El ataque inicial y la respuesta del cuerpo: Un tatuaje es el resultado de infligir miles de agresiones continuas sobre nuestra piel mientras introducimos una sustancia desconocida con una aguja. Esto nos puede parecer poca cosa, pero si lo pensamos bien para esa zona es un fiero ataque que nuestro sistema inmunológico no puede permitir. Y como este no entiende ni de arte ni de moda sólo les queda una opción: defenderse.
El ataque tiene dos consecuencias en nuestra piel. Lo primero es que nuestro cuerpo intenta reparar el daño causado por la aguja. La segunda es que la tinta es una partícula desconocida, y eso significa peligro. Así que las defensas se ponen en marcha para intentar destruirla y eliminarla.
La batalla de los macrófagos contra la tinta
Aquí entran en escena los grandes héroes de nuestra historia: los macrófagos, unas células muy importantes de nuestro sistema defensivo. Cuando les avisan de que existen lesiones se mueven rápidamente hacia allí y ayudan a reparar el tejido dañado, bien sea de forma directa o activando otras células para que cumplan su función. Y cuando llegan… Pum! De repente se encuentran con la extraña tinta, y aquí es donde se activan todas las alarmas. Los macrófagos son como los guardianes de nuestro cuerpo, patrullando sin parar en busca de algo desconocido. Además tienen una característica principal: son muy comilones y no le hacen asco a nada. Vamos, que ingieren todo lo que encuentran que sea potencialmente peligroso como células muertas, patógenos o partículas desconocidas.
En una situación normal, los macrófagos se comen (o mejor dicho fagocitan) algo que consideran extraño para separarlo de nuestro cuerpo y que no ande por ahí a sus anchas. En su interior eliminan lo que han engullido descomponiéndolo en trocitos pequeños gracias a sus armas secretas, los lisosomas. Por último, utilizan estos trocitos para avisar a otras células defensivas más especializadas llamadas linfocitos de que hay un enemigo cerca. A este proceso se le llama presentación de antígeno.
Pero algo raro ocurre con los tatuajes ya que se mantienen en la piel, es decir que el proceso de fagocitosis no funciona correctamente. Existen dos motivos principales. En primer lugar, los componentes de la tinta no son biodegradables, es decir que no pueden ser descompuestos por los seres vivos. Por mucho empeño que tengan los macrófagos por destruir al enemigo simplemente no tienen las herramientas para conseguirlo. Lo único a lo que pueden aspirar es almacenarlo en su interior para que no esté en contacto directo con el interior del cuerpo.
En segundo lugar, cuando nos hacemos un tatuaje la cantidad de tinta que se introduce en el cuerpo es muy elevada. Los macrófagos van en gran número y hacen todo lo que está en su mano para devorar al enemigo. Son unos soldados fieles que desempeñan su tarea hasta las últimas consecuencias e incluso engordan tanto que no se pueden mover por los espacios de la matriz gelatinosa de la dermis. Es decir, se quedan atascados e inmóviles justo en el lugar donde se ha producido la punción. Hay tantos macrófagos inertes por milímetro cuadrado que la tinta del tatuaje se hace visible a nuestros ojos. ¿Alucinante verdad?
La permanencia de los tatuajes y su eliminación
Acabamos de ver cómo la tinta se fija en nuestra piel, pero esto no explica por qué el tatuaje es permanente. Todas las células de nuestro cuerpo mueren antes o después, y los macrófagos no son una excepción. ¿Por qué la tinta se sigue quedando en el mismo sitio? Resulta que los macrófagos actúan como un pelotón de soldados infinitos. Cuando un macrófago está moribundo libera las partículas de tinta y rápidamente aparece otro macrófago que engulle las partículas y las vuelve a fijar en el mismo sitio. Así durante años y años, es como una batalla feroz que no hace más que cobrarse víctimas que rápidamente son sustituidas por nuevos compañeros. Se trata, amigos, de la guerra interminable de nuestras defensas contra nuestros tatuajes.
Los tatuajes hechos por profesionales duran décadas y cuando ya no se desean se pueden eliminar mediante láseres especiales. ¿Cómo funciona? Pues estos láseres emiten pulsos de luz de alta energía que provocan la muerte de las células que contienen la tinta y también rompen las partículas de la tinta en otras más pequeñas. Estos trozos ya tienen el suficiente tamaño como para ser transportados por los vasos linfáticos fuera de la piel. Como veis, en nuestro cuerpo ocurren muchísimas cosas que nunca nos hubiéramos imaginado.