La cuna de la humanidad, el continente que alberga paisajes tan extremos que van desde grandes desiertos a selvas impenetrables. Un lugar donde conviven cientos de lenguas y culturas milenarias. Una tierra con una riqueza natural incomparable. ¿Sabéis de qué continente os estamos hablando? Sí, de África. Y hoy en Memorias de Pez os contamos su historia.
A lo largo de los siglos, se ha difundido la idea errónea de que África no tenía historia antes de la llegada de los europeos. Y quizá por eso muy poca gente conoce sobre la historia de África. Esto se debe a una visión occidentalista que tiene mucho que ver con la época de la esclavitud, cuando se intentó justificar la trata de esclavos diciendo que los africanos no habían desarrollado civilizaciones avanzadas. Sin embargo, esto es completamente falso: África ha tenido grandes reinos, imperios y culturas que han dejado huella. ¿Estáis listos? Pues vamos a ello.
Hace aproximadamente 7 millones de años, en este continente los primates comenzaron a evolucionar, dando lugar a los primeros homínidos, los antepasados de los seres humanos. El Sahelanthropus, el Orrorin, Ardipithecus… muchas especies y muchos nombres, pero quedaros con que, aunque aún se parecían a los simios, las últimas especies empezaron a caminar en dos patas. ¿Y por qué pasó esto? Pues porque tuvieron que adaptarse a su entorno: había más sabanas y menos bosques, así que necesitaban ponerse de pie para poder ver a los depredadores que pudieran estar cerca. Los que lograron alcanzar el bipedismo, sobrevivieron. Y evolucionaron en varias especies diferentes: australopithecus, paranthropus y finalmente el género homo. El homo habilis, que ya fabricaba herramientas, el homo ergaster o el homo erectus, que controlaba el fuego y fueron los primeros en salir de África hacia Asia y Europa… Sí, hace 4 millones de años, había varias especies poblando África. Algunas se extinguieron, pero otras no. Nosotros… no lo hicimos. Hace unos 300.000 años, apareció el Homo sapiens en el sur y este de África, entre Etiopía y Tanzania, en el Cuerno de África y se expandió por el mundo. Los homo sapiens se asentaron y comenzaron a dedicarse a la agricultura y la ganadería. Y así, aparecieron las primeras civilizaciones.

- Ya habéis oído hablar del Antiguo Egipto, con sus pirámides, faraones y jeroglíficos, pero lo que muchas veces se olvida es que al sur de Egipto existió otra gran civilización: Nubia. Gracias al Nilo, que proporcionaba agua, tierras fértiles y la posibilidad de comerciar, los egipcios construyeron templos, desarrollaron la escritura y formaron un gobierno centralizado. Mientras tanto, Nubia, que se extendía en la actual Sudán, era famosa por su riqueza en oro y su relación con Egipto, a veces como aliado, otras veces como rival.
- Al norte, en la actual Túnez surgió Cartago, fundada por los fenicios en el siglo IX a.C. una ciudad que con el tiempo se convirtió en una de las mayores potencias comerciales y militares del Mediterráneo. Su dominio marítimo le permitió extender su influencia por el norte de África, Sicilia y la península ibérica. Sin embargo, su rivalidad con Roma la llevó a enfrentarse en las Guerras Púnicas, lo que acabó en su destrucción en el 146 a.C. a manos de los romanos.
- Más al sur, en lo que hoy es Sudán y Etiopía, surgieron dos grandes reinos: Kush y Aksum. Las gentes de Kush eran nubios que se independizaron de Egipto y crearon su propio reino, e incluso más adelante terminaron por gobernar brevemente Egipto: La dinastía XXV de Egipto fue conocida como la de los «Faraones Negros, por el color de piel de sus líderes». Aksum, por otro lado, dominaba el comercio entre África, Arabia e India, y además fue una de las primeras regiones del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial en el siglo IV d.C.
Nos movemos a otra región. Hacia el año 2000 a.C., aparecen dos culturas importantes en la zona de Níger y Nigeria: la cultura Nok y la cultura Bura, que debido a que emigraban en varias épocas del año por culpa de la mosca tse-tse, difundieron una de las familias de lenguas más importantes de África: las lenguas bantúes. Como resultado, hoy en día la lengua bantú es la más hablada del continente. Aquí en el centro aparecieron la tribu de los pigmeos, en el sur las tribus joisán y en el este, con el tiempo, los swahili o los masai.
