Hoy en Memorias de Pez vamos a hablar de una orden legendaria. Una orden formada por unos caballeros que luchaban en nombre de la cristiandad y de los que han corrido ríos de tinta. La orden militar católica con más poder de la Edad Media que forjó su leyenda en las cruzadas, defendiendo a los cristianos en Tierra Santa y que tuvo el más cruel de los finales. Hoy en Memorias de Pez, la Orden de los Templarios.
Para hablar de los templarios nos tenemos que ir a la Europa de la Edad Media. Los reinos de la Europa Occidental lo habían pasado bastante mal intentando contener las diferentes invasiones vikingas en casi toda la costa europea, y también musulmanas, en la Península Ibérica y parte de la actual Francia. Sin embargo, con el tiempo, los reinos cristianos vencieron a todos estos y comenzaron a aumentar su poder. Las ciudades recobraron la importancia que habían tenido en los tiempos del Imperio Romano, nuevas técnicas impulsaron la explotación agraria, y el comercio volvió a ser la principal vía de crecimiento económico para los diversos reinos cristianos. En aquella Europa medieval, había una fuerza superior que era el eje central de la sociedad y que daba forma y sentido a los diferentes reinos que poblaban Europa. Hablamos, cómo no, de la religión, es decir, del cristianismo.
Los caballeros templarios: monjes guerreros
Animados por la buena marcha y el aumento de poder de los reinos cristianos, la iglesia lanzó una campaña cuyo objetivo era recuperar Jerusalén y todos los territorios de lo que entonces se conocía como Tierra Santa. El papa Urbano II fue el primero que lanzó la promesa. Al grito de Deus lo vult (‘¡Dios lo quiere!’), todo aquel que participase en esta campaña, estaría libre de pecado e iría al cielo. Así comenzaron las cruzadas.
Durante la Primera Cruzada, los cristianos consiguieron conquistar Jerusalén y crear el llamado Reino de Jerusalén. Nueve caballeros cristianos que participaron en las cruzadas decidieron quedarse para proteger Jerusalén y proteger a los peregrinos cristianos que en el pasado habían sido víctimas de todo tipo de atrocidades. El rey de Jerusalén concedió a estos caballeros un palacio en el que poder descansar. Esta especie de cuartel general se situaba en la mezquita de Al Aqsa ubicada en el interior de lo que en su día había sido el recinto del Templo de Salomón. Por estar dentro del templo de Salomón estos caballeros recibieron el nombre de Caballeros Templarios. Aunque el nombre oficial de la orden será La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón.
El auge y caída de los templarios
Al principio, la orden apenas contaba con los nueve caballeros a los que habría que sumar su séquito, en total no más de 50 personas que no podían hacer mucho más que guardar algunas rutas de peregrinación.
Nueve años después de la creación de la orden en Jerusalén, en 1129 durante el Concilio de Troyes, se redactaron las reglas de la Orden Templaria en las que se detallaban los rezos, el ropaje, el peinado, las armas y todo aquello que debía rodear a la vida de un caballero templario.
Las noticias de esta nueva orden pronto llegaron a toda Europa. Una Europa que se volcó con la Orden Templaria llegando de todos los reinos cristianos cuantiosas donaciones, y voluntarios que querían convertirse en caballeros templarios. Así fue como la orden engrosó sus filas hasta contar con cientos de miembros.
Los caballeros templarios tenían unos códigos super disciplinados. No sólo tenían que privarse de tener esposas e hijos, sino que tenían que llevar una vida sobria, sin grandes lujos y en los que el eje central de su existencia fuese el servicio a dios. Al final casi se les podía considerar una especie de monjes guerreros.
El caso es que la orden templaria fue ganando más poder y prestigio, a la vez que sus filas aumentaban. Los templarios fueron una pieza clave en la segunda cruzada ya que aportaron un gran músculo militar, haciendo de una especie de fuerzas de élite que incluso escoltaban al rey de Francia.
También los templarios fueron muy importantes en la reconquista de la Península Ibérica. Por todo ello, las donaciones que llegaban a la orden por parte de reyes, señores feudales y demás gente acaudalada, crecieron como la espuma. Esto permitió a los templarios crear una serie de fortalezas en Tierra Santa y en Europa a la par que se hicieron con grandes extensiones de tierras. De hecho, la orden llegó a hacer préstamos hasta a la corona francesa, y es que, para entonces, la orden templaria poseía una de las mayores riquezas de Europa.
También ocurría que los nobles que iban a las cruzadas dejaban todas sus riquezas y tierras a los templarios para que se las administren en su ausencia. Y es que los templarios no tenían un pelo de tontos ya que también permitían a los peregrinos depositar todas sus riquezas en Europa y obtener una carta con sellos secretos templarios que permitían que la orden abonase esos fondos a su llegada a Jerusalén. De esta manera el peregrino evitaba poder ser atracado en su peregrinación y los templarios se llevaban una comisión en forma de porcentaje. Por ello se puede decir que los templarios fueron los primeros en inventar el cheque, e incluso podemos decir que los bancos modernos.
Los templarios también tenían sus propios barcos con los que comerciaban y generaban aún más riqueza, lo que les convirtió en la primera multinacional del mundo.
