Pocos países en el mundo concentran tanto poder extranjero en tan poco espacio como lo hace Yibuti. A pesar de su pequeñísimo tamaño, dentro de este país conviven bases militares de Estados Unidos, China, Francia, Japón y otros cuantos más. ¿Por qué? Pues simple y llanamente porque Yibuti está donde a todo el mundo le gustaría estar. Sin embargo, esta situación privilegiada también implica un coste. El país ha apostado toda su diplomacia a alquilar su territorio a cambio de seguridad y dinero. Sin duda es un enclave estratégico, pero también un punto de fricción entre inquilinos que no se llevan bien entre ellos o con los países vecinos.
Hoy, en Memorias de Pez, analizamos por qué es tan importante Yibuti, qué busca cada país que se instala allí y por qué el equilibrio es más frágil de lo que parece.
Entonces, ¿por qué un país diminuto como Yibuti es tan importante en clave geopolítica? Pues porque su ubicación geográfica es una de las más valiosas del planeta, hasta el punto de que los países están locos por conseguir poner una base en un territorio que es en su 90% inhabitable.
Yibuti se encuentra en el corazón del Cuerno de África, por lo que es considerada, a pesar de su tamaño, como el centinela del estrecho de Bab el-Mandeb. Este estrecho es considerado un cuello de botella, es decir, un paso geográfico estrecho por el que circula una porción esencial del comercio marítimo y que, por tanto, es necesario controlar. Aunque el estrecho es menos importante que los de Ormuz o Malaca, sigue siendo un paso obligatorio, junto con el de Suez, para el comercio entre Europa y el sudeste asiático. No es poca cosa.

De hecho, la importancia de Yibuti se incrementa debido al fenómeno de la piratería que amenaza ese paso. A diferencia de otros flujos marítimos mucho más seguros, el estrecho de Bab el-Mandeb es bastante más peligroso por los ataques e incluso secuestros que pueden sufrir los buques mercantes en su trayecto. Esto ha motivado que las potencias militares empleen Yibuti como plataforma para lanzar operaciones de patrullaje.
Además, Yibuti funciona como una especie de torre de vigilancia, pues está rodeada de conflictos latentes o directamente abiertos. El país comparte frontera con el estado fallido de Somalia, con un país sumido en el caos como Eritrea, o, al otro lado del mar, con Yemen. La estabilidad de Yibuti frente al resto de países de la zona también lo ha convertido en un enclave vital para potencias como Estados Unidos, interesadas en mantener a raya el terrorismo islámico.
Finalmente, el país es muy importante por su corredor con Etiopía, considerada el próximo león africano por contar con la economía más importante de la zona. Etiopía, al no tener salida al mar, necesita usar Yibuti como puerto para poder movilizar sus mercancías. De hecho, más del 80% de los ingresos públicos del país proceden de su puerto internacional, por el que pasa gran parte del comercio etíope.
Las razones por las que Yibuti tiene tantas “novias” parecen claras, pero también es necesario destacar que, más allá de los intereses geográficos comunes, cada potencia extranjera mantiene una relación particular con el país por intereses propios. Por eso es clave profundizar en la situación concreta de cada actor.

Respecto a Francia, Yibuti fue durante décadas una de sus muchas colonias, hasta que consiguió la independencia en 1977. A pesar de esto, la relación entre ambos países ha seguido siendo vital, hasta el punto de que Francia mantiene allí una base militar desde entonces. Sin embargo, siguiendo la tendencia que se está viendo con otras antiguas colonias, la relación con Yibuti parece ir enfriándose, hasta el punto de que el número de soldados franceses en suelo yibutiano es cada vez menor. Aunque Francia sigue siendo un aliado muy importante y asegura la protección de Yibuti, otros actores han entrado en juego durante los últimos años.
Uno de ellos es Estados Unidos. Solo tres meses después de los atentados del 11S, los estadounidenses instalaron en Yibuti su única base militar permanente en África. De nuevo, la ubicación del país es la razón detrás de la decisión, pues se trata de una posición estratégica frente a Al Qaeda, que opera desde Yemen y el resto del Cuerno de África. A Yibuti se le conoce incluso como el “Pakistán de África Oriental”, pues al igual que este último, ha sido la “isla geográfica” desde la cual los estadounidenses han asegurado sus intereses de seguridad y energéticos. La base ha servido de punto de partida para múltiples operaciones encubiertas contra países vecinos, lo que, por otro lado, también le ha creado más de un problema a Yibuti.
Sin embargo, en 2015 todo cambió a raíz de que Yibuti tomara una decisión vital para el futuro del país. Tras admitir que su soberanía estaba en riesgo por depender en exceso de una sola superpotencia, el país decidió estrechar su relación con China. Si bien en ese mismo año ya se cedió una pequeña parte del territorio al país asiático, lo más importante llegó en 2017, cuando firmaron una asociación estratégica y China estableció su primera base militar fuera de su territorio. A pesar de que actualmente habría unos 1.000 soldados chinos en dicha base, ésta tiene capacidad para albergar a 10.000 tropas, lo que genera preocupación en Washington.
De todas formas, la relación entre Yibuti y China va más allá de lo militar, muy en línea con la estrategia diplomática de los asiáticos. A modo de ejemplo y siempre con la economía en mente, China se ha convertido en el mayor donante de Yibuti, por delante incluso de Francia. Sin embargo, no todo son regalos, pues el FMI calcula que la deuda de Yibuti ha pasado de representar el 35 % al 75 % de su PIB, principalmente por préstamos chinos. Esto ha provocado que el país sea cada vez más dependiente del gigante asiático.
Pero la historia no termina ahí. Japón también cuenta desde 2011 con una de sus bases más importantes en el extranjero, especialmente teniendo en cuenta que el país nipón tiene una política militar muy restrictiva desde la Segunda Guerra Mundial. La base japonesa tiene como principal objetivo proteger el comercio frente a los piratas modernos, aunque también es innegable que busca servir de contrapeso asiático frente a China en la región. De hecho, con la creciente influencia china en toda la zona, los japoneses han reforzado en múltiples ocasiones su base militar.

