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Memorias de Pez » ¿Por qué los HOMBRES tienen PEZONES?​ 😱

¿Por qué los HOMBRES tienen PEZONES?​ 😱

Por Paula Pérez Calvo
8 de octubre de 2025 a las 17:54
en Ciencia
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¿Por qué los HOMBRES tienen PEZONES?​ 😱

Hoy vamos a hablar de un tema súper curioso que seguro que muchos os habéis preguntado alguna vez. Y es que está claro que las hembras de los Homo sapiens tienen mamas para alimentar a sus bebés, pero los machos no pueden hacer eso. Entonces, ¿por qué tienen también pezones?

A los pechos también se les conoce como mamas. Además de la piel y el tejido graso, en su interior se encuentra la glándula mamaria, que es el órgano encargado de producir leche para alimentar a un bebé. La glándula está formada por pequeños sacos llamados lobulillos, que son donde se genera la leche. Desde allí, la leche viaja por los conductos lácteos, que son como tubitos que la llevan hasta el lugar por donde sale al exterior. Exacto: el pezón. Así que ya tenemos respuesta a nuestra primera pregunta. Los machos tenemos pezones porque también tenemos mamas. Lo que pasa es que son mucho más pequeñas que las de las hembras por no estar desarrolladas, con lo que, salvo raras excepciones, no son funcionales.

¿Cómo se crean las mamas?

¿Tiene sentido que los machos también las tengamos? Los seres humanos tenemos 46 cromosomas y dos de ellos son los cromosomas sexuales. Su combinación, aunque no es lo único que importa, juega un papel fundamental para determinar nuestro sexo biológico. El sexo femenino tiene dos cromosomas XX, mientras que el masculino tiene un cromosoma X y un Y. Por supuesto, existen excepciones a todo esto, pero no las vamos a tener en cuenta en este vídeo.

Cuando papá y mamá se divierten en la cama, a veces un óvulo y un espermatozoide se encuentran y se fusionan en un proceso llamado fecundación. Esto da lugar a una célula que se llama cigoto y empieza a dividirse y desarrollarse poco a poco. La etapa del embrión termina alrededor de la octava semana de desarrollo y, durante ese tiempo, se forman las estructuras básicas del cuerpo y los órganos principales. Durante las primeras semanas, los machos y las hembras se desarrollan a partir de las mismas instrucciones genéticas, así que siguen un mismo patrón genérico.

Esto quiere decir que los embriones comienzan siendo iguales y más adelante tienen el potencial de convertirse en cualquiera de los sexos. Lo importante para este vídeo es que el tejido que dará lugar a las glándulas mamarias y los pezones comienza a desarrollarse de forma súper temprana, justo en este periodo. ¿Y cuándo empiezan a diferenciarse en machos y hembras? Alrededor de la sexta semana de gestación es cuando el cromosoma Y entra en acción y lo cambia todo.

En este cromosoma es donde está el gen SRY. Es como si fuera un botón de start que le indica al embrión que empiece a desarrollarse como macho. Gracias a este gen se ponen en marcha todos los procesos necesarios para formar los testículos, que son los genitales masculinos. Los testículos producen testosterona, la principal hormona sexual masculina, que actúa como si fuera una directora de orquesta. Esta hormona guía el desarrollo de muchas células y regula las características masculinas a lo largo de toda la vida.

Pero claro, como los pezones ya se han producido en una etapa anterior, ya da igual: no se van a ir a ninguna parte. De hecho, durante la infancia, el tejido mamario es bastante similar entre las personas y solo hay pequeñas diferencias. Todo empieza a cambiar en la pubertad, cuando las hormonas sexuales entran en acción a lo bestia. Los que tengan hijos adolescentes seguro que entenderán a qué nos referimos. En esta etapa, sobre todo los estrógenos —la principal hormona femenina en personas con ovarios—, aunque también la testosterona, influyen en el crecimiento y en la forma final de las mamas.

¿Por qué no han desaparecido?

Ahora ya sabemos por qué todo el mundo tenemos pezones, pero todavía no queda del todo claro por qué los machos los conservan. Se suele decir que la naturaleza es muy sabia, ¿no? Entonces, si para lo único que sirven es para irritarse cuando sales a correr, ¿por qué no han desaparecido después de cientos de miles de años de evolución? Desde un punto de vista evolutivo, nuestras características se pueden entender de dos formas: o bien existen porque en algún momento dieron una ventaja, o bien existen porque nunca han sido lo bastante perjudiciales como para desaparecer.

