Si hay algo de lo que no paramos de hablar desde que ocurrió es de la Segunda Guerra Mundial… y es que este acontecimiento, que marcó el devenir del mundo a partir del S. XX, fue el origen de un fenómeno que se empezó a dar en los distintos países del globo: la aparición de los primeros servicios secretos a escala mundial. Sí, sí, la KGB, la CIA… todos esos que habéis visto en las pelis de espías. Hoy en Memorias de Pez os vamos a hablar de una curiosa historia protagonizada por el MI5: La Operación Carne Picada, así que no os despeguéis de la pantalla que se vienen curvas.
¿Qué es el MI5?
Bueno, en primer lugar, para el que no lo sepa, comentaros que el MI5 es básicamente el Servicio de Seguridad del Reino Unido. Una agencia fundada en 1909 con el objetivo de proteger al país de amenazas como el terrorismo, el espionaje u otras actividades ilegales que pueden ser un pifostio para los británicos. Así que nada, sabiendo lo que es el MI5 empezamos con la historieta de marras, que váis a flipar. Se viene el mayor engaño militar de la historia desde el caballo de Troya, si es que este existió… y para lograrlo solo fueron necesarios un maletín, una pestaña, un uniforme y un cadáver.
El contexto de la operación
Todo empezó en los tiempos de la campaña del norte de África, allá por cuando el “zorro del desierto” (el archiconocido Erwin Rommel) destacó como un genio militar, aunque eso sí, sin poder hacer nada para evitar que los aliados obtuvieran la victoria en el continente. Esto mismo supuso un batacazo bien grande para el Führer y sus aliados, que sabían que sus enemigos habían conseguido abrir las puertas del Mediterráneo y, por lo tanto, del continente Europeo. Esta situación generaba una enorme tensión, ya que está claro que todo general prefiere enfrentarse a una posición fuertemente defendida (aunque en desventaja) que a una situación absolutamente desprevenida.
La duda era… ¿Por dónde narices iban a entrar? Y aquí es donde entra el MI5, que se encargó de diseñar una operación para convencer al mismísimo Hitler de que no había ningún tipo de duda en que los ejércitos aliados entrarían por Grecia y no por Sicilia (como acabó ocurriendo). Para esto, evidentemente, no valía con filtrar la información falsa y salir de rositas. Los operativos del MI5 tenían que hacer creer que los servicios de inteligencia alemanes (la Abwehr) habían dado con una tecla especial, y claramente, que todo pareciese un error de los británicos.
La estrategia del MI5
Se os va a caer la mandíbula al suelo, ya veréis. Porque resulta que la idea del capitán Montagu y del oficial de inteligencia Cholmondeley fue utilizar un cadáver que encontraron por las callejuelas de Londres (en concreto el de Glyndwr Michael, un vagabundo alcohólico que falleció por beber matarratas) y disfrazarlo de uno de los oficiales de la marina británica.
¿Y qué hicieron con él? Pues se inventaron un cargo falso, un nombre nuevo, un domicilio inexistente, hasta una novia falsa que le había dado su foto y la llevaba en la cartera. Además, también le pusieron encima una serie de cartas y otros tipos de correspondencia entre generales en las que se hablaba del plan de invasión que iban a seguir los aliados. Para no levantar las sospechas de los alemanes, se decidió incluir una carta redactada por el teniente general sir Archibald Nye, segundo jefe del Estado Mayor General Imperial, dirigida al general Sir Harold Alexander, comandante británico en el norte de África.
En dicha misiva se podía leer entre líneas que el ataque aliado se iba a producir en Cerdeña y en Grecia, e incluso, para rizar más el rizo, la carta daba a entender que los aliados estaban intentando engañar a los alemanes haciéndoles creer que iban a invadir Sicilia. Toda esta información iba en un maletín que ataron con unas esposas a su muñeca. Suena curioso ¿no?