Hacia 1170 la orden contaba con tierras en las actuales Francia, Alemania, Reino Unido, España y Portugal. Sus tierras no pararon de crecer e incluso todo Chipre llegó a ser suya.
La Batalla de los Cuernos de Hattin y el trágico final
En el 1177 los templarios ganarán una de sus batallas más heroicas. En ella, 350 caballeros, secundados por 4000 soldados de infantería acabaron con un ejército de al menos 20.000 sarracenos comandados por Saladino, el sultán de Egipto que perdió casi todo su ejército tras una temeraria carga de caballería cristiana por la retaguardia del ejército enemigo.
Los problemas comenzaron cuando los cristianos, templarios incluidos, acabaron siendo derrotados por Saladino, el cual derrotó a los templarios en la Batalla de los Cuernos de Hattin y el cual finalmente tomó Jerusalén. Para entonces las diversas órdenes cristianas estaban ya bastante enfrentadas entre sí, rompiendo la cohesión cristiana que había mantenido Jerusalén bajo control.
Con la pérdida de Jerusalén los templarios trasladaron su cuartel general al castillo de Acre. En 1291 se produjo la caída de Acre, con los últimos templarios luchando junto a su maestre, Guillermo de Beaujeu. La orden mudó su cuartel general a Chipre, isla de su propiedad tras comprarla a Ricardo Corazón de León. Sin embargo, la isla se la tuvieron que devolver al monarca inglés ya que sus habitantes no aceptaron el dominio templario. La isla de Arwad, perdida en septiembre de 1302, fue la última posesión de los templarios en Tierra Santa.
La orden continuó su labor económica en toda Europa. Los templarios seguían sin tener que rendir cuentas a los reinos, y ni tan siquiera tenían que acatar las leyes de los sitios en los que estaban. También los ejércitos templarios tenían la potestad de atravesar los territorios que creyesen convenientes. Todo esto causó un creciente descontento en los reyes cristianos que veían como el tema de los templarios se les estaba yendo de las manos hasta el punto de que muchos les miraban con recelo. A la cabeza de estos reyes estaba el Rey de Francia, Felipe IV el cual debía mucho dinero a los templarios e iba a hacer lo que fuese necesario para no tener que pagar su deuda.
La persecución y caída de los Templarios
El caso es que el papa Clemente V llamó al gran maestre de los templarios Jacques de Molay para convencerle de fusionar la orden de los templarios con la de los hospitalarios. La reunión sería en Poitiers y fue un auténtico fracaso. Aprovechando que se encontraba Francia, el rey Felipe IV convenció al papa para que iniciara unos procesos judiciales contra los templarios por una serie de sacrilegios y herejías de las que había dado fé un espía francés llamado Esquieu de Floyran.
Sin embargo, este testimonio fue suficiente para que Felipe IV diera la orden de iniciar una operación en toda Francia contra la orden templaria cuyo único objetivo era apresar a todos los caballeros y confiscar todos sus bienes. El papa en un principio se opuso a la persecución de los templarios ya que el proceso judicial había sido cuanto menos… dudoso. Sin embargo, 72 caballeros cuidadosamente elegidos por el rey de Francia, confesaron los pecados de la orden templaria. Tras esta confesión el papa Clemente ordenó una persecución de los caballeros templarios en toda la cristiandad.
La mayor parte de los templarios confesaron diferentes crímenes tras insufribles torturas o simplemente ante la amenaza de las torturas. De hecho, el mismísimo gran maestre, confesó todos sus supuestos crímenes. Sin embargo el papa quiso reconciliar al gran maestre con la iglesia en un gran acto público frente a la catedral de Notre Dame en París. Un acto público de película en el que el gran maestre Jacques de Molay sacó fuerzas de flaqueza y sacrificó su vida proclamando la inocencia de los templarios y denunciando las torturas a las que había sido sometido para confesar. Finalmente Jacques de Molay fue quemado atado a una estaca frente a Notre Dame el 18 de marzo de 1314. Muchos otros templarios fueron quemados en la hoguera o murieron durante su cautiverio.
Con la orden disuelta, en el resto de países, los templarios fueron juzgados pero la mayoría de ellos fueron absueltos. Eso sí, salvo en Portugal, en el resto de países sus bienes fueron confiscados y repartidos entre los propios estados y la orden de los hospitalarios.
Sin embargo, muchos templarios pudieron escapar a países en los que la influencia del papa no era tan importante. Hablamos de países como Suiza o Escocia. Aunque no hay consenso entre los historiadores, todo parece indicar a que precisamente en Escocia, los templarios se reagruparon y siguieron con una serie de ritos y tradiciones que supusieron el origen de la masonería.
En cualquier caso, se cree que durante siglos la orden siguió existiendo en la clandestinidad pero sin ningún poder real en la sociedad Europea. En el siglo XIX primero y en 1932 después, la orden ha intentado ser reinstaurada y han surgido diversos grupos o asociaciones que se reconocen así mismos como descendientes de los templarios, pero ninguna de estas organizaciones tienen mucha importancia ni tienen ningún poder o influencia política real.