Tenemos un problema. Un problema muy serio. La humanidad se enfrenta a un reto muy complicado que podría ser peor que la pandemia de Covid-19. ¿Una guerra nuclear? ¿Una invasión alienígena? Para nada. Hablamos de unos seres minúsculos pero muy peligrosos que nos causan enfermedades contra las que no podemos protegernos. Hoy, en Memorias de Dolly, hablamos sobre las superbacterias.
Las bacterias son organismos unicelulares extremadamente diversos. No sabemos cuántas especies hay, pero las estimaciones van desde cientos de miles hasta millones. Y, por si fueran pocas, una misma especie puede tener varias cepas, que son variantes con algunas características diferentes. Además, están por todos lados: puedes encontrar bacterias dentro de tu cuerpo, en el suelo, en el aire, en el Mar Muerto, ¡incluso en volcanes! Y, ¡hay muchísimas!
En una sola cucharadita de suelo hay tantas bacterias como personas en África. La mayoría no tienen por qué hacernos daño, incluso hay algunas que son beneficiosas. De hecho, sin las bacterias no podríamos sobrevivir. Pero también hay bacterias patógenas, es decir, que causan enfermedades. Por ejemplo, Vibrio cholerae provoca el cólera, Mycobacterium tuberculosis nos da tuberculosis y Bacillus anthracis es la culpable del famoso anthrax. En nuestro vídeo sobre armas biológicas hablamos más de estos y otros bichos. Hasta las caries de tus muelas son culpa de bacterias. Bueno, y de que no te lavas los dientes.
Los humanos llevamos toda la vida intentando defendernos de las infecciones bacterianas. En la medicina tradicional hay cientos de técnicas para tratar estas enfermedades, como ungüentos o infusiones, pero tenemos algo que funciona muy pero que muy bien: los antibióticos.
Cómo funcionan los antibióticos
Los antibióticos son compuestos químicos que atacan a las bacterias, matándolas o impidiendo que se reproduzcan. Hay muchos tipos y cada uno actúa de una manera distinta. Por ejemplo, los beta-lactámicos impiden que las bacterias sensibles a ellos formen correctamente su pared celular, una estructura fundamental para su supervivencia. Otro ejemplo son las tetraciclinas, que impiden a las bacterias sintetizar proteínas y, ya sabéis, sin proteínas no se puede vivir.
Desde que Alexander Fleming descubrió el primer antibiótico en 1928, la penicilina, los hemos estudiado muchísimo. Son una parte fundamental de nuestra medicina y hemos salvado millones de vidas con ellos. Pero el uso intensivo de los antibióticos tiene una consecuencia que no vimos venir: algunas bacterias han aprendido a defenderse contra ellos, es decir, han adquirido resistencia. Os lo explicamos.
Muchos seres vivos producen antibióticos de forma natural, la mayoría de ellos hongos y las propias bacterias. Espera un momento, ¿también bacterias? ¿Por qué iban a producir cosas que las matan? Pues para competir con otras de su entorno. Si en un mismo ambiente hay varios tipos de bacterias que tienen que competir por los mismos recursos, una forma de ganar la batalla es producir sustancias que maten a tus competidores. Lo mismo se aplica a los hongos. ¿Que hay bacterias que me molestan? Antibiótico al canto y me las quito de enmedio. La propia penicilina es producida por hongos del género Penicillium, de ahí su nombre. Ya veis, el mundo microbiano es toda una guerra biológica.
Resistencia y transferencia horizontal
Además de producir antibióticos, las bacterias también han evolucionado para defenderse de ellos. Por eso no todos los antibióticos matan a todas las bacterias, hay algunas que tienen genes de resistencia que las protegen. Volviendo al ejemplo de antes, si una especie bacteriana rival ha evolucionado para producir un antibiótico que me mata, pues mi especie evoluciona para defenderse de él, como si fuera una carrera armamentística. A esto se le llama presión selectiva: hay algo en mi entorno que me está forzando a evolucionar para poder sobrevivir. Si aparece un antibiótico nuevo, muchísimas bacterias morirán, pero, con suerte, algunas tendrán mutaciones en sus genes que las hagan resistentes. Estas sobrevivirán y podrán reproducirse. Desde ese momento, las nuevas bacterias que provengan de la resistente serán inmunes al antibiótico.
