Imagina que estás en las orillas al sur del desierto del Sáhara, una de las regiones más inestables y olvidadas del planeta. Allí, entre polvo, hambre y violencia, ha nacido algo nuevo, algo que puede cambiar por completo las reglas del juego en el África occidental y quizás, solo quizás, también alterar el equilibrio de bloques global. Hoy vamos a hablar de la Alianza de Estados del Sahel, para los amigos. Un bloque formado por militares que llegaron al poder por la vía del golpe de estado, que expulsaron a Francia, desafiaron a la ONU y ahora miran hacia Rusia, Turquía o China en busca de aliados. ¿Son los nuevos libertadores del continente o los dictadores de siempre con un nuevo discurso? Si quieres entender por qué medio mundo está pendiente de lo que pasa entre Níger, Mali y Burkina Faso, ponte cómodo porque empieza una historia de poder, soberanía y, por supuesto, geopolítica.

Lo primero, ¿qué es la AES? Bien, antes de meternos en otros temas, hay que empezar hablando de qué es exactamente la Alianza de Estados del Sahel. El origen de la Alianza de Estados del Sahel se remonta al 16 de septiembre del año 2023, cuando las juntas militares que gobiernan actualmente Burkina Faso, Mali y Níger firmaron la carta de Liptako-Gourma, en la que se establecen los principios fundacionales de la AES. Aquí se formaliza su ruptura con los organismos regionales y continentales tradicionales, como la Comunidad Económica de Estados de África Occidental.
Antes de profundizar, debemos hacer un repasito a estos grupos para entender un poco mejor el panorama en la región antes de que llegara la AES. En primer lugar tenemos la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, la CDAO por sus siglas. Nace en 1975 y es el que hasta ahora era considerado el principal proyecto de integración económica en la región. En 1993 se amplió y pasó a tratar también temas relativos a la defensa e incluso cuenta con un tribunal de justicia diseñado para el derecho comunitario. Pero la creación de la AES y la ruptura con la CDAO tiene una raíz muy importante: la sucesión de golpes de estado en estas regiones entre 2020 y 2023, que son frente a los que la CDAO impone esas sanciones que te contaba.
Frente a las presiones de organismos internacionales que exigían una vuelta al orden, los gobiernos militares de estos países encontraron una vía alternativa: establecer una alianza soberana al margen de las que ya había, que no solo asegure su permanencia en el poder, sino que también actúe como instrumento de defensa colectiva y proyección regional. Además, desde la AES también se criticaba la influencia de Francia en la CDAO, llegando a referirse a ella como la junta francesa.

Los puntos centrales de la carta fundacional de la AES dejan en claro los siguientes ejes estratégicos del nuevo bloque: una arquitectura común de defensa, la lucha contra el terrorismo y el crimen organizado, la prevención de rebeliones armadas y, sobre todo, la idea de que un ataque a uno de los miembros será considerado un ataque a todos, al más puro estilo OTAN. Esto implica una obligación de asistencia recíproca, incluso mediante el uso de la fuerza militar. A todo esto se le suma la apertura de la alianza a nuevos miembros que comparten realidades geográficas, políticas y socioculturales, lo cual nos habla de una clara intención de expansión regional bajo principios que rompen con el modelo occidental de integración.
Este nuevo bloque no solo se define por su carácter antiintervencionista y anticolonialista, sino también por su voluntad de construir un nuevo tipo de relaciones internacionales. La AES se declara abierta a establecer vínculos con actores extrarregionales, particularmente aquellos que no condicionen su apoyo a reformas internas o a la restauración del orden democrático liberal. De ahí que desde su creación haya habido un acercamiento visible hacia Rusia, China y Turquía, potencias que han mostrado disposición a cooperar en materia de seguridad, infraestructuras y comercio, sin interferencias políticas o al menos sin interferencias políticas explícitas.
Uno de los elementos principales de la Alianza de Estados del Sahel es su función simbólica de ruptura con el legado neocolonial francés. El sentimiento antifrancés ha crecido alimentado por décadas de intervención directa o indirecta en los asuntos nacionales, por el control económico a través del franco CFA como moneda y por la presencia militar extranjera que no ha logrado frenar el avance del terrorismo. El enorme rechazo a todo esto ha servido como uno de los principales factores para la consolidación de la AES.
Importante: la alianza ha reafirmado su soberanía no solo desde el ejército, sino también en sectores que se sentían desilusionados por las promesas incumplidas de los europeos. Sin embargo, la consolidación de la Alianza de Estados del Sahel también tiene cosas complicadas. La ruptura con la CDAO supuso la imposición de sanciones económicas. Uno de los casos más notorios fue el de Benín, cuya frontera terrestre con Níger permanece cerrada debido a la presunta presencia de bases francesas en su territorio, afectando tanto al comercio como al acceso al mar de los principales miembros de la Alianza de Estados del Sahel. Aunque en otros casos como el de Nigeria se logró restablecer el comercio hacia marzo de 2024, la situación refleja la fragilidad de la economía de la alianza en sus primeras etapas y la necesidad de diversificación de sus alianzas y fuentes de financiación.
En resumen, la Alianza de Estados del Sahel representa un intento de redefinir las reglas del juego en una región atravesada por la inestabilidad, el intervencionismo y la dependencia. La AES ya ha demostrado ser un actor clave en la transformación del mapa político del África occidental, pero su evolución dependerá de su capacidad para encontrar alianzas, estabilizar su territorio y mantener a la población cohesionada.
Una vez que ha quedado más claro qué es la Alianza de Estados del Sahel, es decir, la AES, vamos a meternos ahora un poco más en profundidad para hablar de los actores principales dentro del bloque. Para eso hay que hablar de los tres generales que dirigen Burkina Faso, Mali y Níger, los países que firmaron la carta de Liptako-Gourma. Hablamos del capitán Ibrahim Traoré, el coronel Assimi Goïta y el general Abdourahamane Tchiani.

