Desde hace unos días, llegan multitud de imágenes lamentables desde la frontera entre Bielorrusia y Polonia donde miles de migrantes se agolpan con la intención de llegar a la Unión Europea. Pero, ¿por qué se están dando estas imágenes? ¿Qué ha pasado para que esta nueva crisis migrante haya estallado? De esto vamos a hablar en Memorias de Pez.
El origen del problema con Bielorrusia
Bielorrusia es la última dictadura de Europa y está regida por el todopoderoso Aleksandr Lukashenko, que lleva en el poder desde 1994. Y es gracias a su lealtad absoluta a su padrino, la Rusia de Putin, que Lukashenko lleva tanto tiempo en el poder. Alguno se preguntará: ¿Pero si en Bielorrusia hay elecciones y siempre sale elegido Lukashenko? Y es cierto. Sin embargo, Lukashenko siempre ha ganado con más del 70% de los votos en elecciones que son una auténtica pantomima. Hasta la oposición habla bien del presidente.
El 24 de mayo de 2020, con motivo de las elecciones generales -amañadas- en las que volvió a ganar Lukashenko, estalló la llamada Revolución de las Zapatillas. Esta revolución fue denominada así porque -según los opositores- “a las cucarachas se las mata con una zapatilla”. Por primera vez, se vivieron protestas masivas contra el régimen, aglutinaron a cientos de miles de personas en todo el país, protestas que llegaron a escalar de tal forma que se especuló con la huida de Lukashenko del país.
Sin embargo, Lukashenko continuó gobernando con su habitual mano de hierro. Más de 6.700 personas fueron detenidas por protestar contra el régimen incluido el principal líder de la oposición. Cientos de arrestados fueron sometidos a torturas. Distintos organismos internacionales probaron que en Bielorrusia no se estaban respetando los derechos humanos y que se habían cometido crímenes de lesa humanidad. Del mismo modo, muchos periodistas que seguían el conflicto, fueron censurados e incluso encarcelados.
Las reacciones internacionales al régimen de Bielorrusia
Las reacciones internacionales no se hicieron esperar, pero la Unión Europea fue la que actuó de forma más decidida ante la pasividad rusa. La Unión Europea impuso sanciones a un “número sustancial” de personas responsables de violencia, represión y fraude electoral. Además, la Comisión Europea anunció que desviaría 53 millones de euros destinados al gobierno de Bielorrusia hacia la sociedad civil y las víctimas de la represión estatal y a la lucha del país contra la pandemia del coronavirus. También se pusieron sanciones a empresarios bielorrusos de sectores estratégicos afines al Gobierno. Lituania, Estonia y Eslovaquia también impusieron sanciones individuales al régimen Bielorruso.
A la Unión Europea le siguieron Reino Unido, Canadá y Estados Unidos con las sanciones contra el corazón industrial y financiero afín al régimen. Estas sanciones han puesto a Lukashenko contra las cuerdas con el único salvavidas de Rusia.
Las migrantes como arma política
Sin embargo, Lukashenko ha decidido jugar su última y desesperada carta a imagen y semejanza de lo que han hecho países como Turquía o Marruecos: utilizar la emigración como arma política. Y alguno -muy avispado- y ducho en geografía se preguntará, ¿pero si Bielorrusia no tiene frontera con ningún país en guerra, ni por ahí pasa ninguna ruta migratoria? Ni falta que hace.
Desde hace meses, el régimen de Lukashenko ha fletado aviones para que inmigrantes procedentes de Oriente Próximo -del Kurdistán iraquí, del Congo o de Camerún- lleguen a Bielorrusia con la promesa de que la propia policía bielorrusa les escolte hasta la frontera. Primero con Lituania, después con Letonia y finalmente con Polonia. De hecho, la Unión Europea ya ha advertido de que sancionará a las compañías aéreas que participen en los traslados de los migrantes a Bielorrusia. Lukashenko insiste en que no hará nada para detener esta situación hasta que se levanten las sanciones internacionales contra Bielorrusia.
Mientras, la presión migratoria sobre Polonia aumenta día tras día. Tan solo en octubre se han registrado 17.000 intentos de traspasar la frontera. El desastre humanitario es terrible. Los miles de refugiados que acampan junto a la frontera polaca están expuestos al frío de los boques Bielorrusos, que con la llegada del invierno cada vez se hace más insoportable. Por su parte, Polonia ha desplegado 15.000 militares en la frontera para tratar de evitar con material antidisturbios el paso de migrantes hacia su territorio a la par que demanda una mayor cooperación del resto de socios de la Unión Europea.
¿Qué dice Rusia de todo esto?
Rusia calla respecto a la crisis migrante, y continúa siendo el principal valedor del régimen Bielorruso. A pesar de que el Kremlin niega su participación en los hechos, diversos medios informan de que muchos de los vuelos cargados de migrantes hacen escala en Moscú. Además, para mostrar su decidido apoyo militar a Lukashenko, Rusia envió dos bombarderos estratégicos Tu-22M3 de sus Fuerzas Aeroespaciales para patrullar de forma indefinida la frontera entre la UE y Bielorrusia.
El tiempo nos dirá si la estrategia empleada por Lukashenko dará resultado. Lo que está claro es que de momento Bielorrusia sigue siendo la última dictadura de Europa; en su país no se respetan los derechos humanos y los migrantes están sufriendo a temperaturas bajo cero la estrategia política del líder bielorruso.
A Lukashenko le queda una última bala -aún más desesperada- con la que ya ha amenazado. El cierre del gaseoducto que surte a Europa con gas ruso.