tenían un modo de vida peligroso. A pesar de que generalmente intentaban evitar el conflicto directo y las bajas humanas (les podría salir caro), muchas veces sus métodos fallaban. Lo que hacían normalmente era hacerse pasar por barcos comerciantes de algún imperio o reino (tenían unas colecciones de banderas estupendas). Luego, cuando estaban cerca de sus presas izaban los míticos “Jolly Rogers”, anunciando de esta forma que eran piratas y que bueno… que se dejasen robar que si no iba a ser peor. No obstante, cuando la cosa se ponía chunga y los atacados se defendían, los métodos piratas pues bueno… eran los de cualquier mafioso, siguiendo con la comparación de marras.
No obstante, todo llega a su fin. En el caso de la piratería fue un curioso plot twist lo que inició el declive. Las potencias europeas se dieron cuenta de que era necesario un control más férreo sobre los mares y se endurecieron mucho las penas de comercio con piratas. Para asegurarse de todo esto, Woodes Rogers, que fue un pirata con anterioridad, fue nombrado gobernador de Bahamas y ordenado acabar de una vez con la dichosa piratería allí. Aunque muchos aceptaron el perdón, más adelante volverían a la piratería. En todo caso, había quedado manifestado que ser pirata cada vez era menos rentable y más peligroso, y Nassau había quedado desmontada. Con la ejecución de los piratas Philip Lyne y William Fry en el año 1726, se considera que la edad de oro llegó a su fin.
Toda la mala gestión colonial que se hizo por parte de las potencias europeas fue la causa de la historia que os hemos contado. Particularmente mala, fue la gestión de los británicos que terminaron por llenar el mar de corsarios que no eran otra cosa que potenciales o antiguos piratas como el archiconocido Drake.