Hoy en Memorias de Pez os vamos a hablar de un importante proceso que determinó la historia moderna de España y de la península ibérica. Un largo periodo en el que convivieron y se mezclaron pueblos de distintas culturas, se crearon nuevos reinos y también desaparecieron otros…y cómo no, se dieron un montón de batallas. Hoy en Memorias de Pez toca hablar de la mal llamada «Reconquista«.
Para ello tenemos que irnos al siglo VIII en el cual los musulmanes penetraron en la Península Ibérica y expandieron su religión y cultura por numerosos territorios. La expansión musulmana fue una centella, un proceso rapidísimo si se tiene en cuenta la cantidad de territorios conquistados. Desde el año 711 al 726, se llegó a tomar casi toda la península ibérica y parte del sur de la actual Francia. Este proceso fue facilitado por la crisis que estaba viviendo la monarquía visigoda. Y es que, básicamente, los visigodos se estaban pegando entre todos ellos y los musulmanes entraron en la Península Ibérica alentados por un pretendiente al trono, Witiza, que ayudado por los musulmanes quería hacerse con el trono del Rey Rodrigo. Sin embargo, derrotado el rey Rodrigo, los musulmanes decidieron seguir la conquista de la Península Ibérica por su cuenta.
Pero hay más causas y es que la peste había causado un gran daño en Europa dejando a sus ejércitos muy debilitados. Además, los musulmanes se beneficiaron de la red de calzadas romanas que el antiguo Imperio había construido por toda la Península Ibérica.
Las primeras incursiones musulmanas
La primera incursión musulmana estaba compuesta por 7000 bereberes enviados por Musa ibn Nusair y comandados por el general Tarik, el cual por cierto, dio nombre a Gibraltar (o Yab al-Tariq, que significa montaña de Tarik). Posteriormente, en el año 712 Abd al-Aziz cruzó el estrecho con más de 18.000 guerreros musulmanes, tanto árabes como bereberes, y conquistó Sevilla, Mérida y Zaragoza, realizando además incursiones en Galicia, León y Asturias. Con este señor, que también era conocido como “Musa”, da comienzo lo que se conoce como Emirato dependiente. Desde luego, el tío se pasó el juego. Sin embargo, hubo una parte del territorio a la que los musulmanes consiguieron llegar, pero sobre la que no establecieron un control efectivo: la zona norte. Debido al aislamiento que les proporcionaba la Cordillera Cantábrica, los pueblos que allí residían (astures, cántabros y vascones) siguieron teniendo las mismas costumbres y creencias, de origen romano y mantuvieron la religión cristiana.
En el 722 se dio una cruzada capitaneada por un tal Don Pelayo, que parece que era un noble visigodo que se marchó a Asturias y terminó coronado como Rey. Se cuenta que este señor consiguió frenar el avance de los musulmanes por los picos de Europa en la Batalla de Covadonga. Sin embargo, hay que decir que esta batalla no tuvo ninguna relevancia militar (incluso se duda de su existencia). Sea como sea, este evento actualmente es considerado como el punto inicial de la “Reconquista” ya que, tras el enfrentamiento, se creó el primer núcleo de resistencia al islam: el reino de Asturias. Desde este momento, Don Pelayo comenzaría diferentes batallas para ir anexionando más tierras a sus dominios.
La expansión cristiana
Así, los musulmanes quedaron asentados en el valle del Ebro, frontera entre su dominio y el de los francos. Esto explica por qué las conquistas cristianas tuvieron lugar por el oeste de la Península y no por el este. El avance cristiano en esta primera fase fue pausado, ya que de momento tenían bastante con frenar a los musulmanes y realizar pequeñas contraofensivas.