Pero las bacterias no sólo desarrollan resistencias. También pueden pasárselas entre ellas. Como lo oís, las bacterias se chivan los trucos que tienen para sobrevivir. Lo normal es que los organismos obtengan el material genético de sus padres, lo que llamamos transferencia vertical. Pero algunos también pueden obtenerlo del entorno mediante la transferencia horizontal. Y esto a las bacterias se les da muy bien. Además del que obtuvieron al nacer, es común que obtengan nuevo material genético a lo largo de su vida de esta manera.
Las bacterias hacen transferencia horizontal de varias formas. Está la transformación, en la que cogen ADN del ambiente, por ejemplo de otra bacteria que haya muerto. Con la conjugación se pueden pasar ADN mediante unos filamentos que se llaman pili, como si fuera un túnel que las conecta. ¡Compartir es vivir! Incluso con la transducción pueden obtenerlo porque se lo pasa un virus que ha infectado previamente a otra bacteria. Lo que no te mata te hace más fuerte. Ya veis, no les faltan formas de conseguir nuevos genes. Y claro, si alguno de estos es de resistencia a antibióticos, ya la hemos liado.
El problema de las superbacterias
O sea, que las bacterias adquieren resistencia a antibióticos cuando tienen una presión selectiva, por ejemplo, muchos antibióticos en su entorno. Además se pueden compartir los genes que posibilitan estas resistencias con la transferencia horizontal. Y encima nosotros utilizamos cantidades ingentes de antibióticos. ¿Vais viendo por dónde viene el problema? El uso de antibióticos es un arma de doble filo. ¡Estamos favoreciendo que aparezcan bacterias nuevas resistentes a los antibióticos que utilizamos!
Y, ¿qué pasa cuando las bacterias adquieren muchas resistencias a antibióticos? Pues que es muy difícil matarlas. Así surgen las bacterias multirresistentes, o lo que es lo mismo, las superbacterias. Si estos bichos son patógenos pueden ser muy pero que muy peligrosos, porque muchos de nuestros tratamientos no sirven contra ellos.
Por si el panorama no fuera suficientemente malo, hay un problema añadido: las bacterias evolucionan muy rápido. Más rápido que nuestra capacidad de descubrir nuevos fármacos. Esto quiere decir que las superbacterias serán cada vez más frecuentes pero nosotros quizá no habremos tenido tiempo de encontrar la forma de combatirlas.
Quizá algunos pensaréis que esto suena un poco a ciencia ficción, o que no es para tanto. Pues atentos a estos números. Se estima que en 2019 1.27 millones de personas murieron directamente por superbacterias, y que éstas participaron indirectamente en la muerte de otras 4.95 millones. ¡Eso son más de 6 millones! Estos bichos ya matan más que enfermedades como el sida o la malaria. Una auténtica burrada. Y ojo, que va a peor. La ONU estima que, a este paso, para 2050 podrían morir hasta 10 millones de personas al año por superbacterias, convirtiéndose en una de las principales causas de muerte. No sabemos a vosotros, pero a nosotros esto nos da bastante miedo.
Soluciones y prevención
Vale, pero, ¿y qué hacemos? ¿Está todo perdido? ¿Debería cundir el pánico? Bueno, bueno, calma. No volverse locos. Vamos a ver posibles soluciones.
La primera está clara: mejor prevenir que curar. Si las superbacterias aparecen por abusar de los antibióticos, hay que controlar su uso. Ojo, no queremos decir que no se utilicen, sino que lo hagamos con cabeza. Durante muchos años se han utilizado antibióticos a diestro y siniestro por cualquier cosa, pero no son útiles en todos los casos. Es muy común que la gente se automedique. “¿Me encuentro mal y tengo un poco de amoxicilina de una vez que estuve enfermo? Pa’ dentro, seguro que me ayuda”. Pues cuidado amigo, que si tienes un virus o una bacteria resistente a amoxicilina, no estás haciendo nada. Siempre hay que seguir las indicaciones del médico, jamás automedicarse.