En el oeste de África, encontramos los imperios de Ghana, Malí y Songhai. El Imperio de Malí, fundado en el siglo XIII, fue el que alcanzó mayor esplendor, sobre todo bajo el gobierno de Mansa Musa, considerado uno de los hombres más ricos de la historia. Este emperador hizo una peregrinación a La Meca en 1324 con tanto oro que provocó una crisis económica en Egipto. Os estaréis preguntando ¿cómo llegó el islam a esta región? Su expansión por el norte de África comenzó en el siglo VII d.C., tras el auge del islam en Arabia. Los comerciantes y conquistadores musulmanes llevaron su fe a través del Sahara mediante rutas comerciales, influyendo en reinos como Ghana y Malí. Con el tiempo, muchos gobernantes adoptaron el islam, combinándolo con sus tradiciones locales y favoreciendo el comercio con el mundo islámico. Pero, volviendo a la historia de Musa. Se cuenta que el tío iba regalando oro a su paso. Debió de ser el primer caso de inflación por generosidad.
Y una cosa os queremos dejar clara. Con el auge del comercio transahariano, la esclavitud también se consolidó como una práctica común en la región. Aunque ya existía en algunas sociedades africanas, los imperios como Ghana, Malí y Songhai la incorporaron en sus economías, vendiendo esclavos a los comerciantes árabes a cambio de bienes como sal, telas y caballos. Sin embargo, la esclavitud en África subsahariana no tenía el mismo carácter hereditario ni el nivel de brutalidad que alcanzaría siglos después.
Existieron muchos reinos más, como el de Kanem, Benín, Zimbabwe…pero por la brevedad del video no nos da para contaros mucho sobre ellos. Salvo que todos ellos contaban con avanzados sistemas políticos, tenían influencia en el comercio transahariano y tenían mucha riqueza cultural. En el siguiente mapa vemos las civilizaciones africanas antes de la llegada de los europeos.

Pero ya sabemos lo que sucedió años más tarde. A partir del siglo XV, la llegada de los europeos a las costas africanas cambiaría la historia del continente para siempre. Portugueses, españoles, holandeses, franceses e ingleses establecieron puestos comerciales en diferentes puntos del litoral, iniciando un proceso que desembocaría en uno de los episodios más oscuros de la humanidad: la trata de esclavos. Se calcula que entre los siglos XVI y XIX más de 12 millones de africanos fueron capturados, vendidos y enviados a América para trabajar en plantaciones de azúcar, algodón y tabaco en condiciones inhumanas. Muchos murieron en los violentos asaltos a sus aldeas, otros perecieron en los asfixiantes barcos negreros que cruzaban el Atlántico, y los que llegaban a su destino eran tratados como mercancía, sin derechos ni posibilidad de libertad.
Mientras tanto, en el interior del continente, la demanda de esclavos provocó guerras entre distintos pueblos africanos, ya que muchas tribus capturaban a sus enemigos para venderlos a los europeos a cambio de armas, telas y otros bienes. La economía de muchas regiones se transformó por completo, dependiendo casi exclusivamente de este comercio. Un gran fallo, aunque hoy en día parece que algunos países aún no han aprendido la lección: si tu economía depende de una sola cosa, prepárate para que esta se caiga como un castillo de naipes.
A finales del siglo XIX, el interés europeo por África dejó de estar centrado únicamente en el comercio y pasó a convertirse en una ambición de dominio territorial. Las potencias europeas, en plena Revolución Industrial, necesitaban recursos naturales y mercados para sus productos, y África ofrecía una fuente inagotable de riquezas: marfil, caucho, oro, diamantes… El problema era que varias naciones querían hacerse con el control de las mismas tierras. Así que, para evitar conflictos, en 1884 se celebró la Conferencia de Berlín, organizada por Otto von Bismarck, en la que las potencias europeas se repartieron el continente sin tener en cuenta a los propios africanos. Así, Francia, Reino Unido, Bélgica, Alemania, Portugal y España, entre otros, trazaron fronteras artificiales que dividieron etnias, lenguas y culturas sin ningún criterio más allá de sus propios intereses.

A partir de ese momento, África quedó sometida al colonialismo europeo. Los europeos explotaron sus tierras, obligaron a la población a trabajar en condiciones de semiesclavitud y destruyeron muchas estructuras políticas y sociales tradicionales. Además, impusieron sus lenguas, religiones y costumbres, menospreciando las culturas africanas.