Sin embargo, el siglo IX fue determinante ya que, debido a las crisis internas de Al-Andalus, los cristianos aprovecharon la ocasión para llegar al Duero en una cruzada llevada a cabo por el rey Alfonso III. En los Pirineos también se comenzaron a gestar diferentes grupos de cristianos que querían frenar el avance musulmán. Por este motivo, el reino de Pamplona (que posteriormente pasará a la historia como el Reino de Navarra), el condado de Aragón y la Marca Hispánica (situada en el norte y centro de Cataluña) se convirtieron en importantes núcleos de resistencia contra los musulmanes.
En este sentido, los Carolingios (pertenecientes al reino franco) tuvieron una gran importancia puesto que avanzaron por el norte de España conquistando territorios como Girona en el 785 o Barcelona en el 801 creando una frontera militar que frenaba el avance de los musulmanes en la zona del Ebro. Así es como se creó la famosa Marca Hispánica, una zona que resultó clave para el avance cristiano. Cabe mencionar que ya antes, Carlos Martel, predecesor de Carlomagno, rechazó la invasión musulmana en la batalla de Poitiers en 732.
En la zona de los condados catalanes, el Condado de Barcelona se convirtió muy pronto en el dominante de la zona y, tras la unión entre el Reino de Aragón y el conjunto de condados vinculados al de Barcelona, se originaría la Corona de Aragón. Otra cosa muy importante que estaba sucediendo es que, en paralelo al avance militar, los nobles de los distintos reinos siguieron diversas estrategias con el objetivo de repoblar el área que iban conquistando. Vamos, que nos podrían dar una buena clase de cómo repoblar la España vaciada.
El Califato de Córdoba y la resistencia cristiana
Por el otro lado, en el siglo X, se constituyó el Califato de Córdoba por Abd-el Rahmán I, consiguiendo la hegemonía musulmana en la mayoría de los territorios de la Península. De hecho, durante el 929, que es cuando se creó dicho Califato, y hasta el 1031 la conquista de la península por parte de los cristianos se vio frenada (o más bien se dieron varias épocas de paz) y únicamente podemos destacar una victoria cristiana en la batalla de Simancas. De todas formas, este avance duró poco tiempo ya que a mitad del siglo X las tropas cristianas tuvieron que recular y volver a su posición inicial, sobre el Río Duero. El motivo es que el talentoso genio militar Almanzor (al-Mansur), canciller del Califato de Córdoba, llevó a cabo una serie de campañas que frenaron el avance cristiano atacaron en toda la zona norte: desde Santiago de Compostela hasta Barcelona.
En el mismo siglo X, el Reino de Asturias tuvo varias escisiones: la primera, a la muerte del rey Alfonso III Magno, que repartió el pastel entre sus hijos: García, Ordoño y Fruela. García se quedó León, Álava y Castilla, fundando el Reino de León. Ordoño se quedó Galicia y Portugal, y Fruela se quedó Asturias. Durante esta época fue también la consolidación del Reino de Pamplona que como ya he comentado fue el predecesor del reino de Navarra.
Fruto de las guerras internas y del desgaste económico y militar ocasionado por la campaña en el norte de África, el Califato de Córdoba se desintegró en el año 1031 y esto causó un cambio brutal entre el equilibrio musulmán y cristiano. Con la caída del Califa, en España quedaron solo los reyes cristianos y, por ello, comenzaron a ejercer como protectores, cobrando impuestos a los territorios que se habían descompuesto tras la caída de Córdoba: las taifas.
El Siglo XI y las nuevas conquistas
En la segunda mitad del siglo XI los reyes de Castilla y León comenzaron a repoblar el territorio del Duero y del sistema central español, destacando Segovia, Ávila y Salamanca que, inmediatamente, se convirtieron en comunidades cristianas. Además, en 1085 el rey Alfonso VI consiguió entrar en Toledo, una ciudad absolutamente icónica que había sido la antigua capital de los visigodos y, también, una zona clave para Al-Andalus. Los reyes de Aragón no se quedaron cortos e invadieron zonas como Huesca o Barbastro, cercanas al Pirineo.