El papel de España en la operación
Pues vayamos a la segunda parte del plan. Y es que, aquí, España entra en juego. Resulta que la idea a continuación era subir el cadáver del “mayor” William Martin (que era como los del MI5 habían llamado al señor) a bordo del submarino británico HMS Seraph para depositarlo en las costas españolas, más concretamente en Huelva. El cadáver de este falso “mensajero” fue encontrado poco después por un pescador onubense de Punta Umbría, que no se sabe muy bien si a día de hoy se llamaba José Antonio Rey, o José Buceta. Sea como fuese, este hombre salió el 30 de abril de 1943 de su casa a colocar boyas y terminó por divisar un bulto, un cadáver con un chaleco amarillo puesto.
El hombre se lo llevó a tierra y avisó a la Guardia Civil. Evidentemente, era llamativo encontrarse a un fallecido de uniforme por allí. Así, los servicios españoles encargaron una autopsia en la que se determinó que el hombre había fallecido pocas horas antes de que encontraran su cuerpo, y que el mal estado del cuerpo era debido al sol y al mar. Evidentemente, los militares españoles también se hicieron con la “valiosísima” información que portaba nuestro amigo William, ¿y qué hicieron?
Pues bueno, como bien sabéis, España era neutra, pero a pesar de todo, el país estaba plagado de agentes alemanes, sobre todo en la zona sur. El gobierno español se dedicó a informar a los británicos y entre las dos partes se dedicaron a tener conversaciones encriptadas acerca de la importancia de los documentos… No obstante, todo esto era un paripé tremendo.
Resulta que los británicos sabían perfectamente que la Abwehr estaba siendo capaz de descifrar el código, y que escuchaban cada palabra de los ingleses en estas conversaciones. A causa de ello, los alemanes pidieron a Madrid que les entregara el maletín, pero los hombres de Franco se negaron y terminaron por llevarlo a la base de San Fernando en Cádiz. Allí, los simpatizantes del Tercer Reich lograron abrir el maletín y fotografiar su interior, pero no abrieron la correspondencia. Fue ya en Madrid cuando los alemanes lograron hacerse con el dichoso maletín, para poder estudiarlo a fondo y devolverlo más adelante a los británicos. Los alemanes habían picado.
La verificación del éxito
No obstante, al MI5 aún le quedaba una tarea pendiente: adivinar si los alemanes habían picado de verdad, o si, por el contrario, los españoles habían sido cuidadosos con el contenido del maletín. Y aquí viene una jugada maestra digna de ser contada en la mejor novela policíaca, que se llevó a cabo utilizando únicamente una pestaña.
Sí amigos, los del MI5 pegaron una pestañita al papel más importante, con el objetivo de que los espías alemanes pensasen que era suyo y lo retiraran al revisar la carta para no alertar a los ingleses de que habían estado fisgando. Otra vez, los alemanes picaron… La Abwehr quitó la pestaña y el maletín fue devuelto a las autoridades británicas. La información había llegado hasta el mismísimo Führer a una velocidad pasmosa. Y de este, la información se trasladó a Mussolini: Córcega y Cerdeña debían ser protegidas a toda costa.
Para final del mes de junio, las tropas en Cerdeña alcanzaron 10.000 efectivos y las fuerzas aéreas abandonaron la bota italiana para centrarse en la isla. Por otro lado, las tropas alemanas y la marina también se desplazaron a Tesalónica y los territorios griegos: los alemanes mandaron allí a la mismísima Primera División Panzer.
El resultado de la operación
Mientras tanto, a principios de julio de 1943, los aliados comenzaron la invasión a Sicilia. Las tropas del eje, confiadas en que era una maniobra de distracción, dejaron pasar un tiempo considerable, hasta que los altos mandos se dieron cuenta de que la habían liado pardísima… No era una distracción: Sicilia había caído en manos del enemigo y los aliados habían conseguido poner un pie en Italia. Con esto, comenzaba la reconquista de los territorios europeos por parte de los aliados y también la caída de Mussolini en Italia (que fue encarcelado hasta que los alemanes lo rescataron).
Gracias al éxito de esta brillante operación, el coste de vidas humanas en los dos bandos se vio ampliamente reducido y el cadáver del comandante William Martin (realmente Glyndwr Michael) sigue enterrado en el cementerio de Huelva. En su sepultura pone: “Glyndwr Michael, que sirvió como el Mayor William Martin”.