¿Por qué la República perdió la Guerra Civil? Es una pregunta que muchos os habréis hecho y que tiene múltiples respuestas. Y es que la República al inicio de la guerra tenía las grandes ciudades del país, incluida la Capital, Madrid, y también Barcelona, el 72% del territorio y el 63% de la población. Pero ojo que esto no queda aquí, la República también tenía en su poder, las reservas de oro y plata del Banco de España, algo más de 300 toneladas de oro y 3.300 de plata.
También tenía las mayores zonas industriales del país, como pueden ser Cataluña, el País Vasco y Asturias. De hecho, casi toda la industria química, las minas de carbón y de hierro, la industria metalúrgica, la mayoría de los cultivos de regadío y TODAS, repito, TODAS las fábricas de armas estaban bajo control republicano al principio de la guerra. Por otra parte, en el plano militar contaba con la mitad del ejército, el 81% de los aviones y una gran parte de los barcos de la Armada. Entonces, ¿qué pasó? ¿Por qué no ganó la guerra si lo tenía tan fácil a primer vista? Pues vamos a repasarlo porque aquí hay muchas claves.
El pacto de no intervención
Desde un principio, Francia y sobre todo Reino Unido se lavaron las manos y dejaron clara su neutralidad, ya que lo último que querían era meterse en este conflicto y enfrentarse directamente a los alemanes y a los italianos. Todos ellos firmaron un pacto de no intervención que tanto alemanes como italianos incumplieron desde el minuto 1. El único país que apoyó a la República con el envío de armas a cambio de oro y de asesores militares fue la Unión Soviética. Si Francia y Reino Unido ya eran poco partidarios de ayudar a la República, menos lo fueron aún cuando esta se empezó a acercar a la Unión Soviética. México es el único ejemplo junto con la Unión Soviética que se posicionó claramente a favor de la República.
Sin embargo, la ayuda militar prestada por la Unión Soviética ni de lejos se acercaba a la que Italia, Alemania y en menor medida Portugal prestaron a Franco. Entre Alemania, Italia y Portugal enviaron casi 90.000 soldados, mientras que la Unión Soviética apenas 2.000. Entre Alemania e Italia también enviaron 1.500 aviones, por tan solo 800 de la Unión Soviética. Tan solo la ayuda de blindados y artillería es comparable. Es cierto que la República recibió la ayuda de las Brigadas Internacionales, pero estas estaban formadas por voluntarios que a pesar de luchar con valentía no eran tropas profesionales.
Si hay algo junto con las armas y tener amigos poderosos que gana guerras, eso es el poderoso caballero don dinero. Es cierto que la República poseía las reservas de oro y plata del Banco de España, pero fue el bando sublevado el que se las arregló para conseguir financiación de ingentes cantidades de créditos provenientes de Alemania e Italia y de las grandes fortunas españolas como la de Juan March, quien financió el primer puente aéreo militar de la historia, por el que se trasladaron de África a Sevilla las unidades de élite sublevadas y creó líneas de crédito fundamentales para financiar a los rebeldes en Lisboa, Londres, Ginebra y Roma.
Liderazgo y organización
Sin embargo, las armas y el dinero no lo fueron todo. El ejército sublevado tenía algo más que la República no tenía.
Un líder
Desde muy pronto y también gracias a las muertes de Sanjurjo, Primo de Rivera y el general Mola, más tarde, el bando sublevado cerró filas en torno a Franco, mientras que la República no consiguió que ningún político ni militar asumiera un liderazgo claro y constante durante toda la guerra. Esta falta de una figura de referencia aumentó de forma alarmante el siguiente motivo de la derrota de la República.
La indisciplina
La desconfianza del Frente Popular hacia todos los militares llevó a la República a prácticamente desmantelar el ejército. Con la armada pasó un poco lo mismo; aunque la tropa fue mayoritariamente fiel a la República, la mayoría de mandos o se pasaron de bando o fueron fusilados, dejando a la Armada descabezada. Pasaría casi un año hasta que el Partido Comunista y los asesores soviéticos organizaron definitivamente el Ejército Regular de la República, al modo del Ejército Rojo de la Unión Soviética.
Sin embargo, para entonces los sublevados ya no eran una fuerza frágil, sino que ya estaban organizados y contaban con la ayuda internacional, el dinero, las armas, más territorio y todo lo necesario para aplastar a la República. Por otro lado, ambos bandos tenían fuerzas irregulares, es decir, fuerzas que no eran el propio ejército en forma de milicias armadas. Sin embargo, mientras que las republicanas, como por ejemplo las milicias anarquistas o las de los sindicatos obreros, eran autónomas y llevaban a cabo sus propias acciones, las fuerzas irregulares sublevadas como la Falange y los Requetés siempre estuvieron bajo el control militar.
Desunión de la izquierda
Mientras que las derechas estaban unidas bajo un mismo liderazgo y actuaban todas disciplinadamente siguiendo sus mandos, la izquierda era un desastre. Anarquistas, milicianos del Partido Comunista y los comunistas del POUM hacían cada uno la guerra por su cuenta. Incluso algunos priorizaban hacer la revolución a concentrar sus esfuerzos en ganar la guerra.
De esta forma fueron comunes los problemas de orden público, la no cooperación en los frentes e incluso los enfrentamientos entre las distintas facciones que culminaron en las Jornadas de Mayo de 1937. En estos sucesos se enfrentaban los grupos anarquistas y trotskistas (partidarios de la Revolución Permanente), por un lado, y el Gobierno de la República, la Generalidad de Cataluña y algunos grupos políticos, por otro lado. El desastre causó la muerte de al menos 500 combatientes y fue una inyección de propaganda para los sublevados, cuyos periódicos hablaban de rojos matándose entre ellos en Barcelona.