El general Tchiani llegó al poder en el año 2020, fue el primero de los tres y ya asentó la base de la firmeza frente a Francia y la defensa de la soberanía nacional. Tras su ascenso, rompió dos acuerdos de cooperación militar con Francia y expulsó a la misión de la ONU que había en el país. En lugar de a sus viejos aliados, se acercó hacia Rusia, de la que ahora hablaremos más tarde, y delegó parte de la defensa en el grupo Wagner, que tesorará bastante.
El capitán Ibrahim Traoré llegó al poder en 2022 y por su parte representa la cara más militante y política del bloque, ya que es el principal abanderado del discurso postcolonial antifrancés que os hemos comentado. Ha priorizado la guerra contra el terrorismo como asunto central del Estado, reforzando la idea de que Francia ha fallado a África. Su política frente a la cooperación militar con los franceses ha sido la misma que la de Tchiani y también ha recurrido al apoyo ruso. Como peculiaridad destaca su impulso de milicias civiles armadas, que son los llamados Voluntarios para la Defensa de la Patria. Eso sí, los resultados en su campaña antiterrorista no han sido muy allá.
Finalmente, el coronel Assimi Goïta encabezó el golpe de estado de Mali de 2023, el más reciente de los tres. Es destacable que en este caso había en el país bases militares estadounidenses que ordenó cerrar con la consecuente expulsión de las tropas.

Pues bien, habiendo repasado los actores internos, vamos ahora con los externos, esos países que buscan influir en un momento tan complicado para la región. Muchos de ellos ya los hemos mencionado y podemos agruparlos en un bloque occidental y en otro no occidental. Dentro del bloque no occidental, el principal aliado de la AES es, como ya te puedes estar oliendo, Rusia. Y es que la implicación del Kremlin en la región se da en varios niveles, no solo en el militar que ya hemos comentado y que se materializa en el envío armamentístico y la presencia del grupo Wagner. También es muy importante el papel de Rusia a nivel simbólico y comunicativo, que aquí los rusos, además, se manejan muy bien. El Kremlin se presenta como defensor de la soberanía africana con gestos como cumbres internacionales y además ha puesto a disposición de esta causa a medios como RT y Sputnik para reforzar la legitimidad de los gobiernos militares y debilitar la postura prooccidental.
Pero ojo, que no solo de Rusia vive la AES, que también encuentra el apoyo de Irán, Turquía y China. En el caso de este último, es una ayuda más discreta que la rusa, centrada en la no injerencia y la cooperación bilateral, un clásico de China.

Dentro del bloque occidental hay que destacar el papel de Francia. Como ya hemos visto, no es un país muy popular que digamos entre los países que conforman la Alianza de Estados del Sahel. Es por esto que, para conservar la influencia que ha tenido tradicionalmente en la región, ahora más que nunca está buscando reforzar sus vínculos con los países más alineados con Occidente. Hablamos de países como Costa de Marfil, Senegal o Benín, que destacan por su cooperación activa con Francia, Estados Unidos y la Unión Europea y también por su participación en misiones internacionales de paz.
Lo que podemos esperar de este conflicto es que la Asociación de Estados del Sahel continúe reforzando la cooperación entre sus miembros, pero está por ver si son capaces de dar respuesta a las crisis humanitarias y económicas. Esto, sumado a los conflictos armados internos con grupos terroristas, supone los principales problemas a los que la población les pide que den respuesta, con los dos bloques del mundo moviendo fichas en el tablero. También nos cabe preguntarnos cómo de lejos están dispuestos a llegar las grandes potencias para asegurar su influencia en la región. Y es que las cartas están repartiéndose y aún queda mucha partida en el Sahel.