Durante los siglos XV y XIX, las potencias europeas llevaron a cabo un ambicioso proceso de expansión colonial que transformó el mundo. Desde la llegada de los portugueses a las costas de África en el siglo XV hasta el reparto definitivo del continente africano en la Conferencia de Berlín de 1884-1885, Europa impuso su dominio sobre vastos territorios. Asia no fue la excepción: primero, los portugueses establecieron enclaves comerciales en India, Malaca y Macao, seguidos por los españoles en Filipinas. Más tarde, británicos, holandeses y franceses consolidaron su presencia en la región, dominando la India, Indochina y las islas de Indonesia. China, con su inmenso territorio y riquezas, también sufrió la presión europea, culminando en las Guerras del Opio y la posterior cesión de Hong Kong al Reino Unido. Mientras tanto, otras potencias como Rusia expandían sus fronteras hacia el este, estableciendo una presencia firme en Siberia y el Pacífico.
Sin embargo, en medio de este panorama de dominio colonial, hubo un caso excepcional que desafió la tendencia de la época. Un país que, a pesar de los intentos de las potencias occidentales por influir en su política y economía, logró mantener su independencia y evitar ser sometido al control europeo. A diferencia de sus vecinos, supo manejar con astucia las presiones externas y preservar su soberanía.
Ese país fue Japón. Y hoy en Memorias de Pez os respondemos a la pregunta: ¿por qué Japón nunca fue invadido por los europeos?
A poco que uno conozca la historia de Japón, podría pensar que este país nunca fue colonizado porque fue, de hecho, una nación colonizadora. Y no estaría equivocado. Desde tiempos tempranos, Japón expandió su dominio sobre las islas Nampo, las Ryūkyū y las Kuriles. Ya en el siglo XVII, consolidó su control sobre las Ryūkyū, mientras que, en 1875, cedió las Kuriles a Rusia a cambio de la soberanía sobre Sajalín. Sin embargo, fue en el siglo XIX cuando el Imperio Japonés comenzó su verdadera expansión colonial. En 1895, tras la Primera Guerra Sino-Japonesa, Japón obtuvo Taiwán mediante el Tratado de Shimonoseki. Acto seguido, el imperio emergente se unió a las potencias coloniales europeas en su afán por expandirse en Asia Oriental, lo que le permitió anexionarse Corea en 1910. A lo largo del siglo XX, continuó su expansión, primero con la ocupación de Manchuria en 1931 y luego con la invasión de China en 1937. Durante la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Japonés alcanzó su máxima expansión, controlando vastos territorios en el Pacífico y el sudeste asiático. Sin embargo, todo colapsó en 1945 tras su derrota en la guerra.
Durante casi cinco décadas, Japón no fue colonizado porque, simplemente, era un país colonizador. Sin embargo, la historia colonial de Japón no comienza en el siglo XIX, sino mucho antes. ¿Cómo logró entonces mantener alejadas a las potencias europeas?
Vayámonos al siglo XVI. Sí, sabemos que hemos dado un paso atrás muy grande, pero lo vais a entender ahora.
Japón nunca fue formalmente colonizado por una potencia europea, pero no, no estaba exento de la influencia occidental. Los portugueses fueron los primeros europeos en llegar a sus costas en 1543, cuando un grupo de comerciantes lusos llegó accidentalmente a la isla de Tanegashima. Aunque bueno, accidentalmente…tampoco. Ya sabéis que los portugueses, en su afán por encontrar rutas comerciales en Asia, viajaron por diversas zonas del océano Índico y el Pacífico. De esta manera, se encontraron con Japón.