Pero el daño no terminó ahí. Uno de los efectos más destructivos del colonialismo fue la creación de fronteras artificiales que ignoraban por completo las divisiones tribales, étnicas y lingüísticas preexistentes. Esto llevó a un sinfín de conflictos entre grupos que, antes de la intervención europea, habían vivido relativamente separados o incluso coexistido pacíficamente. Por ejemplo, en la región de los Grandes Lagos, las fronteras impuestas dividieron a los hutus y tutsis, dos grupos que, aunque compartían muchas características culturales, se enfrentaron en un conflicto brutal durante el genocidio de Ruanda en 1994. De manera similar, en Sudán, la partición del país por los colonizadores británicos dejó a grupos como los árabes del norte y los africanos del sur, como los dinka, en un constante choque que culminó en décadas de guerra civil, hasta la independencia de Sudán del Sur en 2011.
Damos un salto en el tiempo. Tras la Segunda Guerra Mundial, el debilitamiento de las potencias europeas y el auge de los movimientos nacionalistas impulsaron la lucha por la independencia en todo el continente. Así que muchos líderes africanos comenzaron a organizarse para exigir la soberanía de sus naciones. Uno de los primeros países en lograr su independencia fue Ghana en 1957, bajo el liderazgo de Kwame Nkrumah, convirtiéndose en un símbolo para el resto del continente. Pronto, otros países siguieron su ejemplo: Guinea en 1958, Nigeria y la República Democrática del Congo en 1960, Argelia en 1962 tras una guerra brutal contra Francia, y así, en una ola imparable, la mayoría de los países africanos se liberaron del dominio colonial en las décadas de 1960 y 1970. Sin embargo, el camino hacia la independencia no fue igual en todas partes. Mientras que algunos territorios lograron acuerdos pacíficos, en otros, como Angola, Mozambique o Zimbabue, las guerras de liberación se prolongaron durante años debido a la resistencia de las potencias coloniales y los conflictos internos.

Sudáfrica representó un caso particular. Aunque había obtenido su independencia formal del Reino Unido en 1910, el país quedó en manos de una minoría blanca que impuso un sistema de segregación racial conocido como apartheid en 1948. Durante décadas, la población negra fue privada de sus derechos más básicos, viviendo en condiciones de opresión extrema. La lucha contra el apartheid fue larga y no fue hasta 1994, con la victoria de Nelson Mandela en las primeras elecciones democráticas, que el apartheid llegó a su fin.
A pesar de haber conseguido la independencia, muchos países africanos tuvieron muchos problemas al construir sus nuevos Estados. La falta de infraestructuras, la dependencia económica de sus antiguas metrópolis y la imposición de las fronteras artificiales causaron conflictos internos, guerras civiles y la implantación de dictaduras. En muchos casos, los líderes que habían sido héroes en la independencia se convirtieron en gobernantes autoritarios, perpetuandose en el poder mediante golpes de Estado y represión.
Al entrar en las últimas décadas del siglo XX y avanzar hacia el siglo XXI, África ha tenido un crecimiento económico notable, impulsado por la explotación de recursos naturales, la expansión de sectores como las telecomunicaciones y las energías renovables, y una mejora en la estabilidad política en algunos países. Potencias regionales como Nigeria, Sudáfrica y Kenia se han consolidado, mientras que ciudades como Lagos, Nairobi y Johannesburgo se han transformado en centros financieros y tecnológicos. La creación de la Unión Africana en 2002 ha promovido la integración política y económica del continente, y acuerdos como el Área de Libre Comercio Continental Africana (AfCFTA) buscan fortalecer la cooperación. A pesar de este progreso, África sigue enfrentándose a la inestabilidad política, a los conflictos internos, al terrorismo, así como a los efectos del cambio climático, como la desertificación y las sequías, que agravan la situación, llevando a desplazamientos masivos y a crisis humanitarias.
Uno de los focos más críticos de conflicto en la actualidad es la región del Sahel, una franja que atraviesa varios países del norte de África, desde Mauritania hasta Sudán. En los últimos años, el Sahel ha sido escenario de intensos enfrentamientos entre grupos yihadistas, como Al Qaeda en el Magreb Islámico y el Estado Islámico en el Gran Sáhara. Este conflicto ha sido alimentado por la inestabilidad política, el fracaso de los gobiernos y la competencia por los escasos recursos. Y ya ni hablemos de los efectos del cambio climático, que han agravado la inseguridad alimentaria y las migraciones forzadas.
En los últimos años, el aumento de la inversión extranjera, especialmente de China, ha impulsado aún más el crecimiento económico, aunque también genera preocupación sobre la dependencia y la sostenibilidad de los préstamos. A pesar de los avances, la pobreza y la desigualdad económica siguen siendo problemas persistentes, y la dependencia de las materias primas mantiene a muchas economías vulnerables a las fluctuaciones globales.
