Hoy en Memorias de Pez os vamos a narrar de principio a fin la historia del gran país Inca por excelencia: Perú. Un país con una tradición cultural potentísima, y que es sin duda una maravilla natural. Así que nada, preparad vuestro pisco y vuestro poncho de lana de alpaca que empezamos.
Las primeras civilizaciones de Perú
Para ello tenemos que irnos hasta mínimo el año 3000 a. Cristo, cuando la conocida como civilización Caral dominaba la región, aunque hay muchas pruebas arqueológicas que sitúan humanos en la región de lo que hoy sería Perú incluso antes del 8.000 a. C. Pero bueno, fueron los pobladores de Caral los que llevaron al desarrollo social a los primeros pobladores, y esta gente no se quedó nada atrás de otras civilizaciones contemporáneas como los egipcios, chinos o indios. Esta civilización influyó en las distintas culturas posteriores que fueron apareciendo en la región.
En lo que los historiadores conocen como el “horizonte temprano” podemos encontrar a la cultura chavín, entre el 1200 y 400 a. C, cuyo rasgo más destacado era que representaban a un dios felino símbolo de las transformaciones espirituales que la peña sufría con los alucinógenos… Sí, la relación entre los humanos y las drogas es antiquísima. Luego estaban los paracas, que habitaban la región sur (y no, no saltaban desde aviones). En lo que sí destacaban era en sus amplios conocimientos de medicina, así como en el culto a los muertos, con los que hacían una especie de wraps llamados “fardos funerarios”. Mucho más tarde, a partir del primer siglo después de Cristo, aparece la cultura Nazca, en la fase llamada “intermedio temprano”. Una gente que dejó unas enormes siluetas lineales con distintas formas, a veces con forma de humanos, de animales o plantas…
El origen y significado de estos glifos es aún desconocido, pero lo cierto es que si quieres verlas bien igual tienes que llevar un dron con cámara. Por aquellos tiempos, en la región norte también estaban los Moches, un pueblo muy artístico que dejó importantes túmulos como las huacas del sol y la luna y que parece que desaparecieron después de una sequía catastrófica. Luego llega el horizonte medio, con la aparición de culturas como la del Tiahuanaco, que se extendió por las actuales Chile, Bolivia y Perú o la cultura Huari, una cultura de carácter conquistador. No obstante, los Huari acabaron por ser reemplazados poco a poco a partir del año 1000 por un grupo de pequeñas naciones-estado.
El imperio incaico y su expansión
Y aún faltaba la llegada de la gente que fundaría el mayor imperio precolombino de la historia… Según la leyenda, Manco Cápac, hijo del sol, emergió del lago Titicaca para establecer una civilización próspera en el reino de Cuzco. Lo cierto es que no está muy claro si este tipo está basado en alguien real, pero sí se sabe que la civilización que sería llamada “inca” se estableció en la zona de Cuzco entre el S. XII y el XIII. No obstante, no fue hasta la llegada de Pachacutec y sus descendientes Túpac Inca Yupanqui y Huayna Cápac, cuando el pueblo incaico se extendió mediante la conquista y las alianzas matrimoniales y pasó de ser un feudo regional a un vasto imperio con más de diez millones de súbditos conocido como el Tahuantinsuyo (la tierra de las cuatro regiones: Antisuyo, Chinchaisuyo, Contisuyo y Collasuyo). De hecho, con Huayna Cápac, que subió al trono en el año 1493, el territorio del imperio se extendió incluso hasta Ecuador y Colombia. Y es que el legado de este imperio es una locura…
Machu Picchu, Sacsayhuamán o Ollantaytambo son algunas de las espléndidas construcciones incaicas que aún se pueden visitar y admirar en Perú. Por cierto, por estas fechas, que coinciden justo con la llegada de los españoles, sucedió la Guerra Civil Incaica, en la que los hermanos Huáscar y Atahualpa se enfrentaron en dos bandos opuestos. Como muchos sabréis, fue Atahualpa el que se llevó el gato al agua.
Más o menos a la misma vez, en 1528, Francisco Pizarro y su mano derecha Diego de Almagro desembarcaron en Tumbes, en la costa norte de Perú y descubrieron las riquezas minerales de la región. Cuatro años más tarde, los invasores españoles volvieron cargados de armas, caballos, esclavos y un batallón, y se encontraron con el tremendo lío que había allí montado con la guerra civil. Así, los españoles aprovecharon las guerras internas para aliarse con otros pueblos de dentro del imperio para derrotar, apresar y finalmente ejecutar a Atahualpa y a la resistencia que allí quedó. Consecuentemente, la llegada de los españoles produjo el colapso de la sociedad indígena y, ya fuese por las enfermedades traídas de Europa como por las guerras y ataques de los invasores, la población nativa se redujo extremadamente.