Sin embargo, algo potente estaba por venir. En el mismo siglo XI las Taifas de Badajoz y Sevilla pidieron ayuda a los Almorávides, unos bereberes del norte de África. Estos señores, que eran una especie de soldados-monjes con muy malas pulgas y una rigurosa interpretación del islam, consiguieron mantener el control de los territorios musulmanes entre 1090 y 1146, unificando las taifas. Por si fuera poco, algo más adelante, las taifas decidieron valerse de unos tíos que eran aún más bestias: los Almohades. Estos desembarcaron en la península en el 1145 y lograron mantener un imperio que abarcaba desde el centro de Portugal hasta Libia. Pero finalmente, en el año 1212, los almohades fueron vencidos en la batalla de Navas de Tolosa por una coalición cristiana formada por los reinos de Castilla, Aragón y Navarra. La batalla fue súper épica y cuando los cristianos estaban a punto de perder, sus reyes en persona llevaron a cabo una última carga, conocida como la Carga de los Tres Reyes. Después de esta batalla, Al-Andalus volvió a dividirse en diferentes taifas permitiendo, así, que el siglo XIII fuera el momento cumbre de la Reconquista.
La conquista de Granada y el fin de la Reconquista
Tras el conflicto las Navas de Tolosa se comenzaron a organizar las cruzadas cristianas, siendo sin duda la más importante la de la Corona de Aragón, capitaneada por Jaime I el Conquistador. Este monarca consiguió agenciarse un montón de territorio musulmán y convertirlo al cristianismo. Así fue como anexionó a la Corona las islas Baleares, Valencia y parte de Murcia.
Desde el año 1065 Castilla se había convertido en un reino, y los castellanos comenzaron una batalla para reconquistar la Península Ibérica para cristianizarla. Su acción se centró en las tierras del sur, donde más fuertemente había calado la cultura islámica. Tras un largo asedio, a finales del 1248 Sevilla cayó rendida a los cristianos. Finalmente, en 1262 cayó Cádiz, quedando únicamente por conquistar Granada, que desde 1238 había sido refundada como el “Reino nazarí de Granada”.
Este reino resistió mucho más que el resto y, de hecho, estuvo en pie hasta finales del siglo XV, cuando cayó coincidiendo en año con el descubrimiento de América. Aquí llegamos a la última campaña del proceso de conquista cristiana: la guerra de Granada, mantenida entre 1482 y 1492. Así, la campaña emprendida por los Reyes Católicos culminó con las Capitulaciones de Granada por parte del rey Boabdil. Tras esto, se dio la integración en la Corona de Castilla del último reino musulmán de la península ibérica, finalizándose el proceso histórico conocido como la reconquista.
Reflexiones sobre el término «reconquista»
Ahora bien. Antes de terminar nos gustaría aclarar por qué el término reconquista no es del todo correcto.
En primer lugar, cuando hablamos de “la Reconquista” generalmente se remite en exclusiva a la perspectiva cristiana del proceso histórico, ignorando completamente la musulmana. Además, es erróneo hablar de la reconquista de muchas ciudades, pues estas fueron directamente fundadas por los musulmanes y no existieron en la época visigoda. Un ejemplo de esto es la propia Granada.
Por otra parte, reducir este período medieval a ocho siglos de Reconquista constituye una simplificación gigantesca. Es importante entender que hubo enormes espacios de tiempo en los que, durante varias generaciones, no hubo guerra sino convivencia. La península era un territorio multicultural y multirreligioso, donde no solo había conflictos, sino también mezcla entre culturas. Como ejemplo, hasta el siglo XI, era costumbre que los gobernantes cristianos del norte enviaran a sus hijas a casarse con la élite andaluza, incluyendo la familia del califa. Además, muchos de los cristianos o judíos que vivían bajo dominio musulmán llegaron a arabizarse por completo mientras que los musulmanes que vivían bajo dominio cristiano, conocidos como mudéjares, también hicieron lo propio.
Y bueno, ya lo dijo Gasset: “Si una reconquista dura ocho siglos quizás no es exactamente una reconquista ¿No?”