Eliminación segura de antibióticos
Además, los antibióticos que están caducados o que nos sobran y los envases y blister vacíos no se pueden tirar a la basura normal, porque podrían acabar en el entorno y contribuir a la aparición de bacterias multirresistentes. Lo mismo con los demás medicamentos, que pueden ser contaminantes. En España estos residuos se pueden dejar en contenedores especiales que hay en las farmacias. Si nos estás viendo desde otro país, ¡investiga cómo hacerlo!
Diferenciación entre antibióticos y antivirales
Los antibióticos no sirven contra los virus porque están hechos para interferir en procesos celulares de las bacterias. Por ejemplo, antes decíamos que los beta-lactámicos bloquean la formación de la pared celular bacteriana, pero los virus no tienen, así que ni les va ni les viene. Para tratar las infecciones víricas tenemos los antivirales, que actúan específicamente contra procesos de virus.
Duración de los tratamientos
Un aspecto a mejorar es la duración de los tratamientos. Hay estudios que concluyen que en muchos casos se recetan antibióticos más tiempo del necesario. Y claro, así favorecemos que aparezcan bacterias resistentes. Hace falta investigar más para saber cuál es la cantidad óptima de antibiótico que se debe tomar para cada infección y ver si podemos usar menos. Cuidado, no queremos decir que dejes de tomarlos por tu cuenta. Para reducir un tratamiento primero tiene que haber evidencia científica de que va a funcionar bien. Hasta entonces, SIEMPRE hay que hacer caso a las recomendaciones de los médicos.
Uso de antibióticos en la ganadería
Otro sector en el que se hacen mal las cosas es la ganadería. Se utilizan muchísimos antibióticos en animales sanos, para prevenir enfermedades y porque, en algunos casos, dosis bajas hacen que crezcan más rápido. En los países de la Unión Europea está prohibido utilizar antibióticos para engorde y como prevención de enfermedades. Si un animal está enfermo, no se le puede suministrar antibióticos sin que lo prescriba un veterinario. Además, también se controla la concentración de antibióticos en productos animales que llegan luego a los consumidores. En otros países fuera de la UE la cosa se complica, porque cada uno tiene unas leyes, más o menos estrictas. Lo que está claro es que hay que ponerse las pilas con esto: más del 70% de los antibióticos del mundo se usan en ganadería, es una salvajada. En las granjas se podrían estar fraguando nuevas superbacterias.
Investigación científica
Por último, nos queda una cosa fundamental, ¡la ciencia! Aunque la prevención es crucial para que no se agrave el problema, las superbacterias ya son una realidad. Tenemos que ser capaces de combatir a estos bichos. ¿Cómo? Pues como siempre, ¡investigando! Es muy importante que se fomente la investigación de nuevos fármacos y tratamientos. Por supuesto, ya estamos en ello. Os contamos algunos ejemplos.
Se están estudiando cosas como la terapia fágica, que consiste en utilizar bacteriófagos, es decir, virus que matan a las bacterias. O la inmunoterapia, en la que se emplean elementos del sistema inmune como anticuerpos que atacan directamente a los patógenos con gran precisión. En nanotecnología se están desarrollando nanopartículas con actividad antimicrobiana o que sirvan como vehículo para llevar fármacos eficientemente dentro de nuestro cuerpo. Se estudia también el diagnóstico de precisión: conocer rápidamente qué bicho causa la enfermedad y cuáles son sus debilidades para ir a tiro fijo a por él.
Por la parte que nos toca a las personas de a pie, es fundamental que seamos responsables con el uso de antibióticos y que seamos muy conscientes de que nos enfrentamos a un problema muy grave en el que es necesario tomar medidas contundentes cuanto antes. Y, por supuesto, siempre confiar en la ciencia, que es la única que nos puede dar soluciones a esta movida.