Así, sobre la base del imperio incaico se fundaron las gobernaciones de Nueva Castilla y Nueva Toledo, que acabarían por formar el extensísimo Virreinato del Perú. Este virreinato estaría adjudicado desde España por el mismo rey, que entonces era Carlos I. Durante la era virreinal, ocurrió un largo proceso de mestizaje en el que la pirámide social se fue dibujando poco a poco: los españoles, o criollos (nacidos de españoles en América) estaban en el techo de la sociedad, mientras que los mestizos estaban por debajo de ellos. Después estaban los propios indígenas, únicamente seguidos por los esclavos traídos de África.
La época virreinal y el movimiento independista
Durante el S. XVIII, del virreinato del Perú se originaría el de Nueva Granada y el de Río de la Plata. Y es que la progresiva decadencia del imperio español llevaría a un aumento en la autonomía de los territorios de ultramar, algo que sería revertido por la tendencia centralizadora de los nuevos gobernantes del imperio español: los borbones. Con las “Leyes Borbónicas” se buscaría restar poder político a las élites de los virreinatos, así como regular el comercio interno. Esto llevaría al descontento de la población y a varios levantamientos. Desafortunadamente, la tensión con los indígenas nunca desapareció y en el año 1780, cuando la corona española se pasó con los impuestos, un líder llamado José Gabriel Condorcanqui (descendiente del inca Tupac Amaru) comenzó una rebelión que se propagaría por las regiones argentinas y bolivianas. Este hombre tomó el nombre de Tupac Amaru II y fue uno de los revolucionarios más importantes de la historia del continente. Sin embargo, las represalias fueron durísimas para él… Tupac Amaru II fue torturado, viendo cómo asesinaban cruelmente a su esposa e hijos para después ser ejecutado. Una cosa horrible.
Y es que las revoluciones se habían puesto de moda (recordemos que habían acontecido la revolución francesa y la independencia estadounidense) y Latinoamérica no iba a ser menos. Eso sí, Perú, como centro neurálgico de la corona española, se iba a hacer de rogar. Hubo muchísimos intentos separatistas a partir de principios del S. XIX: la Insurrección de Tacna, la Rebelión de Huánuco o la de Cuzco entre otros, pero ninguno triunfó. No fue hasta 1821 cuando tras la llegada del libertador José de San Martín, que se había pegado una buena excursión por los Andes liberando Argentina y Chile, se pudo proclamar la independencia del país. Las tropas realistas españolas tuvieron que retirarse. En la entrevista de Guayaquil, entre San Martín y el otro gran libertador, Simón Bolívar, estos discutieron cómo sería el proceso de liberación del Perú. Así, San Martín se echó a un lado y dejó a Bolívar avanzar junto con Antonio José de Sucre para librar victoriosamente las batallas de Ayacucho y Junín… para el año 1824, Perú en su totalidad había conseguido su independencia.
Eso sí, no todo iba a ser tan fácil. Las fronteras del país no estaban nada claras, mientras que internamente, los caudillos regionales luchaban sin cesar intentando hacerse con el poder. Encima, el nuevo gobierno peruano rompió con la constitución que había sido creada por Bolívar y posteriormente acabó por desatarse una guerra entre Perú y la Gran Colombia. Dentro de toda esta espiral de inestabilidad, también se llegó a la formación de una confederación Peruano-Boliviana en 1836 que únicamente duró 3 años. Tras esta etapa, se lió una guerra entre Perú y Bolivia en la que el caos era el pan de cada día. No fue hasta la llegada del año 1845 con la presidencia de Ramón Castilla cuando la cosa empezó a mejorar. Y, ¿esto por qué? Pues bueno… ¿Sabéis lo que es el guano? Pues básicamente caca de pájaro.
Resulta que durante estos años, la explotación de los recursos de guano aportaron un montón de beneficios como fertilizantes en el mercado internacional… Después de la revolución industrial, la población mundial creció un montón, y para alimentar a tanta gente, mejorar los cultivos fue muy necesario… de esto Perú sacó gran ventaja. Con el Boom del guano, Ramón Castilla aprovechó para mejorar el país, aboliendo la esclavitud, liquidando la deuda y creando un sistema de escuelas públicas… El tío fue presidente de Perú tres veces más y la importancia para el país fue tal, que su cripta se halla en el Panteón de los Próceres, en Lima.