Y así, floreció rápidamente una relación comercial y religiosa entre Portugal y Japón. Los portugueses trajeron productos chinos como seda y porcelana, mercancías que los japoneses deseaban pero que no podían obtener directamente debido a la prohibición de comercio impuesta por el emperador de China. Durante la dinastía Ming, el gobierno chino restringió las relaciones comerciales con Japón en respuesta a los ataques de los piratas japoneses que asolaban la costa china. Esto dejó a los comerciantes japoneses sin acceso a bienes chinos de alta demanda. Los portugueses aprovecharon la situación y se convirtieron en los intermediarios ideales. Desde su base en Macao, transportaban seda, porcelana y otros productos chinos hasta Nagasaki, donde los vendían a los japoneses a cambio de plata. Este comercio triangular benefició enormemente a Portugal, ya que la plata japonesa era muy apreciada en China, lo que les permitía continuar comprando mercancías en los mercados chinos. Así, Nagasaki se transformó en un importante centro de intercambio, con los lusos desempeñando un papel clave en la conexión entre Japón y China. Además, los portugueses introdujeron las armas de fuego, que serían adoptadas y producidas en masa por los japoneses, transformando el arte de la guerra en el archipiélago.
Sin embargo, no todo fue un intercambio pacífico. Con la llegada de los portugueses también surgió un macabro negocio: el comercio de esclavos japoneses. Mujeres japonesas eran compradas y vendidas en mercados extranjeros, lo que preocupó al rey de Portugal, Sebastián I, quien en 1571 prohibió la trata de esclavos japoneses, aunque la práctica continuó en la sombra.

Toyotomi Hideyoshi, líder militar y político de Japón, llamado el Gran Unificador de Japón porque logró reunificar el país tras la Guerra civil, reaccionó con indignación ante la esclavización de su gente. En 1587, escribió una carta al jesuita portugués Gaspar Coelho exigiendo el fin inmediato de la trata y la liberación de los esclavos. Pero su postura fue, en cierto modo, hipócrita: mientras condenaba la venta de japoneses, él mismo promovía la esclavización masiva de coreanos tras sus invasiones a Corea en 1592 y 1597.
La desconfianza hacia los portugueses creció, y en 1597, Hideyoshi ordenó la crucifixión de 26 cristianos en Nagasaki, marcando el comienzo de la persecución del cristianismo en Japón. Finalmente, en 1639, el shogunato Tokugawa, lo que era el gobierno militar japonés, expulsó a los portugueses y cerró casi por completo el país al contacto con la mayor parte del mundo, en lo que se conoce como el sakoku o «cierre del país».

Durante más de dos siglos, Japón permaneció aislado del mundo exterior, desarrollando una sociedad autosuficiente. Sin embargo, este aislamiento llegó a su fin en 1853, cuando el comodoro estadounidense Matthew Perry llegó a las costas japonesas con sus imponentes Barcos Negros, que no eran más que 4 barcos de guerra. Perry entregó una carta del presidente estadounidense, exigiendo la apertura de los puertos japoneses al comercio y advirtiendo que regresaría con una flota aún mayor si no obtenía respuesta. Ante la amenaza de una posible confrontación militar, se puso fin al sakoku, dando inicio a una nueva era de modernización en Japón.
Factores clave
Japón logró evitar la colonización europea gracias a varios factores clave que vamos a ver:
- Superioridad militar: A través del comercio con los portugueses, los japoneses adquirieron armas de fuego y, rápidamente, aprendieron a fabricarlas en grandes cantidades.
- Población numerosa y entrenada: Japón había pasado por un largo período de guerras civiles, lo que significaba que su población estaba altamente militarizada y preparada para un conflicto.
- Ubicación geográfica: Japón estaba demasiado lejos de las principales rutas comerciales europeas. Aparte, de que no tenía importantes riquezas que llamasen la atención, como las que motivaron la colonización de América o la India, como oro, plata o especias. Vamos que no era un país interesante en términos de comercio.
- Cierre al mundo exterior: Con el sakoku, Japón restringió casi todo contacto con extranjeros, evitando la influencia colonialista de potencias como España, Portugal u Holanda. Solo los holandeses, a través de la isla artificial de Dejima en Nagasaki, mantuvieron un limitado comercio con Japón.
- Situación europea: Las potencias europeas estaban ocupadas en sus propias colonias y en amenazas más cercanas. Europa luchaba en sus propios conflictos, como la Guerra de los Treinta Años y la guerra de los Siete Años, la independencia de EE.UU., la guerra franco-prusiana, o las disputas con el Imperio Otomano.
Y ahora es vuestro turno, ¿creéis que la historia de Japón hubiese sido diferente si hubiesen llegado a sus costas navegantes de otros países?