También debemos mencionar a Arabia Saudí, que está presente en Yibuti y opera desde sus infraestructuras portuarias. Su objetivo es seguir de cerca lo que ocurre en Yemen, donde los hutíes operan bajo financiación iraní, el gran enemigo de los saudíes. La implicación va más allá, pues los europeos tampoco han perdido la oportunidad de instalarse en Yibuti. Italia cuenta desde 2013 con una base militar con funciones de lucha antipiratería. Además, hay presencia de tropas de España y Alemania, que trabajan desde las bases francesas. Todo esto se enmarca dentro de las operaciones de la Unión Europea, que lleva a cabo importantes misiones como la Operación Atalanta o Libertad Duradera.
Por último, Corea del Sur también utiliza puertos comerciales en Yibuti para lanzar operaciones navales, lo mismo que hace India, que usa las bases de otros países como la estadounidense o la japonesa. De hecho, quizá te habrás dado cuenta de que solo nos falta un actor principal por mencionar: Rusia. Pero no, no es que los rusos se hayan despistado y no se hayan percatado de la importancia de Yibuti. Llevan años tanteando las posibilidades de construir bases navales allí, pero las conversaciones no han llegado a buen puerto.
Sin duda, Yibuti es consciente de su importancia geopolítica y ha sabido sacar partido de ella. Sin embargo, esto también implica ciertos riesgos que pueden comprometer su futuro. Para comprender qué puede ocurrir con Yibuti, es necesario entender su situación y por qué ha decidido convertirse en un punto de tensión entre las grandes potencias del planeta.
Como ya sabes, Yibuti se encuentra en el Cuerno de África, una de las regiones más importantes, pero también más conflictivas. Ante un escenario tan hostil, un país tan pequeño como Yibuti tiene poco margen de maniobra. Ante esta peligrosa situación, el país ha optado por la llamada “diplomacia de los pequeños Estados”, la cual le permite plantar cara a rivales mucho más grandes. Yibuti ha aceptado sin reparos la instalación de bases militares extranjeras, pues esto permite que ingrese en el país gran cantidad de dinero y, cómo no, construir alianzas con las superpotencias.
Porque sí, hablamos de un país pequeñísimo, pero ¿quién se atrevería a invadirlo sabiendo que dentro hay soldados de varias superpotencias? Actualmente, Yibuti goza de un PIB per cápita de unos 3.500 dólares, doblando el de Eritrea o casi cuadruplicando el de Somalia, sus vecinos en la región. El país se embolsa cada año más de 150 millones de dólares por el arrendamiento de tierras a otros países.

Sin embargo, la política de bases militares es cada vez más cuestionada. Ya en 2016, el Consejo de Paz y Seguridad de la Unión Africana advertía que era necesaria cierta cautela a la hora de permitir la apertura de más bases militares extranjeras. Más allá de la inyección económica que supone, también tiene sus riesgos, pues los países que albergan esas bases pueden verse arrastrados a alguno de los distintos conflictos que les rodean, quedando en medio del fuego cruzado.
Por supuesto, las bases también hacen que el país sea altamente dependiente de potencias extranjeras, que podrían cambiar de idea en cualquier momento. Imagina que los países comienzan a enfocarse en otras regiones geoestratégicas y deciden abandonar Yibuti. ¿Quién sería capaz de encontrar de un día para otro un negocio con ingresos similares?
Por si fuera poco, todos los beneficios económicos se los está llevando la élite del país, mientras que la desigualdad prácticamente no se ha reducido y el desempleo sigue siendo del 47 %. Aunque el país es estable a día de hoy, nadie sabe si en el futuro algún movimiento de oposición podría articularse y comenzar a crear dificultades. Sea como sea, Yibuti ha sido capaz de lograr algo que pocos países pequeños pueden conseguir: estar en el centro de las decisiones estratégicas de las grandes potencias del mundo.