De la Guerra del Pacífico a la reconstrucción nacional
Eso sí, tras la muerte de Castilla el país volvió al caos y, mientras tanto, estaba ocurriendo una escalada de tensión con Chile que tenía como objetivo el control de las tierras del desierto de Atacama, ricas en nitrato. Perú (y Bolivia también como aliada) se prepararon para la guerra, pero lo cierto es que poco pudieron hacer. Había comenzado la Guerra del Pacífico en 1845, y los chilenos, que además contaban con el apoyo británico, lo tuvieron bastante fácil. Así, Perú perdió Tarapacá, Arica y Tacna al sur, mientras que Bolivia perdió incluso una región costera que hasta entonces poseía. Tenéis un vídeo de esta guerra en el canal, por si os interesa.
Tras la guerra, llega el periodo conocido como “Reconstrucción Nacional” en 1884, donde la república Peruana inicia su resurgimiento político, social y económico. Este último está muy apoyado en la explotación del caucho y del petróleo de la costa norte, así como de la exportación de azúcar y algodón. Una inicial y próspera República Aristocrática que estaría regida consecutivamente por Nicolás Piérola, José Prado y Guillermo Billinghurst, sería seguida por el golpe de estado de Augusto Leguía, tras la cual se establecería un gobierno duradero y dictatorial, conocido como el “oncenio” en el que se resolverían los litigios territoriales contra Colombia y Chile. Tras Leguía, Sánchez Cerro daría otro golpe de estado. El tipo, aparentemente fue asesinado en un contexto en el que los movimientos de izquierdas y el comunismo habían emergido con mucha fuerza. Un ejemplo de esto fue la formación del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Así, comenzó en Perú una escalada de tensión y una crisis socioeconómica en la que constantes gobiernos militares o civiles iban y venían, mientras que iban apareciendo revolucionarios al calor de los nuevos partidos políticos.
En 1968 empezó lo que se conoce como el Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada, una dictadura militar liderada por Juan Velasco Alvarado que promovió reformas de carácter nacionalista y de izquierda que tuvieron un impacto profundo en la sociedad peruana. Esta fase, que duró más de diez años, no tuvo un efecto tan transformador en la economía del país, que se vio sumida en una seria crisis. Y tras esta fase, llegó la década de los 80, en la que los gobiernos posteriores fueron el agravante de lo que ya se veía venir… un programa económico que llevó a Perú a una hiperinflación de más del 7000% y una evidente bancarrota. Con esta situación, y miles de personas sumidas en la pobreza más absoluta, también se acrecentaron las tensiones internas, y el terrorismo de los partidos extremistas campaba a sus anchas por las tierras peruanas.
Ya entrando en la década de los 90, con el país sumido en el caos, dos contendientes a la presidencia históricos se enfrentaron por el cargo. El primero era Mario Vargas Llosa, el prestigioso novelista. Por otro lado estaba un agrónomo de origen japonés llamado Alberto Fujimori. Ganó el último, y esto cambió el país. Fujimori dio un autogolpe de estado en 1992, disolviendo el congreso y formando uno totalmente nuevo con sus aliados dentro. Cabe decir que esto no supuso un gran drama en la historia de Perú, ya que la población estaba acostumbrada a este tipo de sucesiones de caudillos. Así, Fujimori fue un mandatario controversial que adoptaría una constitución nueva en 1993 y que tuvo un gobierno de derechas férreo y efectivo en algunas cosas. El hombre mantuvo intacta la soberanía del país, enfrentó al terrorismo y orientó la economía del país hacia un modelo liberal, algo parecido a lo que haría Uribe en Colombia más adelante. No obstante, también cometería los mismos errores fatales, cayendo en el autoritarismo y en casos de corrupción muy serios. Posteriormente, el tío además fue declarado culpable de ordenar ejecuciones extrajudiciales, además de sobornos, espionajes y demás fechorías. Un desastre.
Finalmente, entraríamos ya en el siglo XXI con un Perú democrático, inmerso en una era de bonanza aunque con mucha inestabilidad política, una gran polarización, y lamentablemente, como suele suceder en Perú, corrupción. En los últimos años, la sombra del fujimorismo no llegó a desaparecer nunca, con la presencia política de la mismísima hija de Fujimori: Keiko Fujimori. Tras la pandemia, se llegó a una delicada situación en la que estalló una crisis sobre la que tenéis un vídeo dedicado en el canal, os podéis pasar a verlo…