En el mundo real no funciona como en Pokémon, aunque la naturaleza sí que es como un juego con reglas invisibles. Esas reglas se llaman presiones evolutivas. Son las condiciones del ambiente en el que vive un ser vivo que hacen que unos individuos o una población lo tengan más fácil que otros para sobrevivir y, por tanto, para tener crías. A veces el juego se pone un poco difícil y ciertas características empiezan a marcar la diferencia. Unas se vuelven más útiles y se extienden, mientras que otras se van perdiendo con el tiempo.

Imaginad una isla con una población de conejos blancos y pardos viviendo tan tranquilos sin que nadie les moleste. De repente aparece una nueva presión evolutiva: un grupo de linces que los empiezan a cazar para alimentarse. Ahora ya la vida no es tan fácil y hay un aspecto importante. Gracias al color de su pelaje, los conejos pardos se camuflan mucho mejor que los blancos. De esta forma sobreviven más fácilmente, con lo que tienen más crías. Con el paso de las generaciones, el color pardo se hace cada vez más común en la población hasta que llega un punto en que esa característica ventajosa se fija y todos son pardos. Pero, ¿qué pasaría si además de los linces el clima cambiara y la isla estuviera cubierta de nieve todo el tiempo? Exacto, ahora serían los conejos blancos los que tendrían la ventaja y ese color acabaría siendo el predominante. Pero aún hay más posibilidades.

Supongamos que no hay linces, pero aparece otra presión evolutiva, como por ejemplo una enfermedad. Entonces sobrevivirían los conejos con un mejor sistema inmunológico, ¿no? En este caso, el color no importa para la supervivencia, así que seguiría habiendo conejos de ambos colores. Esto es lo que ha pasado con los pezones en los hombres: simplemente no molestan, y durante nuestra evolución no ha existido ninguna presión evolutiva importante que los haya eliminado.

Cuando fabricamos un objeto, lo más sencillo es hacerlo en serie. Usar siempre el mismo molde permite abaratar costes y simplificar el proceso. Con nuestros embriones ya hemos visto que ocurre algo parecido. Al principio todos se parecen mucho entre sí, como si fueran el chasis que sale de una cadena de montaje. Más adelante, poco a poco, se les van añadiendo o quitando detalles y es entonces cuando empiezan a surgir las diferencias.

En el embrión, las glándulas mamarias se forman como parte del diseño estándar y después, bajo el efecto de hormonas y otros mecanismos, se transforman en válvulas que producen leche para alimentar a las crías. Si se piensa de este modo, es mejor tener la herramienta lista, aunque no siempre se use. Es cierto que también podría haber sido diferente. Imaginaos que en algún momento de nuestra historia hubiese existido un cáncer de mama extremadamente agresivo en nuestros antepasados machos.

En ese caso, es probable que hoy en día los hombres no tuviéramos pezones. El ejemplo de los pezones es perfecto para entender algo fundamental: la evolución no sigue un plan maestro, no tiene intención ni propósito, ni busca la perfección. Lo que ocurre simplemente es que aparecen variaciones al azar de una característica y se conservan aquellas que resultan lo bastante útiles como para que un individuo, en un ambiente concreto, pueda sobrevivir y dejar descendencia.

Y si una característica no molesta ni supone un gran gasto, pues ahí se queda. Eso significa que los seres humanos —y en realidad cualquier ser vivo— no somos mecanismos perfectos. Más bien estamos hechos de la acumulación de muchas chapuzas y apaños evolutivos.

Por cierto, no todas las personas tienen pezones. Existe una condición llamada atelia, en la que alguien nace sin uno o ambos pezones, aunque puede conservar el resto del tejido mamario. En casos más raros está la amastia, donde falta por completo tanto el pezón como la glándula mamaria. Y seguro que varios de vosotros tenéis politelia, es decir, pezones extra. Como veis, en biología hay excepciones para todos. Y esta sí que no os la esperabais: aunque sea extremadamente raro, algunos hombres también pueden producir leche. A eso se le llama galactorrea, que es la producción espontánea y secreción de leche por los pezones en personas que no están amamantando, es decir, sin relación con un embarazo o posparto. Suele ser un síntoma de un problema médico, como desequilibrios hormonales o el efecto secundario de un medicamento.

Etiqueta EvoluciónHombrePezón
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